VALENCIA. El 5 de Noviembre de 2008, en un acto académico celebrado en la London School of Economics (LSE) con motivo de la inauguración de su nuevo edificio académico, la reina de Inglaterra realizó la siguiente pregunta sobre el origen de la crisis financiera a un destacado grupo de economistas: "Why did no one see it coming?" (¿Por qué nadie la vio llegar?)
El profesor Garicano, director de investigación del Departamento de Management de la LSE, contestó que, aunque algunos economistas habían alertado sobre la crisis, no se habían manifestado con la suficiente contundencia al explicar el alcance real del problema en ciernes: "En cada escalón de la cadena de concesión de créditos, todo el mundo confiaba en los demás, creyendo que todos hacían bien su trabajo".
Era una explicación de naturaleza conductual, que interpretaba la crisis como una refutación del dogma de la eficiencia de los mercados imperante desde los años 70. Por distintos motivos, el mercado no había incorporado a los precios información relevante sobre el rendimiento futuro de determinados activos, generando una inmensa burbuja de consecuencias imprevisibles en aquellos momentos.
Ni la pregunta regia, ni la respuesta de Luis Garicano dejaban muy bien parados a los economistas, académicos o profesionales, en tanto que expertos que debieron alertar a la sociedad y prepararla para afrontar los retos de la crisis. ¿Dónde estaban los reguladores, los consejos de administración, y los académicos en los años de vino y rosas? ¿Por qué no se habían manifestado con la suficiente contundencia? Las críticas, lógicamente, no se hicieron esperar.
Sin embargo, la pregunta de la Reina Isabel no aludía únicamente al papel de los economistas, sino en general al de todos aquellos que debieron ejercer una actitud vigilante sobre el funcionamiento de los mercados, y que no cumplieron satisfactoriamente con su papel. Entre ellos, los medios de comunicación social.
El relevante papel de los medios de comunicación en los mercados financieros
El periodismo financiero juega un papel relevante en la formación de precios en los mercados financieros. La literatura de investigación en finanzas incluye abundante evidencia empírica que muestra la existencia de una correlación significativa entre el precio de los activos financieros y las noticias publicadas en la prensa. Y no solo porque en los periódicos pueda aparecer nueva información que afecte al valor fundamental de las acciones, sino también por el modo en que los medios tratan las noticias.
Tetlock (2007, Journal of Finance) obtiene evidencia empírica para el mercado norteamericano compatible con la hipótesis de que un lenguaje pesimista en los medios de comunicación afecta negativamente a los precios y aumenta el volumen de negociación. Engelberg y Parsons (2011, Journal of Finance) analizan el impacto de la prensa regional sobre el comportamiento de los inversores, demostrando que si los medios locales informan sobre la publicación de resultados de una empresa, los lectores del periódico que emite la noticia tienden a comprar y vender más acciones que los residentes en otras ciudades.
Dougal, Engelberg, García y Parsons (2012, Review of Financial Studies) muestran que los rendimientos del Índice Industrial Dow Jones dependen significativamente de la identidad del periodista que escribe la famosa columna Abreast of the Market publicada diariamente en el Wall Street Journal, sugiriendo que el pesimismo u optimismo que caracteriza a cada uno de los autores afecta al mercado norteamericano, especialmente en las sesiones que registran importantes variaciones en los precios. Y finalmente, Peress (2012) en un paper reciente todavía no publicado, muestra que cuando las rotativas se detienen debido a una huelga, el volumen de negociación y la volatilidad en el precio de las acciones disminuye.
En general, todos estos artículos vienen a demostrar la importancia potencial de los medios de comunicación. Es cierto que los efectos acreditados en estos estudios son temporales y tienden a desaparecer al cabo de uno o dos días. Sin embargo, nadie puede negar que las noticias publicadas en los medios, y el modo en que los periodistas las redactan, afectan de modo significativo a la formación de precios en los mercados de capitales.
Y, sin embargo, los medios no avisaron
Los medios tenían por tanto capacidad para trasladar al mercado información acerca de las conductas que hemos conocido desde el estallido de la burbuja inmobiliaria: la connivencia entre políticos y gestores, el crédito alegremente concedido para financiar proyectos ruinosos, tanto públicos como privados, la manipulación en las cuentas anuales, y en general, la falta de competencia y capacitación profesional de muchos de los gestores para el ejercicio de sus funciones.
