Opinión

EDITORIAL
Un saco de promesas que no ayudan a la economía valenciana

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VALENCIA. A primera hora, el vicepresidente del Consell y fuerza política emergente del PP autonómico, José Ciscar, hizo público que el gobierno valenciano trabaja en un plan de reestructuración del sector público empresarial que representará una reducción espectacular de su tamaño. Nada menos que un descenso de plantilla de entre el 40 y el 50% y del número de empresas de casi el 90% ya que las que lo forman pasarán de 46 a 6.

Y poco más tarde, en un acto solemne que reunió a la inmensa mayoría de los representantes empresariales de la comunidad, la ministra de Fomento Ana Pastor anunció el impulso del Corredor Mediterráneo. Pero como mero punto de partida de una gran obra que "no puede quedar ahí". La gran obra es, nada menos, "un proyecto global, con vía doble, en ancho internacional, que recorra todo el Mediterráneo [sic] y no sea solo para mercancías, sino también para viajeros". Mientras tanto, el soterramiento del eje Serrería o el Parque Central (por mencionar sólo proyectos vinculados a la ciudad de Valencia), siguen en stand by tras anuncios mil de que se iban a iniciar en el corto plazo.

De cuándo se va a hacer público el contenido del plan anunciado por Ciscar, y menos todavía de cuándo se va a poner en marcha y cuándo finalizar, el vicepresidente no ofreció detalles. Así pues, cuando nos acercamos al final del primer año del Consell de Alberto Fabra lo único que muestra capaz de anunciar dentro de su marco competencial es una declaración genérica de que se está más cerca de iniciar su principal tarea para enmendar el descontrol y el despilfarro de la etapa de Camps. Tarea en la que, cabe apostillar, la "limpieza" de las fundaciones ha quedado en mucho menos de lo deseable en unos organismos financiados con el dinero de todos pero muy lejos de la transparencia pregonada. Sólo la ausencia de una oposición política real en les Corts explica que esta faceta haya quedado olvidada.

Por su parte, la ministra de Fomento desembarcó ayer en la ciudad para darle entidad a la nueva entelequia que, según todos los indicios, va a sustituir al papel representado por la reivindicación del trasvase durante la legislatura pasada: el Corredor Mediterráneo. Como en todos los casos previos, la concreción de cómo se ejecutará la infraestructura queda para un futuro indefinido. Ahí está el ejemplo de aquel trasvase sólo virtual del que no se sabe cuántos millones en publicidad y propaganda de loa a Francisco Camps no ha costado a los valencianos.

Demostrar el apoyo inequívoco del ministerio que dirige Ana Pastor al Corredor Mediterráneo no es cuestión de palabras. Ni menos de actos de aclamación en el Palau de la Generalitat. Hacen falta partidas presupuestarias con consignaciones y calendarios adecuados. Y de ellas en el presupuesto de 2012 no sabemos nada. Y de su finalización en el horizonte 2020-2030 tampoco. De momento, lo que propuso ayer Ana Pastor, con el sorprendente apoyo de la Fundación Pro AVE que tanta trascendencia concedía a la infraestructura, es un tercer carril cuya consignación financiera, además, será realizada en los presupuestos de 2013.

Una iniciativa que en la práctica equivale al entierro del Corredor: no es creíble que una vez iniciada esta falsa solución a la conexión viaria de la parte española del Eje Mediterráneo, se aumente posteriormente la inversión para el proyecto del Corredor. Seguro que Cospedal, Aguirre, Monago y Rudí no consiguen esa falsa victoria del tercer carril para su Corredor Central. Por ello se puede afirmar que ayer, en el Palau de la Generalitat, asistimos al entierro del proyecto de Corredor que tan imprescindible era, según tantas opiniones de los allí presentes, para nuestra economía. Al menos hasta que tomó posesión un Gobierno del PP en Madrid a finales del 2011.

La política de poner el carro antes que los bueyes tan querida por el gobierno de Mariano Rajoy y a la que parece haberse apuntarse el Consell de Alberto Fabra es demoledora en el terreno de la lucha contra la crisis. La generación de expectativas es una de las funciones cruciales que le corresponden a los gobiernos, a pesar de lo cual, en el caso de la España de hoy, tanto algunos de sus ministros como destacados miembros del partido que lo apoya actúan en la dirección opuesta fomentando la desconfianza.

Cabría por tanto pedirle y esperar tanto de la ministra de Fomento como del Consell que predicaran menos y dieran más trigo en forma de medidas concretas y plazos de ejecución. De puesta en marcha del Corredor Mediterráneo en el primer caso y de ordenación del sector público autonómico en el segundo. De esta forma, el conjunto de los valencianos sabríamos a qué atenernos. En especial para poder dilucidar si el actual Consell tiene en mente algún tipo de estrategia real para luchar contra la crisis mediante el fomento de la competitividad o de una mayor vinculación entre las universidades y el tejido empresarial para impulsar la cultura emprendedora, como reclama el IVIE en una de sus recientes investigaciones.

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