VALENCIA. Ruido de campaña electoral con la sombra de fondo de la crisis económica. Rubalcaba se enfrenta al PP con el objetivo doble de impedir la mayoría absoluta del PP y la debacle socialista; el PP aspira a una victoria contundente y los pequeños partidos a reducir el poder del bipartidismo.
Faltan 70 días para las elecciones generales. Primeros escarceos significativos de la campaña electoral. Aprobada con más pena que gloria la reforma constitucional, la directora de campaña del PSOE, Elena Valenciano, se apresura a afirmar que los socialistas la han pactado con el PP por sentido de la responsabilidad, pero que ese es el único punto en común con los populares. En el resto de materias, divergencia absoluta. Escenificada la ruptura con los sindicatos en Rodiezmo, Rubalcaba trata de aproximarse al difuso universo del 15-M y necesita desmarcarse del PP y, paradójicamente, de Zapatero.
El mismo día, Esteban González Pons, vicesecretario de Comunicación del PP, en unas declaraciones un tanto frívolas afirmaba que el Partido Popular generaría tres millones y medio de puestos de trabajo en los próximos cuatro años. La aseveración era desmentida por otros dirigentes populares y desconcertaba a un PP empeñado desde hace meses en una larga estrategia de desgaste al Gobierno y al PSOE, sin concretar políticas futuras.
Ruido de campaña. Ni el desencuentro entre el PP y el PSOE es tan grande, ni el PP va a crear más de 73.000 puestos de trabajo cada mes en los próximos años. Campaña atípica, con la amenaza de fondo de unos mercados convulsos.
Mapa postelectoral del Congreso de los Diputados
Después de la victoria del PP en las elecciones de mayo, los interrogantes a despejar el próximo 20-N son tres. La magnitud del triunfo del PP, el grado de retroceso del PSOE y el peso del bipartidismo.
Se acostumbra a afirmar que el partido que gana las elecciones locales, vence las siguientes generales. No siempre es así. La correlación entre los resultados de PP y PSOE en las dos elecciones es de otra índole. Desde 1995, cuando se consolida el actual ciclo electoral, el PP obtiene entre un 4% y un 5% más de votos en las generales que en las locales inmediatamente anteriores. El incremento del PSOE es mayor, entre un 7% y un 9%. De repetirse esta lógica el próximo 20-N, el PP conseguiría en torno al 43% de los votos y el PSOE alrededor del 36%. El Partido Popular se situaría al borde de la mayoría absoluta y superaría al PSOE en 30 ó 40 diputados.
Hubo una excepción; las generales del 2000. El PSOE ganó las elecciones locales de 1999 superando al PP en un 0,26% de los votos y, sin embargo, en las generales de un año después no mejoró su porcentaje de votos, mientras el PP aumentaba el suyo en más de diez puntos. Ese resultado condujo a la primera y única mayoría absoluta del PP, con 58 diputados más que el PSOE. Si ahora se diese una situación parecida, el PSOE no sobrepasaría el 30% de los votos y el PP conseguiría más del 45%, obteniendo una mayoría absoluta clara y superando a los socialistas en más de 60 diputados.
En otro orden de cosas, los sondeos de opinión apuntan a una reducción del voto y la representación de PP y PSOE sumados. En 1996, estos dos partidos contaban con 297 diputados, habían recibido el 77,2% de los votos y eran el 85% del Congreso; IU tenía 21 diputados (6% de la cámara, con el 10,6% de los votos) y era el único partido de ámbito estatal al margen de PP y PSOE; mientras, los partidos regionalistas y nacionalistas periféricos obtenían un 11% de los votos y el 9% de representación parlamentaria (32 diputados). Desde entonces, el peso del bipartidismo no ha dejado de crecer en cada elección, sumando PP y PSOE, en 2008, 323 diputados, el 92% de la cámara, con el 86,7% de los votos. Los terceros partidos estatales (IU y UPyD) sólo tenían un 1% de los diputados (3) y el 5% de los votos. Los otros 24 diputados eran de partidos no estatales, con el 7,5% de los votos y el 7% del Congreso.
Vistas las últimas elecciones locales, la suma de diputados de los dos grandes partidos después del 20-N, probablemente se reducirá por debajo de 310 y los pequeños partidos aumentarán su representación. Ahora bien, los pequeños partidos de ámbito estatal (IU y UPyD) difícilmente incrementarán demasiado su representación. Los principales beneficiarios del retroceso del bipartidismo serán los pequeños partidos de ámbito no estatal y, más específicamente, CiU, Bildu-Aralar, Foro Asturias y, quizás, Compromís. Aunque todo depende del grado de polarización de la campaña entre Rubalcaba y el PP.
