El feminismo de verdad no se mide por el tamaño de una pancarta ni por lo ingenioso de un eslogan, sino por lo que haces cuando una mujer, dentro de tu propia casa, se atreve a denunciar acoso. Ahí se acaban las campañas y empieza la verdad. Y estos días, esa verdad ha terminado golpeando de lleno al PSOE… y, muy especialmente, a Pilar Bernabé, secretaria de Igualdad de los socialistas y delegada de Sánchez en la Comunitat Valenciana.
El caso Salazar es el retrato de un sistema que protege antes al partido que a las mujeres. Varias militantes denunciaron presunto acoso sexual a través del canal anónimo que el PSOE vendió como ejemplo de compromiso feminista. Lejos de actuar, las denuncias se silenciaron y durante meses no pasó nada. Solo cuando el escándalo ya era imposible de tapar se ha empezado a reaccionar. Pero solo a medias tintas: sin acudir de forma inmediata a la fiscalía.
¿Qué está pasando en el PSOE? Tito Berni, Koldo, Ábalos, Santos Cerdán y ahora Paco Salazar, otro hombre de máxima confianza de Pedro Sánchez, pieza clave en sus primarias y asesor directo en Moncloa. A los partidos los hacen las personas, y el perfil elegido como núcleo duro del Partido Socialista es machista, misógino y asqueroso. Ningún partido en Europa ha mostrado públicamente una imagen tan degradante de la mujer.
¿Y cuál ha sido la respuesta de los socialistas valencianos ante toda esta infamia? Ninguna. La misma que ante sus numerosos escándalos de corrupción.
Pero, en este asqueroso caso, Bernabé y la dirección nacional han cruzado una línea roja en la defensa de la mujer: pidieron silencio a las compañeras de partido que aún tenían fuerzas para exigir responsabilidades. ¿Cómo pueden imponer silencio? ¿Cómo pueden hacerlo cuando toda la sociedad estamos pidiendo a las víctimas de violencia machista que no tengan miedo y que denuncien? Su actuación denota el cinismo y la hipocresía de la izquierda.
Lo más grave es que su respuesta guarda el mismo patrón que hemos visto en otros casos, como la nefasta gestión del sistema que debía proteger a las mujeres maltratadas a través de pulseras telemáticas y que está fallando. Cero peticiones de responsabilidades.
Ahora, preguntémonos con honestidad: ¿Qué habría pasado en Valencia si este fallo se hubiera producido con el Partido Popular? Tendríamos manifestaciones multitudinarias, portadas diarias, editoriales feroces, exigencias de dimisión en cadena y una campaña política permanente. Pero como el fallo es del Gobierno de Sánchez, se guarda silencio. Ese doble rasero es una constante.
Sin embargo, la sociedad ya se está revelando ante los numerosos escándalos del gobierno sanchista y el último apunta directamente a Pilar Bernabé. La que practica el feminismo de púlpito convivía en perfecta armonía con el machismo de sus compañeros mirando hacia otro lado.
Bernabé es la secretaria de Igualdad, la voz oficial del feminismo socialista, la que pone la firma a los comunicados y a las campañas moradas. Y, ahora, la que ante denuncias de acoso sexual no protege ni arropa a sus propias compañeras: pide calma y comprensión en lugar de medidas inmediatas y dimisiones, que sí exige cuando se trata de señalar a otros. Feminismo de quita y pon.
A esto me refiero cuando hablo de igualdad selectiva. Una igualdad que se activa a la velocidad de la luz para ganar el relato, pero que se desvanece cuando la acusación apunta a un compañero de filas. Entonces lo importante ya no es la mujer, sino “gestionar el daño”, “no dar munición a la derecha” y “esperar a ver qué pasa”, esperando que no pase nada.
Una igualdad así no protege a las mujeres; pretende proteger a las siglas. No es un compromiso ético, es un escudo político.
Las mujeres no necesitan una igualdad que se active solo cuando conviene electoralmente. Necesitan saber que, denuncien contra quien denuncien, serán escuchadas, respetadas y protegidas.
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