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Elecciones Europeas: Podemos y los demás

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La aparición de la formación de Pablo Iglesias fortalece las expectativas de la izquierda, pero debilita individualmente a cada uno de los partidos del hipotético Tripartit

VALENCIA. Las Elecciones Europeas tuvieron un protagonista indiscutible: Podemos, el partido-movimiento social organizado a partir de la colaboración de muchos ciudadanos, y con Pablo Iglesias como cabeza visible. Un partido al que las encuestas le daban, en el mejor de los casos, dos escaños; y sacó cinco. Con ello, creó un enorme desbarajuste en el escenario político español y, en particular, en las filas de la izquierda.

El contraste con la languidez y carencia de credibilidad de los dos referentes del bipartidismo, PP y PSOE, es palmario. Las encuestas, como llevábamos comentando ya algunos meses, exageraron la lozanía del sistema tradicional de partidos. Al llegar los resultados, entre seis y ocho puntos por debajo (para PP y PSOE) de lo que pronosticaban la mayoría de los institutos demoscópicos, se produjo la debacle.

Es muy pronto para intuir si Podemos está aquí para quedarse o acabará languideciendo ante las dificultades de encauzar en una estructura política, con vocación de alcanzar el poder y de gestionar las instituciones, un movimiento horizontal y abierto que, además, viene combinado con el hiperliderazgo de Pablo Iglesias. Pero, por el momento, es indudable que ha cambiado las reglas del juego.

De repente, ha renacido en España una mayoría social de izquierdas. Casi el 50% de los votantes lo hicieron a opciones de izquierdas, por poco más de un 40% que se decantaron por las derechas (el resto fue al voto en blanco o a opciones difícilmente clasificables en la escala ideológica, como el PACMA o el Movimiento Red del juez Elpidio Silva). Pero esa mayoría está más fracturada que nunca, precisamente como consecuencia de la irrupción de Podemos.

DESASTRE BIPARTIDISTA

De hecho, en esa fragmentación de la izquierda es donde deposita sus ilusiones el Partido Popular. En que, a pesar de tener unos resultados horrorosos, sin paliativos, la debilidad del PSOE y la fragmentación de las alternativas al PP continuarán garantizando su primacía en futuros procesos electorales.

Y ello, teniendo en cuenta el sistema electoral español y su división en circunscripciones provinciales, la mayoría muy poco pobladas, implica que el partido ganador, sobre todo si lo es en las provincias con menor población, reciba un número de escaños significativamente superior al porcentaje de voto.

Sin embargo, aferrarse a estas consideraciones podría ser una manera de caer en la ensoñación. De confundir deseos con realidades. La relativa placidez, de puertas afuera, del PP, se basa en dos convicciones: la primera, que mientras el PSOE esté peor que ellos todo irá bien. La segunda, que sus votantes les han castigado porque las elecciones eran muy poco importantes; pero que a la hora de la verdad volverán.

Pero esto último no está nada claro. Por supuesto, algunos volverán. El problema es que, aunque vuelvan, antes de las Generales el PP tiene que pasar un escollo muy difícil: las elecciones Autonómicas y Municipales, donde en casi todas partes el PP se enfrenta a esta disyuntiva: o mayoría absoluta, u oposición. Y, puesto que la mayoría absoluta es casi imposible en la mayoría de los casos, esto significa perder una enorme cuota de poder territorial. Los barones, tan complacientes con Mariano Rajoy, ya comienzan a murmurar. ¡Incluso Alberto Fabra se ha atrevido a levantar algo la voz!

La segunda esperanza del PP, esto es, la debilidad atávica del PSOE, parece, en cambio, mejor encauzada. El PSOE tiene que enfrentarse, a su vez, a dos problemas. El primero se llama Podemos. Este partido no sólo ha entrado con mucha fuerza; además, ha entrado acaparando voto que no está únicamente a la izquierda del PSOE (esto es: voto en disputa con IU), sino que también hay votantes que afectan al núcleo duro del PSOE; voto socialista fiel, pero ahora muy desencantado con su partido.

