VALENCIA. El pasado 20 de noviembre el divulgador científico Eduardo Punset impartió una interesante conferencia sobre "El reto de la agricultura actual" en la Universidad Politécnica de Valencia. El entrañable Punset cautivó a la audiencia como siempre por su afable hablar, bondad, simpatía, humor y sentido humano. Pero no habló de agricultura, tema que como él mismo confesó al principio de su charla,
desconocía totalmente pero que algo le había contado una hija suya de tendencia ecologista.
El buen Punset se limitó a expresar un par de tópicos (que la población mundial sigue en aumento y necesita cada vez más alimentos pero que esta producción extra puede dañar el medio ambiente) y pasó a "lo suyo", es decir, a contar anécdotas e interesantes directrices de autoayuda psicológica derivadas de los neurólogos entrevistados en el programa "Redes".
Al final hubo un turno de preguntas y yo mismo le invité a pronunciarse sobre la tecnología de plantas transgénicas, que podría aumentar la producción de alimentos con mucho menor impacto ambiental que el uso de cosechas tradicionales. Punset contestó que había una tecnología para producir confusión sexual en mosquitos y evitar su reproducción. Claramente desconocía el tema y salió por peteneras.
Me acordé de una frase de Alvaro González en Valencia Plaza (El regreso de la España impertinente del topillo Punset; 31/01/2013) respecto al programa Redes: "... que gusta al público tanto como científicos o expertos en campos como la psicología se echan las manos a la cabeza". Recordemos que Punset es un licenciado en Derecho que hizo un master en Ciencias Económicas y que nunca ha estudiado ni practicado la ciencia. Yo disfruté de la amenidad de su conferencia pero quedó claro que "El reto de la agricultura actual" debía tratarse en otros foros. Vamos a intentarlo aquí.
La población mundial es de 7.000 millones de personas en la actualidad y se estima que en 2050 será de 9.000 millones y que afortunadamente se estabilizará a finales de nuestro siglo en unos 10.000 millones. Este crecimiento poblacional, junto al aumento del nivel de vida que se está produciendo en la mayoría de los países (siempre con la excepción de aquellos que están en guerra en África y Asia), supone duplicar la demanda de alimentos a lo largo del siglo XXI.
Esta demanda ya está creando tensiones en los mercados de alimentos y de terrenos agrícolas. Por ejemplo China ha comprado una parte de Ucrania equivalente a Galicia para producción de alimentos ya que este gran país no puede autoabastecerse y necesita importar alimentos. Lo mismo ocurre con Europa, que al igual que China, debe importar de América (fundamentalmente de Estados Unidos, Canadá, Brasil y Argentina) trigo, maíz y soja, que junto con el arroz (alimento básico en gran parte de Asia) son los productos fundamentales de la alimentación mundial, directamente o a través de su conversión en carne.
¿Qué tiene América para ser el granero del mundo? Tecnología, nada más que tecnología, una tecnología moderna desarrollada en Estados Unidos y aceptada por los países americanos más avanzados pero que está bloqueada en Europa y el resto del mundo sin causa racional alguna. Se trata de la utilización de plantas transgénicas para aumentar los rendimientos y calidad de las cosechas y de esta forma evitar la deforestación masiva que, con los cultivos tradicionales de menores rendimientos, sería necesaria para crear nuevos terrenos agrícolas para alimentar a la creciente población humana (por cierto, la llamada agricultura ecológica orgánica o bio no podría alimentar a más del 1% de la población mundial).
La tecnología transgénica consiste en introducir en las plantas cultivadas genes de otras plantas o de otros organismos normalmente modificados para expresión aumentada y que confieren propiedades tales como la resistencia a insectos (se acabaron los insecticidas contaminantes del medio ambientes) y la capacidad de producir cosechas con menos fertilización (se acabó la contaminación de aguas subterránea con nitratos) y en tierras marginales (se acabó la deforestación).
Esta tecnología fue desarrollada simultáneamente en 1983 por los científicos Marry-Dell Chilton (entonces en la Universidad Washington de San Luis, USA), Robert T. Fraley (Monsanto, San Luis, USA), Marc Van Montagu (entonces en la Universidad de Gante, Bélgica) y Jeff Schell (ya fallecido, entonces en la Universidad de Gante, Bélgica). Los tres supervivientes han sido recientemente galardonados con el premio de la organización internacional "The World Food Prize", que premia anualmente a personas que hayan contribuido a mejorar la calidad, cantidad o disponibilidad de alimentos en el mundo.
