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La crisis del PP, un tapón para la Marca Valencia

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VALENCIA. Ya no caben excusas de ninguna clase. Ni la crisis económica, ni la hipotética ausencia de una alternativa a la altura de las circunstancias, ni el lento y exasperante funcionamiento de la Justicia. Los resultados de la gestión realizada por el Partido Popular al frente de la Generalitat está conduciendo a esta Comunidad hacia su fracaso social y económico.

Cuando dirigentes y representantes parlamentarios de un partido político en el gobierno van siendo imputados uno a uno en la comisión de presuntos delitos de corrupción, con toda la presunción de inocencia que se pretenda para cada uno de ellos, algo muy grave está ocurriendo en esa organización.

Es evidente que está infiltrada por la peste de la corrupción pero es más obvio que las consecuencias de la falta de respuesta lógica y democrática que muestran sus líderes está dañando de forma considerable al sistema político en el que todavía hasta hoy se asienta el modelo de convivencia de esta sociedad.

Si la crisis económica ha echado por tierra seguridades y garantías sobre una calidad de vida aceptable y desde luego equiparable a la de nuestros vecinos del norte de Europa y nos está convirtiendo a pasos acelerados en ciudadanos europeos de segunda clase, la decadencia impulsada por la actual clase política en el poder, tanto en el Gobierno de España -caso Bárcenas- como en la Comunidad Valenciana, está destruyendo toda esperanza de futuro hacia un sistema que está fallando estrepitosamente ante las fuertes tensiones provocadas por estas crisis.

No es objeto de este comentario argumentar sobre la debacle económica, sus causas y sus soluciones, pero éstas últimas están seriamente comprometidas por el tapón que para el desarrollo de los valores sociales, económicos, políticos y democráticos de la sociedad valenciana representa la actitud del Partido Popular que la gobierna desde hace casi dos décadas.

Podría ser que la sociedad valenciana haya alcanzado o esté a punto de alcanzar tal grado de escepticismo y desconfianza -y de parcial complicidad: el PP es el partido votado mayoritariamente hasta 2011- que le resulte prácticamente indiferente lo que hagan sus representantes gubernamentales. Eso sería una catástrofe ciudadana. Es imperioso no alcanzar, ni siquiera rozar, los límites que separan el asombro de la reacción, ni tensar más la cuerda de la paciencia ciudadana. Corresponde a la clase política responder con transparencia y asunción de responsabilidades a las consecuencias de sus hechos.

La ‘Marca Valencia' está sobrepasando el límite de lo que sus menguantes posibilidades le permiten. Bien sea con la convocatoria de elecciones autonómicas -posibilidad al parecer no muy del agrado del principal partido de la oposición-, bien por la consecución de acuerdos interpartidarios que aporten soluciones mientras se alcanza el final de la legislatura, lo cierto es que la sociedad y el sistema necesitan gestos y cambios de actitud que contribuyan a contrarrestar el nivel de decadencia y perversión que día tras día la actualidad va situando ante la vista y la paciencia de unos ciudadanos cada vez más inquietos.

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