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¿De qué me sirve tener estudios universitarios?

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En la difícil coyuntura económica actual caracterizada por las elevadas tasas de paro resulta comprensible que entre los jóvenes españoles cunda el desánimo al contemplar el sombrío panorama laboral que se les avecina en el corto y medio plazo. Este desánimo resulta especialmente desolador en aquellos jóvenes que invirtieron tiempo y esfuerzo, además de dinero, en realizar estudios universitarios al considerar que éstos les iban a facilitar su posterior inserción laboral, así como a percibir mayores ingresos a lo largo de su vida laboral. Ante el panorama actual es natural que muchos de ellos se pregunten: ¿de qué me sirve tener estudios universitarios?

Varias son las respuestas posibles que se les podría dar a los jóvenes que se hacen esta pregunta, pero todas ellas pueden ser resumidas con un monosílabo: si, sirve de mucho. Evidentemente, los estudios universitarios sirven para desarrollarse intelectualmente y aumentar el nivel y la calidad de los conocimientos, pero este aspecto nadie lo cuestiona. Las dudas surgen cuando la motivación principal para invertir en educación superior era mejorar la inserción laboral en un sentido amplio, es cuando el objetivo de los estudios era aumentar las posibilidades de encontrar empleo de calidad y con mejores ingresos.

Buena parte de estas dudas han sido alimentadas por comentarios de calle poco rigurosos y sin ningún fundamento estadístico. Así, resulta habitual escuchar manifestaciones relativas a que lo que se estudia en la universidad "no vale para nada" por no estar orientado a las demandas específicas de las empresas. También hay quienes hacen uso de la celebérrima frase de que "la universidad es una fábrica de parados". Asimismo, ante los bajos salarios de los recién licenciados (mileuristas), algunos padres realizan afirmaciones del tipo: "mi hijo es licenciado y gana menos que el fontanero sin estudios".

El objetivo de las siguientes líneas es ofrecer algunos datos estadísticos y resultados de algunos estudios con el fin de ilustrar que estos tres comentarios de calle no se corresponden en absoluto con la realidad, y menos aún en un escenario tan adverso como el actual.

Respecto al cuestionamiento de la utilidad de las enseñanzas universitarias o a su alejamiento de la demandas de las empresas, es preciso aclarar primero que la educación superior tiene como función principal preparar a los individuos para mejorar el desempeño de sus funciones, tanto en la sociedad como en el mercado laboral. El contexto actual, caracterizado por los cambios continuos, pone en evidencia que la educación en general y la educación superior en particular, facilitan la empleabilidad de los individuos. Esto se consigue en la universidad mediante el aprendizaje de competencias genéricas (habilidades que pueden ser aplicables a multitud de contextos y contenidos), que aunque a simple vista no parezcan destinadas a satisfacer las necesidades de las empresas, sí lo hacen, pues la versatilidad que adquieren los universitarios les permiten adaptarse a sus demandas tras un corto periodo de aprendizaje, así como a las futuras evoluciones del mercado laboral.

Pero en la universidad también se adquieren competencias específicas que facilitan su empleabilidad a corto plazo, al dotar a los universitarios de conocimientos específicos que atiendan a las necesidades puntuales de las empresas. Evidentemente, las diversas opiniones surgen sobre el mix adecuando entre las competencias que debe proporcionar la universidad. Algunos creen que la universidad debería dotar a los titulados con más competencias específicas que hagan a los titulados más productivos nada más finalizar los estudios universitarios y otros con más competencias genéricas que doten a los universitarios con mayor capacidad de adaptación a los cambios en las demandas de las empresas.

En la actualidad el mercado de trabajo se detecta un aumento de la demanda de personal con determinados conocimientos específicos, pero también se demandan titulados flexibles con alta capacidad de adaptación. Ninguno de los dos tipos de competencias es, por tanto, suficiente, y como dijo Aristóteles, la virtud está en el término medio. En las condiciones actuales, los universitarios son los más preparados para adaptarse y para promover el cambio en el modelo productivo.