Sin PSOE y con poco Rajoy
Pero, más allá de los posibles cambios en el mapa del Congreso de los Diputados tras el 20-N, en esta campaña se da el hecho singular de un candidato (Rubalcaba) que trata de ocultar a su partido, y un partido (PP) que apenas expone a su candidato. Rubalcaba sería la principal fortaleza de un debilitado PSOE y Rajoy la mayor debilidad de un PP fortalecido.
En consecuencia, la estrategia socialista consiste en acumular propuestas y personalizar al máximo la campaña con la esperanza de que pueda llegar a convertirse en un pulso entre Rubalcaba y Rajoy. Creen que de ese modo podría tener éxito el discurso de que el primero es más solvente y tiene un programa repleto de propuestas, y el segundo es peor gestor y no explica lo que quiere hacer. El PSOE desea una elección personal y concreta: de un lado, Rubalcaba y sus propuestas; de otro, Rajoy y sus generalidades.
El PP, por el contrario, actúa como un actor colectivo y resalta la necesidad de un cambio taumatúrgico que ponga fin al Gobierno actual. Conscientes de que la valoración general de Rajoy es bastante inferior a la de Rubalcaba, el protagonismo de su candidato es sólo ligeramente superior al del resto de voces del PP e insisten en el valor colectivo del PP, partido al que en los sondeos se atribuye una mayor capacidad para la gestión económica. Por eso se evitan las concreciones programáticas. Los populares quieren una elección entre dos imágenes genéricas: el partido en el Gobierno, culpable de la evolución de la crisis, o el partido que gestiona bien la economía y sacará a España de la negativa situación actual.
¿Quién tiene más posibilidades de hacer valer su estrategia? Sin duda, el PP. La crisis ha maltrecho la imagen del PSOE, ha roto sus alianzas sociales y ha destrozado su discurso. Pero, además, en las elecciones generales españolas desde 1977, el tándem partido fuerte y candidato relativamente débil es siempre más importante que el de partido débil y candidato fuerte. La sobreexposición mediática y la concentración de poder en manos de los líderes tiende a presentarlos como seres situados muy por encima de la fortaleza de sus partidos.
Pero sin partido, sin redes de personas distribuidas por todo el territorio y ámbitos de la sociedad civil, sin equipos capaces y flexibles, sin relato y sin una buena organización y objetivos claros, es imposible ganar unas elecciones generales. En España no ha ocurrido nunca desde 1977. Y, en estos momentos, el PP es un partido más numeroso, con equipos más integrados, con más poder institucional, con mejor relato y con mayor capacidad operativa que el PSOE.
El espacio político valenciano
Ecos periféricos en la Comunidad Valenciana de la campaña. Los partidos fijan sus metas electorales y preparan las listas. El PP quiere conseguir más de un millón y medio de votos y algún diputado más. Objetivos posibles, sobre todo el primero. El PSOE se conformaría con estar cerca del millón de votos y no perder escaños. Algo nada fácil, sobre todo lo segundo. Compromís y EU aspiran a un escaño por Valencia. Un propósito factible, sobre todo para Compromís. Juegan en contra dos factores; la pobre movilización de esta formación en las elecciones generales y su escasa actividad política pública desde su éxito relativo en las elecciones locales y autonómicas de mayo.
Los dos grandes partidos elaboran listas con lógicas internas. Saben que los ciudadanos votamos a un partido y no a unos diputados concretos. En el PP, Rita Barberá planta cara a Rus y parece pugnar por ser cabeza de cartel. La capital contra la ruralía. En el mortecino PSOE, en cuyas listas proliferan los jefes de los grupúsculos internos, la candidata por Valencia y secretaria general del Ministerio de Fomento, Inmaculada Rodríguez Piñero, desconcierta a Alarte al afirmar que España puede tener más de un eje ferroviario transeuropeo. Algo cierto, pero que se desvía de la cuestión esencial. Lo importante ahora es saber cuál de los dos será prioritario para la UE y, por lo tanto, tendrá apoyo financiero europeo inmediato.
El PP y el PSOE valencianos siguen sin ofrecer resistencia a llevar en sus listas a personas que nada tienen que ver con la Comunidad Valenciana. El PSOE substituye en esa función a María Teresa Fernández de la Vega por Ángel Gabilondo y el PP mantiene a Federico Trillo y Nacho Uriarte. Nadie entiende que haya un problema de representación; pero la sociedad valenciana se merece otra cosa.