¿Por qué Europa, y por su influencia Asia y África, no quiere la tecnología de plantas transgénicas a pesar de todas sus ventajas? Porque una organización privada llamada Greenpeace ha dictaminado, sin evidencia científica alguna, que las plantas transgénicas no son "naturales" y por tanto son malas para la salud humana y para el medio ambiente.
En primer lugar conviene aclarar que la agricultura, desde sus orígenes hace unos 10.000 años, se basa en utilizar plantas totalmente artificiales creadas primero por hombres geniales del neolítico en Mesopotamia y posteriormente en China y América Central mediante selección durante siglos de mutantes espontáneos de las plantas naturales. Es decir, las plantas cultivadas en la actualidad están genéticamente modificadas de una forma primitiva, lenta pero eficaz, y se parecen muy poco a las especies ancestrales de las cuales proceden.
Entonces, ¿por qué Greenpeace se empeña en predicar que las plantas transgénicas son menos "naturales" que las plantas tradicionales? Porque son analfabetos en ciencia y en humanitarismo y ponen su ideología ecologista radical por delante de todo.
¿Por qué una gran parte del mundo se cree estas patrañas de Greenpeace? Porque esta organización, que vive a costa de convencer a la gente para que les pague cuotas ya que ellos están salvando el mundo de todos los males, ha desarrollado unas técnicas de manipulación de la opinión pública que me recuerdan las del ministro de Propaganda de Hitler Joseph Goebbels.
Para impresionar a la gente sobre la maldad de las plantas transgénicas queman en Europa campos absolutamente legales de transgénicos (Goebbels mandaba quemar libros) y hacen demostraciones y boicots de empresas y laboratorios académicos relacionados con transgénicos (Goebbels mandaba boicotear tiendas y negocios de los judíos).
Bajo la premisa de que una mentira repetida muchas veces se convierte en verdad, Greenpeace ha convencido a mucha gente de que el mundo se está hundiendo por un desastre medioambiental provocado por las multinacionales y que ellos son los únicos que van a salvarnos (si les pagamos las cuotas, claro). Empezó su campaña antitransgénicos en 1995 y desde entonces no ha cejado en difundir su maldición sobre esta tecnología (y en cobrar cuotas) por todo el mundo.
Quiero terminar mi descalificación de Greenpeace con un suceso reciente de gran importancia. En 1999 el científico suizo Ingo Potrykus desarrolló un arroz transgénico llamado "arroz dorado" por su color amarillo. Este arroz contiene beta-caroteno, precursor de la vitamina A. Esta vitamina es necesaria para el desarrollo de los niños y su carencia tiene terribles consecuencias, desde ceguera hasta la muerte. La introducción del arroz dorado en muchas partes del mundo cuya nutrición se basa en arroz permitiría salvar todos los años más de un millón de vidas humanas y la tecnología transgénica es la única forma de construir un arroz con pro-vitamina A (para más información puede consultarse la web http://www.newscientist.com/article/dn24417).
Pues bien, Greenpeace se ha opuesto desde el principio y ha tratado por todos los medios de evitar que los países del Tercer Mundo con problemas de deficiencia en vitamina A adopten este arroz dorado. Es decir, Greenpeace piensa que las vidas humanas no valen nada cuando hay una ideología sólida como la de ellos que permite ver más allá que a los mortales que carecen de ella y que aconseja sacrificar vidas por motivos muy altos que a la mayoría de los mortales se nos escapan. ¿Les recuerda esto en algo al nazismo alemán durante el exterminio de los judíos?
Pues bien, recientemente Patrick Moore, uno de los fundadores de Greenpeace en Vancouver (Canadá) en 1972, no pudiendo soportar tanta aberración ha dejado la organización, acusa a Greenpeace de crímenes contra la humanidad y ha creado un movimiento llamado "Allow Golden Rice Now!" ("Permitid el Arroz Dorado Ya") que ataca a Greenpeace con sus propias armas, haciendo demostraciones enfrente de sus sedes para intentar hacerles cambiar de opinión.
Por tanto, el reto de la agricultura actual no es otro sino acabar con la dictadura política y mediática del ecologismo radical, ignorante y manipulador. Un consejo de autoayuda que explicó Eduardo Punset durante su conferencia en Valencia es que en la vida hay que saber cambiar de opinión. Nunca cambiaron de opinión los nazis y nunca lo hará Greenpeace.