Opinión

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Dignidad o barbarie

Publicado: 10/09/2025 ·06:00
Actualizado: 10/09/2025 · 06:00
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Frente a la sensación creciente de que el lado más oscuro del ser humano —el egoísmo, el miedo al diferente, la falta de ética y de respeto— se impone y se convierte en mayoría, haciendo desaparecer la esperanza de que podemos mejorar como sociedad, hoy quiero hablar de dignidad humana. Y quiero hablar de la que nos rodea, especialmente en nuestra tierra.

Las tres asociaciones de víctimas de la Dana son un claro ejemplo de esa dignidad. Personas que, tras perder a sus seres queridos y sufrir un daño emocional incalculable, se han organizado y reclaman ser escuchadas. Piden medidas que garanticen la seguridad ante futuros episodios similares; que se arreglen ascensores, calles, colegios. Lo hacen frente a un Vox indigno, que las acusa despectivamente de ser "interesadas", como si querer saber la verdad o exigir responsabilidades políticas fuese algo indigno. Como si pedir la dimisión de quien, sabiendo lo que ocurría, se quedó comiendo postre en un restaurante, fuera un exceso.

Lo que sí es indigno es no empatizar con las víctimas, insultarlas, ignorarlas, y no invitarlas ni a comparecer en la Comisión de Investigación de la Dana hasta que el tema no estalla a nivel estatal, ni a la presentación del Plan de Reconstrucción, montando una reunión un mes mas tarde pretendiendo culpar a los técnicos de las responsabilidades políticas de quien estaba al mando.

Y dignidad humana es también subir a una flotilla de barcos cargados de ayuda humanitaria rumbo a Gaza, para intentar ayudar a un pueblo que sufre un genocidio. Porque eso es lo que está ocurriendo: Israel quiere ocupar esas tierras y hacer desaparecer a su población. Participar en esa flotilla es también señalar que los gobiernos del mundo están permitiendo esa masacre sin actuar. Se trata de poner los ojos del mundo donde deben estar: en Gaza, ayudando a frenar el genocidio, alumbrando los caminos de la dignidad para unos gobiernos que han decidido mirar hacia otro lado.

Eso es lo que ha hecho Juan Bordera, diputado de Compromís, al sumarse a la Global Sumud Flotilla. Por eso hemos pedido al Parlamento Valenciano, del que forma parte, que le reconozca y ampare, que muestre su apoyo ante un acto de valentía y compromiso. Sin embargo, su presidenta, Llanos Massó, prefiere dedicar su tiempo a calumniar a personas migrantes antes que a expresar un mínimo gesto que pueda asociarse a la dignidad humana.

Mientras tanto, Israel ha amenazado a la flotilla y ha atacado uno de sus barcos en Túnez, mandando una advertencia clara: son capaces de todo. Una soberbia criminal que los define, propia de quien lleva décadas burlándose de la comunidad internacional con mentiras, mientras somete al pueblo palestino a un apartheid y ocupa sus territorios impunemente.

Y dignidad es lo que reclaman también las familias que no han podido llevar a sus hijos al colegio esta semana, porque, más de diez meses después, los barracones provisionales aún no están listos en los municipios afectados por la Dana. ¿Qué tiene que decir al respecto el vicepresidente de la reconstrucción, Gan Pámpols?

Llamar “dignidad” a la carta de Maribel Vilaplana es cuanto menos cuestionable. Llega tarde, cuando el daño ya está hecho, y evidencia que puso su situación personal por delante del derecho colectivo —y sobre todo de las víctimas— a saber la verdad. Mantuvo el silencio demasiado tiempo, aun sabiendo que Mazón estaba mintiendo.

La dignidad humana es lo que hace que toda vida cuente, sea palestina o de Paiporta, venga de donde venga, y vaya donde vaya. Es el derecho a existir, a opinar, a creer.

Por eso, es un acto de dignidad humana desafiar el bloqueo deshumanizado del Estado de Israel, como lo es exigir la verdad sobre lo ocurrido el 29 de octubre, día de la catástrofe.

Y por eso, seguiremos exigiendo la dimisión de Mazón: por justicia, por responsabilidad y, sobre todo, por dignidad.

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