VALENCIA. Las últimas semanas son pródigas en noticias negativas para UPyD. Noticias que hablan de importantes disensiones e, incluso, de un proceso de descomposición en un partido que hasta no hace tanto tiempo parecía llamado a jugar cierto papel como bisagra entre PP y PSOE, pero que ahora se ve implacablemente disminuido en las encuestas, nacionales y autonómicas. Por ejemplo, en la encuesta difundida por El País Comunidad Valenciana hace unas semanas, UPyD ni siquiera entraría en Les Corts. Un descenso repentino, si tenemos en cuenta que esta misma encuesta le asignaba grupo parlamentario a UPyD en 2013; o que este partido obtuvo un 8,47% de los votos en la Comunidad Valenciana en las recientes Elecciones Europeas. Sin embargo, muchas cosas han sucedido desde entonces.
Desde luego, la irrupción de Podemos, que se ha nutrido de votos provenientes de UPyD (y del PP, y de la abstención); no sólo del PSOE e IU. Pero también la reciente purga (no se me ocurre mejor manera para denominar este proceso) de Francisco Sosa Wagner, cabeza de lista en las Europeas, a quien se le ocurrió defender un pacto con Ciudadanos y fue sometido a un impacable hostigamiento por parte de la cúpula de UPyD, con hitos del juego sucio como el artículo publicado por Irene Lozano en El Mundo afirmando que Sosa Wagner (68 años, catedrático de Universidad) se aferraba al escaño para tener cinco años solucionados; o las acusaciones de corrupción proferidas por el número dos de UPyD, Carlos Martínez Gorriarán; sin aportar nada remotamente parecido a una prueba o indicio, como acostumbra este individuo.
Más recientemente, hace pocos días, el líder de UPyD en la Comunidad Valenciana, Alexis Marí (que logró vencer hace unos meses al candidato "oficial", apoyado por Rosa Díez y Toni Cantó, en las primarias), anunció que abandonaba su puesto y el partido, por estar en desacuerdo con las decisiones adoptadas, de nuevo, por la cúpula de Madrid. Y con él, abandonó una decena de dirigentes de UPyD en la Comunidad Valenciana. Cuestiones en absoluto menores, pero muy habituales en este partido desde su fundación, dada la abundancia de expulsiones, abandonos y retiradas vividas por UPyD en su corta historia (tanto es así que, de hecho, la gran mayoría de sus fundadores ya no están en UPyD).
"El partido de Rosa Díez"
UPyD llegó auspiciada por muy buenos augurios, en algunos aspectos: su afán regeneracionista, en una época (2007) en la que el hartazgo con la política tradicional no era tan omnipresente como ahora, y que quedaba evidenciado por un severo régimen de incompatibilidades, la limitación de mandatos, o la transparencia con la que se esperaba llevar a cabo la acción política (interna y externa) de la formación. O el aval de algunas personalidades públicas de indudable prestigio, como el caso del filósofo Fernando Savater.
Pero UPyD también fue concebida, desde el principio, como un partido elaborado a imagen y semejanza de su líder indiscutible, Rosa Díez. Fundado al poco de abandonar el PSOE, ella fue su cabeza de lista por Madrid, y obtuvo el acta de diputada en el Congreso en las elecciones de 2008. Este logro, que permitió ganar visibilidad a UPyD y que el proyecto no embarrancase a las primeras de cambio (podemos pensar en la trayectoria de partidos como Vox o el Partido X, que no obtuvieron, por poco, escaño en las Europeas y que actualmente se hallan fuera de foco), contribuyó a cimentar el liderazgo de Díez, al que también contribuían decisiones como la mímesis entre color identificativo de UPyD (el rosa-magenta) y el nombre de su líder.
Experiencias recientes (el caso de Podemos), así como la lógica aplastante de la política moderna y su condensación en individuos capaces de captar la atención del público, avalan la importancia de contar con una figura conocida al frente de formaciones nuevas, que les permitan ganar rápidamente visibilidad y ser reconocidas por el electorado. Las inevitables acusaciones de personalismo son mucho más fáciles de conllevar si vienen acompañadas por el éxito electoral.
Sin embargo, en el caso de UPyD el proceso llegó, desde el principio, a unos niveles de hiperliderazgo y control absoluto de la formación que condujeron al partido por la senda de continuas purgas y depuraciones internas, siempre dirigidas contra todos aquellos que osaran diferir de la línea marcada por Díez y sus principales escuderos; demasiado a menudo, presentarse en unas primarias contra el candidato oficial era motivo suficiente para recibir, a partir de entonces, un acoso implacable, y tanto más intenso si, encima, el candidato díscolo osaba ganar (como le ha sucedido a Alexis Marí).