La segunda de las frases se refería al hecho de que la universidad es una fábrica de parados. En este aspecto, los datos indican que lo contrario, es decir la universidad es una fábrica de ocupados. En el año 2009, último año disponible, la tasa de paro de los universitarios fue 7,69%, frente 18,01% del total nacional, el 43,83% de los analfabetos, el 25,98% de las personas sin estudios y con estudios primarios, o el 19,38% de las personas con estudios medios. En definitiva, los datos no sustentan en modo alguno que los estudios universitarios no sirvan para encontrar empleo. Más aún, según diversos estudios, la mayor empleabilidad de los estudios universitarios se mantiene cuando se controla por la edad, sexo y región de residencia, constatando que poseer un título universitario aumenta significativamente la probabilidad de estar empleado.

Los datos indican que si lo que se desea es encontrar empleo es conveniente estudiar en la universidad pero las estadísticas también nos dicen que no vale cualquier titulación. La información estadística indica que las titulaciones con menor tasa de paro son las de Enseñanzas Técnicas y Ciencias de la Salud y las de mayor tasa de paro las de Humanidades.

Para finalizar, la última de opiniones de calle se refiere a que los universitarios, especialmente los más jóvenes, tienen un salario menor que el de un profesional (cualificado) sin estudios. Este comentario ha calado tanto en la opinión pública que hasta se ha acuñado el término "mileurista" para designar a los jóvenes estudios superiores con unos ingresos que no superan los 1.000 euros al mes. Esta afirmación parece sustentarse en la comparación entre el salario de un recién licenciado, con el de un trabajador cualificado que, aunque sin estudios, posee dos o tres décadas de experiencia profesional.

Es evidente que en esta comparación el universitario sale mal, pues sus ingresos son inferiores sin que ello signifique que los estudios universitarios no aumenten las posibilidades de percibir un salario superior. ¿Qué pasaría si esta comparación la hiciéramos entre personas con la misma edad (experiencia)? ¿Quién percibe más ingresos un abogado o ingeniero con tres décadas de experiencia o el trabajador cualificado sin estudios de la comparación anterior?. Evidentemente observamos que planteando de este modo la cuestión, el universitario sale ahora mejor parado.

Para sustentar los mayores ingresos asociados a los niveles de estudio utilizaremos los datos de la Encuesta de Estructura Salarial del INE. Los datos indican que los universitarios perciben ingresos salariales un 64% superiores a la media del total de asalariados y más del doble (2,25 veces) que los individuos sin estudios. Estos superiores ingresos de los universitarios se observa en todos y cada uno de los intervalos de edad. Así, los individuos universitarios de menos de 30 años ganan un 33% más que los individuos sin estudios, los de edades entre 30 y 39 años un 52% mas, los de edades comprendidas entre 40 y 49 años un 83% mas, los de edades entre 50 y 59 años un 87% mas y los de más de 60 años un 122% más. Todo ello refleja que la afirmación de que los universitarios ganan menos no sólo es falsa, sino que es más falsa conforme avanza la edad de los individuos.

Todos los datos estadísticos y los resultados de informes técnicos presentados en este artículo van en la misma dirección, contradiciendo los anteriores comentarios de la opinión pública. Los universitarios tienen menos paro y perciben más ingresos que los individuos menos cualificados y los conocimientos adquiridos en el sistema educativo en general y en la universidad en particular los preparan para adaptarse mejor a las circunstancias actuales y mejoran sus posibilidades de inserción laboral. La información presentada debería ser suficiente para despejar las dudas de algunos jóvenes universitarios sobre la utilidad de los estudios universitarios realizados, a la vez que a animar a otros jóvenes a realizarlos como mejor forma de aumentar sus posibilidades de inserción laboral.


Jose M. Pastor es profesor titular de la Universitat de Valencia e investigador del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas-Ivie)

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