Y también hay en Podemos voto de centro, o quizás sería mejor decir voto desideologizado, que no votaba o lo hacía según un criterio pragmático, y ahora vota a Podemos porque es el único partido que les presta atención y les ofrece un discurso comprensible y esperanzador. No sería descartable, en mi opinión, que Podemos haya recogido un número significativo de votos que optaron por el PP en 2011, cuando Rajoy prometía arreglar el problema del paro "creado por los socialistas".

El PSOE tiene otro problema, que todos hemos podido visualizar claramente esta semana: la renovación es indispensable, tras dos años perdidos con Rubalcaba gestionando el partido. Pero muchos movimientos indican que los barones territoriales y el aparato del partido (cada uno con su propio candidato) estarían tentados de buscar soluciones jerárquicas para controlar la sucesión. Al final, parece que al menos se ha garantizado el sistema de "Un militante, un voto" para escoger al secretario general.

Algo es algo. Pero con eso no basta: el PSOE necesita renovar su discurso y sus propuestas; responder con más claridad a las necesidades e intereses de los votantes que le están abandonando, y menos a los editoriales de la prensa económica o a consideraciones que lleguen desde las clases dirigentes. Tal vez allí encuentren respetabilidad internacional, pero está clarísimo que no encontrarán votantes.

LAS ALTERNATIVAS NO LO SON TANTO

En lo que no se equivocaron los sondeos fue en pronosticar que los dos partidos que se habían consolidado como principales alternativas a PP y PSOE, esto es: IU y UPyD, se estaban estancando. En ambos casos, el principal factor que explica que estos partidos, aunque crezcan, lo hagan por debajo de las expectativas, es la aparición de alternativas en su espacio ideológico que entran con fuerza.

Izquierda Unida sube; tiene un buen resultado. Pero queda oscurecido por la fuerza con la que entra Podemos. Y, sobre todo, por lo que pueda suponer en un futuro: quedarse, como siempre, con los irreductibles, y que el voto volátil se vaya a otro partido más moderno y visible; antes ese partido era el PSOE, y ahora quizás Podemos. No cabe extrañar que algunos ya hayan comenzado a moverse en IU, buscando una confluencia con Podemos.

Un camino arriesgado, sin duda. El problema es que la alternativa quizás sea permanecer para siempre con el techo del 10% (e ir, poco a poco, desvaneciéndose). Con todo, es indudable que los resultados de IU son buenos, y que han logrado repuntar una trayectoria que hace bien poco les abocaba a la desaparición (dos escaños en las Europeas de 2009; dos escaños en las Generales de 2008).

Mucho peores parecen los resultados de UPyD, que apenas mejora sus resultados de las Elecciones Generales. Esto significa que UPyD no logra hacerse con la mayoría del voto desafecto del PP, y apenas con nuevas incorporaciones procedentes del PSOE; y que su potencial de crecimiento es más bajo de lo que cabría suponer, a la vista de la degradación de los dos partidos en estos años.

 Además, UPyD ha de enfrentarse a la competencia de Ciudadanos, partido con el que hasta ahora se complementaba (UPyD en Madrid; Ciudadanos en Cataluña) y del que es difícil saber, exactamente, en qué se diferencian, más allá de personalismos. Tal vez ese sea el principal problema que impide establecer algún tipo de coalición.

¿Y EN LA COMUNIDAD VALENCIANA?

Mucho de lo ya comentado sirve para analizar la situación valenciana. La entrada de Podemos ha incorporado un nuevo actor electoral, con posibilidades (a la vista de su resultado) de entrar tanto en Les Corts como en muchos ayuntamientos. Evidentemente, esta aparición fortalece las expectativas de la izquierda, pero por otro lado debilita, individualmente considerados, a cada uno de los partidos del hipotético Tripartito, precisamente porque Podemos se ubica en su espacio electoral.

En lo que atañe a los dos grandes partidos, el resultado es pésimo para el PP, que pierde 23 puntos respecto de su resultado en las anteriores Elecciones Europeas; es decir, siete puntos más que los 16 puntos que pierde el PP en toda España en promedio. En cierto sentido, es normal que el PP caiga más donde más voto tenía... Pero no tanto. La Comunidad Valenciana ha pasado de ser el principal "granero electoral" del PP a un territorio sólo ligeramente por encima de la media, en términos electorales.