Tras asistir atónitos a la quiebra de la mitad de nuestro sistema financiero, podemos concluir que ningún medio de comunicación español avisó
de antemano de la probabilidad de que una sola caja de ahorros pudiera tener algún problema de liquidez o solvencia. La situación en otros países no es muy distinta, si bien en algunos contextos con mayor tradición financiera hay notables excepciones.
El 13 de Septiembre de 2007, a las 20:30 horas, Robert Peston anuncia en la BBC que el banco Northern Rock tenía graves problemas de liquidez, que podían desencadenar la intervención de la entidad por parte del Banco de Inglaterra. La fuga de depósitos que sufrió Northern Rock con posterioridad al anuncio de la BBC abrió un debate sobre la responsabilidad de los medios de comunicación frente a la crisis. Algunas voces argumentaron que el caso del banco británico era un ejemplo de profecía autocumplida, culpando al periodista de la suerte de la entidad.
En cierto modo, el desenlace de aquella historia pone de manifiesto uno de los aspectos críticos del periodismo financiero: las noticias tienen efectos económicos reales y, por ello, el grado de verificación de las noticias debe ser superior al de otras áreas del periodismo. El periodista se autocensura por miedo a las consecuencias económicas de la información que revela a sus propios lectores.
La autocensura es fruto de una cuestión de ética profesional, pero también de la relación desigual que existe entre los medios de comunicación y los propios inversores. Aunque la prensa financiera parece tolerar la crisis mejor que los medios generalistas, no parece que las editoriales puedan asumir en igualdad de condiciones los costes derivados de las demandas judiciales, que pudieran resultar de las pérdidas motivadas por la publicación de información sensible.
Además, los inversores suelen contar con mayor capacidad técnica en un contexto de creciente complejidad de los productos financieros. Por ello, los medios dependen cada día más de la información suministrada por los inversores especializados, en su propio nombre o en nombre de sus clientes, de modo que la asimetría en el conocimiento e interpretación de la información financiera sitúa al periodista ante el temor de ser manipulado por sus propias fuentes, en la búsqueda de beneficios privados, y ajenos a los objetivos globales de la profesión.
La manipulación por parte de los inversores adquiere distintas formas: priorizar al periodista frente a otros colegas a cambio de un trato favorable o, simplemente, hurtar la información sensible al profesional de la información. De hecho, durante muchos años, algunas cajas de ahorros españolas negaron a los periodistas la oportunidad de presenciar el desarrollo de sus Juntas Generales. El periodismo se había convertido en una molestia, una piedra en el camino de una sociedad en tránsito hacia el bienestar completo y definitivo.
Y la crisis estalló
Y así, sin avisar, la crisis estalló. Y al hacerlo, se llevó por delante la realidad de cartón piedra que con tanto celo se había logrado trasladar desde y hacia los medios de comunicación. Muchos acusan a los medios de situarse ahora en el extremo opuesto, censurando de forma desmesurada los desmanes de antaño, e impidiendo que la confianza se restablezca entre los bancos y sus clientes.
Y ciertamente, los medios no faltan a su cita diaria con la exposición detallada de la mala praxis bancaria, que condujo a la colocación masiva de acciones preferentes de bancos quebrados. No falta la ración diaria de información sobre el perverso director de oficina que no informó a una venerable anciana sobre el riesgo inherente a estos productos financieros.
Sin embargo, nadie informó antes acerca de estos riesgos. Tampoco los medios de comunicación. Y no fue por la impericia de los profesionales de los medios, sino simplemente porque nadie podía prever la profundidad de la crisis que estaba por llegar. Llegados a este punto, podría resultar interesante, y socialmente deseable, informar acerca de la cantidad de profesionales del sector bancario que vendieron estos productos financieros, no solo a sus mejores clientes, sino también a sus propios familiares. Posiblemente porque, aunque cueste creerlo, ellos tampoco entendían el riesgo que corrían asumiendo la comercialización de estos productos.
Se ha hablado con profusión de los reguladores, los consejos de administración y los expertos financieros en general. Pero en España no se ha abordado en profundidad el papel que han jugado los medios de comunicación en la presente crisis financiera. La evidencia parece sugerir un comportamiento procíclico. Los medios han estado ausentes en la época de bonanza, y son excesivamente críticos en la fase recesiva. Los problemas observados deben servir como base para una reflexión en profundidad del papel de los medios en el sector financiero.