Opinión

Cómo leer 100 libros en un año

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VALENCIA. No me andaré con ambages: este artículo no revela el secreto que su título parece encerrar. No existe la rutina-milagro que estaban esperando. Lo que sí existe -y es lo que me preocupa- es la inquietud previa a muchos clics que han ido a dar con estas líneas y que la andaban buscando. Una inquietud por mostrar socialmente y siempre capacidades cuantitativas. Centímetros, euros... ¿libros?

No es de extrañar que lo necesitemos tras superar un sistema educativo basado en una certificación oficial de mínimos. Con la certeza colectiva de que dominamos Z temas de pé a pá, lo que podamos aportar sobre ello, estirar e incluso contestar a lo aprendido le come un huevo al sistema. Al menos, al educativo. Y la cosa va de barracón en peor. 

Quizá por eso, o por tradición, o por ser un rasgo básico de la supervivencia social, estructuramos nuestro conocimiento con valores cuantitativos. Pueden pensar que no, pero debátanse: qué es más importante en mitad de cualquier pavoneo, haber leído un libro o haber leído mil. ¿Importa cuál era el libro? O, mejor, ¿verdaderamente importa cuáles eran los otros mil?

El psicoanalista francés y profesor de literatura Pierre Bayard publicó hace unos años el popular ‘Cómo hablar de los libros que no se han leído' (Anagrama). Con una posición valiente, necesaria, el autor anima al lector a desenmascararse ante lo que verdaderamente ‘posee' y a clasificarlo para su buen uso. Porque es hipócrita pensar que cuenta menos aquel libro del que hemos oído hablar tantas veces, que nos ha ayudado a tener un par de ideas claras pese a no haberlo recorrido, que aquel otro que nos autoimpusimos a pijama y sufrimiento por mucho que figurase Ulises en su título.

Cualquier selección es absurda, excepto la propia, la que se se basa en la experiencia del recorrido. Es tan evidente la disparatada creencia en el valor cuantitativo de los libros que basta recordar lo distinta que nos resultó cualquier relectura de alguno de nuestros favoritos. Éramos otros, con otros motivos, con una cantidad de gramos de mierda distinta en el aire de nuestro cubículo. En palabras del propio Bayard, la clave es "encontrar los libros que se han escrito para cada uno de nosotros".

Invitados a la hoguera de las vanidades, hablemos abiertamente de los libros que no hemos leído. Provocar y participar en conversaciones es otra de esas cosas que todavía es capaz de avalar con cierta independencia el Tribunal Constitucional. Disfrutemos pues.

☊ Johnny Cash - If You Could Read My Mind

 

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