Y, sobre todo, un territorio en el que ha quedado muy claro, a ojos de casi todo el mundo (los que aún no lo veían, o no lo querían ver), que estamos ante un fin de ciclo casi irreversible. Aún queda un año, pero tampoco queda más que eso. Parece difícil que el PP valenciano pueda virar la nave lo suficiente para evitar la derrota. La cuestión comienza a no ser ya si mantendrá la Generalitat, que parece perdida, sino qué mantendrá. Si logrará mantener las capitales de provincia, o las diputaciones (o, al menos, alguna de ellas).

Por su parte, el PSPV cosecha un resultado tan malo como el PSOE. De hecho, ese es su principal consuelo: baja lo mismo que baja el PSOE en su conjunto respecto de 2009 (16 puntos), pero no baja más. El problema es que sale tan debilitado del envite que comienza a estar sobre la mesa el riesgo de un sorpasso electoral en las Autonómicas.

En ese sentido, el PSPV puede tenerlo casi todo o casi nada, según logre encabezar el inevitable gobierno de coalición o se convierta en una mera comparsa de un tripartito (o cuatripartito) liderado por otra fuerza.

¿Qué otra fuerza? El partido con más posibilidades de hacer un sorpasso electoral al PSPV, en estos momentos, continúa siendo Compromís. Los resultados de la coalición se han leído como un retroceso: un 8% y la sexta fuerza política, detrás de IU, UPyD y Podemos, en la Comunidad Valenciana. No son grandes números, pero tampoco tan malos.

Es la sexta fuerza política, pero está muy cerca de las tres que le preceden; y también es cierto que este tipo de comicios, de ámbito nacional, es el menos favorable para Compromís. De hecho, la coalición ha demostrado bastante solidez, y ha seguido creciendo a pesar de Podemos. Pero le pasa como a UPyD en el conjunto de España: aunque crece, lo hace por debajo de las expectativas. Crece como un partido minoritario, pero no como una auténtica alternativa.

Su problema, a mi juicio, se plantea a largo plazo. Compromís ha crecido hasta ahora a base de ser la opción más nítidamente opuesta al PP. Eso le ha permitido captar muchos votantes insatisfechos con otros partidos de corte más clásico. Votantes en su mayoría jóvenes, atraídos por la visibilidad de Mònica Oltra y el activismo de la coalición, que se han sumado al "núcleo duro" de votantes del Bloc, ya existente. Pero ahora Compromís tiene un competidor muy serio en ese sector de votantes, más volátil, que es el que explica su crecimiento. Ahora tienen que elegir entre Mònica Oltra y Pablo Iglesias.

#PRAYFOR... PABLO IGLESIAS COMPRA EN ALCAMPO

El magnífico resultado de Podemos se ha visto refrendado, a lo largo de toda la semana, por los ataques continuos de la prensa conservadora y los opinólogos de guardia afines al PP. Ataques tan sutiles como hablar del populismo del líder de Podemos, Pablo Iglesias, por comprar en Alcampo; o de escándalos de tanto calado como un viaje en tren Madrid-Alicante en el que viajó en preferente. Además, por supuesto, de asociar a Iglesias y su partido con Chávez, con Castro, con Ahmadineyad, con Kim Jong-un y con quien haga falta.

La algarabía ha sido de tal intensidad, y tan continua, que uno estaba tentado, inicialmente, de ver detrás de todo ello una lúcida (y malvada) estrategia del PP: hinchar lo máximo posible a Podemos para debilitar más al PSOE y, de paso, movilizar al electorado conservador. Pero luego revisamos el argumentario desplegado por los contertulios afines, o la prensa, o vemos el horroroso resultado electoral de la estrategia, por parte del PP, de "vender" una recuperación económica, y no nos queda otro remedio que concluir que aquí no hay una estrategia detrás; o, al menos, no hay una estrategia sutil, inteligente y a largo plazo. Simplemente, esto (el griterío) es lo que hay.

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