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Estrategia de Política Industrial 2010-2015: un brindis al sol

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VALENCIA. Esta pérdida de relevancia, en el empleo y en el PIB, es una tendencia común a todas las economías avanzadas, que están viendo cómo los nuevos países emergentes toman el relevo en una actividad que fue dominante hasta la primera mitad del siglo pasado mientras servicios de alto valor añadido la sustituyen con la excepción parcial del gigante industrial de Alemania, con el que no nos podemos comparar. Los firmantes del documento de Estrategia de Política Industrial 2010-2015 parecen querer ignorar esta constatación y luchar contra lo inevitable malgastando recursos escasos de todos los valencianos.

Ello es todavía más criticable porque ninguno de ellos supo actuar cuando era posible no ya para incrementar la competitividad de la industria, sino del conjunto de la economía valenciana. La política económica del Consell, con la aquiescencia de Cierval y el silencio cómplice de los sindicatos, ha estado concentrada única y exclusivamente en los grandes eventos, esos que iban a tener ingentes efectos multiplicadores (sobre la inversión extranjera, el I+D+i, el empleo, etc. etc.) que a la hora de la verdad han quedado en casi nada. Y en los que no es inútil recordar que se han gastado miles de millones de todos los valencianos.

Las buenas intenciones que pretende el documento no afrontan, además, el reto nuclear de la economía valenciana: que su estructura productiva no demanda trabajo cualificado al no existir una masa crítica suficiente de empresas (agrarias, industriales y de servicios) que produzcan bienes de alto valor añadido. Mejorar la cualificación de la mano de obra, por tanto, sin previamente convertir el espíritu emprendedor en el eje de la acción de la política económica de la Comunidad Valenciana no servirá para nada, salvo  para exportar capital humano a otras economías que no emplean ni un euro en su formación y que sin embargo saben sacar rédito de ello.

Son economías que no se han perdido estos últimos decenios como lo ha hecho la Comunidad Valenciana en míticas tierras y fórmulas milagrosas que no han servido para nada salvo para engordar nuestro ya de por si bien nutrido endeudamiento autonómico. Ahí está la tasa de paro o la pérdida de peso exportador o en el conjunto del PIB nacional para demostrarlo.

Por tanto, si no se empieza la casa por los cimientos, todos los acuerdos que se firmen son simples brindis al sol en época preelectoral. Es como se dice en valenciano, garbellar aigua. Lo lamentable, que no sorprendente, es que los sindicatos y los dirigentes empresariales se presten también a un juego que no conduce a ninguna parte, como bien hemos podido comprobar durante los últimos años.

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