Opinión

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El gran corredor industrial

Publicado: 12/12/2025 ·06:00
Actualizado: 12/12/2025 · 06:00
  • Acceso al polígono El Castellar, a la entrada a Alcoy desde Banyeres.
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Existe entre los fuertes polos económicos de Alicante y Valencia un territorio con opción de convertirse en el principal dinamizador industrial de la Comunidad Valenciana. Es un enorme corredor trazado por la autovía A7 a lo largo de cuatro comarcas: La Costera, La Vall d’Albaida, El Comtat y L’Alcoià, incluída en esta última La Foia de Castalla. Los diferentes núcleos que conforman este gran eje tienen un punto en común: superan los indicadores industriales autonómicos, como el porcentaje de empleo o el nivel de emprendimiento.

 

Las afirmaciones anteriores las firma nada más y nada menos que la Generalitat Valenciana. Lo hace en su Estrategia de Reindustrialización 2024-2028, un documento con más análisis que propuestas y que ha pasado sorprendentemente desapercibido. Pese a ello, ya resulta relevante que el Gobierno valenciano se fije en esta zona como motor del proceso de reindustrialización valenciano. La atención es un bien escaso en un territorio con complejo de aldea gala de Astérix, reflejo de la sensación de abandono instalada en la población.

 

El potencial de estas comarcas lo ponen de manifiesto los datos. Con una población por encima de los 300.000 habitantes, el volumen de facturación de sus 3.071 empresas industriales rebasa los 5.500 millones de euros. Uno de cada tres empleados trabaja en la industria, según datos de 2023. La microrregión representa el 8,3% de la cifra de negocios de la industria valenciana.

 

Los registros son fruto de una importante herencia industrial fraguada a lo largo de dos centurias. La industria textil surgida en Alcoy durante el siglo XIX se consolidó también en áreas como Ontinyent, mientras que durante el desarrollismo de la segunda mitad del siglo XX la industria se asentó con fuerza en áreas como Ibi, Onil y Castalla, donde actualmente más de la mitad del empleo lo concentra ese sector productivo.

 

Esta tradición lleva a buena parte del territorio a compartir una convicción: o estas comarcas son industriales o no serán. Así lo han demostrado cuando frente a complejos escenarios internacionales, desde la crisis del petróleo de 1973 hasta la avalancha de productos chinos, las empresas han sido capaces de diversificarse mediante la introducción de nuevos sectores, como la cosmética, el caucho o los productos metálicos.

 

Ahora bien, un análisis más profundo alerta de que, por ejemplo, el peso de la cifra de negocios sobre el total de la industria valenciana es menor que el número de empresas (8,3% frente al 12,4%). Es decir, que otras áreas con menos industrias facturan más, lo que apunta directamente al tamaño de las empresas como uno de los lastres para el desarrollo de estas comarcas. Una muestra: en la zona de Ontinyent, el 74% de las empresas factura menos de un millón de euros. El número medio de empleados por empresa no llega a tres.

 

La reconversión acometida por las industrias durante las últimas décadas se ha saldado con una severa destrucción de empleo en el sector, especialmente en los primeros años del siglo. De ahí que sean necesarias iniciativas para potenciar el crecimiento industrial de la zona. En este sentido, la Estrategia de Reindustrialización habla de convertir estas comarcas en “zona industrial de referencia” y “polo de atracción de inversiones logísticas e industriales”. Para ello destaca el potencial crecimiento con 23,4 millones de metros cuadrados de suelo industrial pendientes de desarrollo entre las cuatro comarcas.

 

La Estrategia de Reindustrialización fue presentada en septiembre de 2024. Asombra que en aquel momento no se hiciese mención a la especial importancia que le concedía al que puede convertirse en el gran corredor industrial valenciano. Desde entonces, la Generalitat ni siquiera se ha molestado en acercarse a los territorios implicados para divulgar cuáles eran sus planes para convertirlos en el modelo a seguir en el proceso de reindustrialización. Es cierto que no lo ha tenido fácil, puesto que al presidente, asedidado por su ineptitud y su indecencia, le aterraba pisar la calle.

 

Más de un año después de la puesta de largo del plan de reindustrialización, la trágica riada ha reenfocado las prioridades de la administración. Es complemente lógico y comprensible. Pero precisamente por eso es imprescindible reclamar el protagonismo de los ayuntamientos y los agentes sociales. En este sentido, la ya existente Plataforma por la Reindustrialización debería aumentar el volumen de su altavoz y, en primer lugar, divulgar públicamente la estrategia para que sus contenidos se conviertan en compromisos firmes de la Conselleria de Industria.

 

Es deber de los municipios preparar las bases para que la Estrategia de Reindustrialización se materialice, aunque sea fuera de los plazos previstos en origen. La sociedad de estas comarcas ha de entender lo que está en juego e impulsar un proceso de planificación conjunta, coordinada y no excluyente.

 

O lo que es lo mismo, aprovechar la oportunidad para diseñar el gran corredor industrial de la Comunidad Valenciana, un proyecto que ilusione a los ciudadanos, convenza a las administraciones y garantice el futuro industrial de la zona, contribuyendo a la vertebración del territorio valenciano. El camino para conseguirlo queda esbozado en el propio plan: infraestructuras, descarbonización, internacionalización, empleo de calidad y colaboración público-privada.

 

Si, por el contrario, la sociedad de estas cuatro comarcas mira hacia otro lado y contribuye a que la estrategia sea un montón de folios más entre los cientos de planes olvidados que colapsan los cajones de las consellerías, estará asumiendo un peligroso riesgo. El de naufragar a la deriva en medio de la tensión de las fuerzas centrípetas ejercidas por los grandes polos económicos de Valencia y Alicante.

 

Juan Enrique Ruiz es periodista y profesor de Historia

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