Además, este proceso se llevaba a cabo mediante comportamientos a menudo absolutamente impresentables para participar en la esfera pública. Sobre todo, si nos atenemos al papel de figuras importantes de UPyD, como su número dos, Carlos Martínez Gorriarán, siempre afanado (en sus declaraciones a los medios y en su cuenta de Twitter) en calificar las actuaciones de los demás con singular agresividad y sectarismo. Una actitud con la que, a mi juicio, Gorrarán confunde una pretendida firmeza en la defensa de unos valores con, sencillamente, ser un energúmeno y un maleducado.
Pero, más allá de estos problemas internos, la cuestión es que, aunque UPyD obtenía buenos resultados en las encuestas, y también en las Elecciones Europeas, desde hace meses podía detectarse cierto estancamiento en las expectativas electorales del partido. Un techo mucho más bajo de lo que cabría suponer, dado el contexto de crisis inacabable y de fuerte erosión de los dos grandes partidos, de cuyo electorado se nutre UPyD.
De manera que PP y el PSOE bajaban y UPyD e IU subían... Pero menos. Buena parte del electorado se iba a la abstención y las principales alternativas electorales eran incapaces de recabar estos apoyos. En resumen: UPyD, al igual que IU, era una alternativa muy cómoda para el bipartidismo español. Una alternativa que, en la práctica, nunca podría competir por la hegemonía (es decir, no sería una alternativa real).
Este escenario de "plácida erosión" electoral del bipartidismo ha sido dinamitado con los resultados de las Elecciones Europeas (quién iba a decir que unos comicios como estos podrían resultar tan importantes y con tan hondas repercusiones) y los acontecimientos posteriores, incluidas las encuestas que dicen que Podemos sube y se consolida como alternativa real... Mientras UPyD queda desdibujada y se desinfla a un ritmo alarmante.
Los motivos de lo que comienza a parecer una debacle, a juzgar por las encuestas, son variados. El voto con pulsión de cambio que recogía UPyD se ha ido, en parte, a Podemos, y en parte a Ciudadanos. La propuesta de Sosa Wagner de pactar con este último partido, que hace un par de meses motivó su depuración en UPyD, ahora se antoja más razonable que nunca. Y quizás, después de las elecciones autonómicas, el proceso acabe pareciéndose más a una absorción. Son dos partidos muy similares, con implantación complementaria (UPyD en Madrid, C's en Cataluña), que fundamentalmente se diferencian en la naturaleza de su liderazgo, mucho más hipertrofiado en el caso de UPyD.
Parte del problema, sin duda, proviene de que los partidos bisagra, que en la práctica buscan acompañar a los grandes, pero son incapaces de sustituirles, sufren mucho con el sistema electoral español. El voto útil los deja devastados al menor síntoma de debilidad, su electorado les abandona si pactan con los grandes, dado que, no en vano, la inmensa mayoría de sus votos provienen de ciudadanos desengañados con el bipartidismo... El recorrido electoral que les espera resulta, en la mayoría de los casos, breve y poco lucido. Lo mismo ocurre con las formaciones regionalistas, a no ser que logren disputar la hegemonía a los grandes (como ocurre en el País Vasco o Cataluña); tarde o temprano, la mayoría se desinflan y desaparecen.
La cuestión es en qué condiciones se produce el auge y la decadencia de un partido bisagra. El principal antecesor de UPyD, el CDS, logró entrar por primera vez en 1982, alcanzó el cénit en 1986, comenzó a desinflarse en 1989 y desapareció del mapa en 1993. El CDS siempre fue "el partido de Adolfo Suárez", al igual que UPyD es el de Rosa Díez. La cuestión es que la trayectoria del CDS fue bastante más brillante: dos escaños en 1982, diecinueve en 1986, catorce en 1989. UPyD, visto lo visto, puede remedar esta trayectoria con un diputado en 2008, cinco en 2011 y quizás uno de nuevo en las próximas Elecciones Generales. De manera que terminará siendo, en efecto, "El partido de Rosa Díez". Literalmente.
#prayfor... el "Pequeño Nicolás", no tan pequeño
La semana ha tenido un protagonista indiscutible, en los medios de comunicación y en las redes sociales (con un sinfín de montajes fotográficos de toda clase y condición): el "Pequeño Nicolás", el meritorio afín al PP que se presentaba como representante del gobierno español o la Casa Real, fajador de diversos acuerdos turbios. Alguien que fue considerado, al principio, como un fabulador, un mentiroso patológico, y ahora... Conforme más sabemos sobre este asunto, más verosímil parece que Francisco Nicolás ejerciera como intermediario al más alto nivel, contara con cuantiosos recursos e información privilegiada, y en efecto arreglase algunos de los problemas que se le presentaron... Porque era quien decía ser, y no ese estafador que inicialmente se pensó que era. Un sueño "americano" a la española, es decir: surrealista y chanchullero.