No me extraña que José Luis Ábalos haya caído en desgracia, además de su supuesto comportamiento, según la UCO, con las comisiones obtenidas desde su Ministerio de Transporte y pedirle consejo -según señala en la entrevista concedida a El Confidencial- a Pepiño Blanco, secretario de organización del PSOE en la etapa de José Luis Rodríguez Zapatero y uno de los muñidores en su ascenso como secretario general de los socialistas españoles. Aquí, en Valencia, Ábalos ocupó la jefatura del gabinete con Eugenio Burriel, entonces Delegado del Gobierno, auspiciado por Joan Lerma a través de Juan Romero y algunos asesores madrileños vinculados al socialismo. Al parecer Romero estaba interesado en que Burriel accediera al Departamento de Geografía de la Universidad de Valencia desde su cátedra de la Universidad Autónoma de Barcelona.
Romero era entonces PNN en aquel Departamento, al que se había incorporado renunciando al de Historia Contemporánea. Había sido miembro del PSPV, el partido del socialismo nacionalista que se integraría en el PSOE, dirigido por Vicent Ventura y Pérez Benlloch, y se convirtió en un asesor de Lerma al abandonar el PSPV. Estaba propuesto para la Delegación del Gobierno de la CV el catedrático de Derecho Civil Vicent Montés, incluso su nombramiento había sido anunciado en Las Provincias. Y así se lo había ratificado Lerma en una llamada telefónica que realizó desde mi casa donde celebrábamos una cena (Montés era entonces mi jefe en el Instituto de Ciencias de la Educación de la UV (ICE) Pero de un día para otro su candidatura cayó por esos giros que da la política.
Romero progresó mucho en el PSPV-PSOE y Montés siguió con su carrera profesional hasta llegar al Tribunal Supremo, aunque durante la alcaldía de Pérez Casado se le nombró comisario de los actos del 750 aniversario de la conquista de Valencia por Jaume I en 1238. Su acción más destacada fue intentar organizar una Naumaquia, una fiesta en la que se representaba una batalla naval de veleros como se recoge en el Epistolario XXVI. Correspondencia de Mayans con Agustín Sales (1735-1772) cronista de la ciudad y reino de Valencia. La más conocida fue la de 1755 para conmemorar el III Centenario de la canonización de San Vicente Ferrer. Se haría adatando un gran recipiente en el Campo de Mestalla ante la falta de agua del río Turia, pero la mayoría de concejales no respaldó su proyecto y dimitió.
Ábalos creó una estructura orgánica cohesionada m el PSPV-PSOE de la ciudad de Valencia junto con el que fuera concejal Rubio, siguiendo la ruta de Eduardo Montesinos. Durante un tiempo pertenecí a la ejecutiva y en 1995 concurrí a la secretaría general de Valencia en un Congreso (todavía no había primarias) y Ábalos me ganó. Creció su fuerza en el PSOE y llegó a competir por la secretaría general del PSPV-PSOE. Corrían rumores, nunca sustanciados, sobre las loterías, la Fundación Fidelso y su relación con el presidente de la Diputación Vicente Tarancón. Tuve con él una relación distante, y a veces coincidíamos en alguna reunión cuando yo estaba ya fuera de la política orgánica a partir de 2000. Fue el único diputado del PSOE que asistió a la presentación de mi libro El Socialismo. De la socialdemocracia al PSOE y viceversa (Cátedra. Anaya, 2017) en la Librería Rafael Albertí de Madrid, y eso posibilitó que tuviéramos un par de conversaciones sobre el PSOE y sus aventuras. Ábalos apostó por Zapatero en el 2000 frente a la mayoría del PSOE valenciano que estaba con Bono e Ignasi Pla con Rosa Díaz. Siempre estuve vinculado a Cipriá Ciscar por amistad y liderazgo, fue él quien me puso en la lista del Congreso con el acuerdo de Lerma. He estudiado e interpretado parte de la historia del PSPV-PSOE (Nosotros, los socialistas valencianos (1977-1995), Un ensayo socio-histórico sobre el acceso a la modernidad (IHS, 2022) en relación con el significado de la CV.
Por eso me extraña que, con su intuición política, le pidiera consejo a Pepiño Blanco, personaje que se hacía pasar por Licenciado en Derecho cuando solo tenía alguna asignatura de la carrera por la UNED y llegó a ministro. Ahora que está muy señalado no hacer gala de ampliar el currículo con títulos no consolidados, no conviene fiarse de estos personajes por mucho que ejerzan de lobistas, sin que todavía exista una Ley sobre esa actividad. Ya la canciller Merkel expulsó de su gobierno a un ministro por copiar la tesis doctoral. A lo mejor sirve para aumentar la transparencia de los representantes públicos.
