Opinión

Romeos y Julietas

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VALENCIA. Salía de la ducha la otra mañana cuando me llegó un whatsapp bomba: "Amigas, he conocido a un hombre de 50. Reunión". Esa misma noche nos congrega en el salón de su encantador ático de Antiguo Reino de Valencia. Nuestras manos se encuentran ocupadas con copas de vino blanco cuando por fin comienza a hablar. Relata que hace unas semanas colgó en Internet un anuncio para compartir piso. Incapaz de hacer frente sola al alquiler de su casa, nos transmite la urgente búsqueda de otro bolsillo con número de cuenta para aliviarle económicamente.

Tras un exhaustivo casting al que se presentaron toda una fauna de insólitos personajes que no encajaban en el perfil que ella necesitaba, sentencia: "Y entonces apareció él. Domesticado por los años, de exquisita conversación, de una atractiva madurez digna de adoración. Un varón de esos que ya están en peligro de extinción".

Mi amiga, de inmaculado corazón e inocente en cuestiones relativas a practicar la picardía, sucumbió al cortejo de aquel desconocido caballero accediendo de inmediato a otorgarle, y con alfombra roja, la mención honoris causa en compañero de piso del año hasta que la muerte los separe. "La segunda semana de convivencia me lo encuentro en el balcón ligeramente achispado junto a una copa de vino. Sin revelarme mucho más me confiesa que echa de menos su anterior vida pero se siente muy agradecido por mi acogida. Supongo que se trata de alguna ruptura y necesita un cambio de aires para curar su reciente herida", emula.

Movidos por la intensidad del momento, fue entonces cuando nos confiesa que ambos, liberándose de ropa e incendiados, se abandonan a una locura carnal, pasioal, generacional. "¡Lucía, podría ser tu padre!" le reprocho. Sin dejarme opción a contrastar mi versión, expone: "¿Y qué? Somos como Julio Iglesias y Miranda Rijnsburger, Michael Douglas y Catherine Zeta-Jones. Un Romeo y una Julieta: puros, entregados, arriesgados". "Este tío es un asaltacunas con mucha jeta", refunfuño en mis entrañas.

Pensando en el asunto una vez en mi casa, recapacito. En tiempos de inclemencia quizás sea necesario abrirse a nuevas alternativas que aunque en el pasado nos resultaran imposibles de conectar, además de solucionar preocupaciones hipotecarias, autorizan revolcones inesperados para su arrendataria. Puede que el caballero en cuestión, destrozado y desterrado de su hogar por culpa de un infortunio conyugal, efectivamente haya tenido que buscarse la vida sin importarle la edad del inquilino con quien firmar una obligación contractual.

Ajeno al mundo acomodado y lineal que se presume una vez alcanzado el "estatus de adulto". Ajeno a las claves de supervivencia que se manejan entre ambas generaciones. Un escándalo social. Pero como se suele decir, esas cosas pasan y más en una época en la que el poder adquisitivo nos condena generalmente a cualquier edad a una juventud eterna.

También pasa que antiguos asalariados sean desterrados de sus casas, pero esta vez, por el sistema. El trabajo más duro para el Romeo de mi amiga fue asimilar las líneas de una carta del banco informándole de la inminente pérdida de su propiedad. Como imaginaba Lucía, una auténtica ruptura sentimental. La de toda una vida repleta de recuerdos materializados en forma de sofá, vajilla o chimenea. Un divorcio contencioso que le destrozó el corazón. Por cierto, últimamente bastante contagioso. Y es que esas cosas también pasan y mucho.

Con el retraso del pago del segundo mes, la ya pareja de Lucía le desveló la verdad. Y la realidad fue arrebatadoramente cruel. Mi amiga, como él, se sintió absolutamente embargada de odio.

Quizás ésta, sea la de una época shakesperiana. Existen muchos potenciales Romeos y Julietas. Personajes que deben abandonar sus hogares porque no les dejan habitar bajo un techo en el que otros imponen despiadadas condiciones. Un destino de sabor amargo que puede enfrentarles a equívocas intenciones. Una realidad agridulce con tintes tragicómicos. La peor desventura que por encima de ética y razones supera a la ficción en cualquiera de sus versiones.

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