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Publicado: 12/06/2011 ·
21:37
Actualizado: 00/00/0000 ·
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VALENCIA. Pues parece que más allá de la contundencia aritmética de los resultados, la única incógnita política que flotaba en el aire el día de la constitución de Les Corts era la cuestión de determinar quién representaba exactamente a la dignidad, quién a los indignantes y quién a los indignados.
'Representar' es una palabra más compleja de lo que pudiese parecer. Tiene -no por casualidad- un componente metafórico, otro estadístico, otro político y otro teatral. Y es normal tanta contrariedad al respecto, dado que el concepto que está en crisis en la España contemporánea, queramos enterarnos o no, es el de representación.
Dios cuenta, por ejemplo, con un buen número de representantes autorizados sobre la faz de la tierra. Algunas interpretaciones sostienen que los parlamentos, además de representar, absuelven. Y otros menos pendientes de las absoluciones, se las ven y se las desean para mejorar el volumen de su representación.
Los más pequeños suelen quejarse de obtener en escaños una representación mucho menor de la que por número de votos les corresponde. Otra tensión de fondo es la de si es el centro o es la periferia quién disfruta de sobrerrepresentación en la participación del poder decisorio del Estado. Y algunos, que van por libre, le han cogido el aire a eso de representar ellos legítimamente, increpando a quién increpen, el extendido sentido ciudadano de la indignación.
"No nos representan, no nos representan", abucheaban con fuerza los representantes no electos del 15M, a los sí elegidos por el pueblo valenciano.
Los parlamentos contemporáneos presentan disfunciones desde un sentido exigente de la representación. Desde luego hay motivos para exigir que los parlamentos representen a la gente más y mejor, y para que no se confunda la función de representar con la gracia de ser absuelto. Pero también es lícito poner muy seriamente en cuestión que el 10J representase al 15 M, del mismo modo en que las extralimitaciones en que pueda incurrir la policía no sirven para poner en cuestión la normalidad democrática de su función habitual.
A lo que vamos es que algunos de los deplorables incidentes cometidos por presuntos indignados (en Valencia, el abucheo a Joan Lerma ha sido uno de los más injustos y disparatados), no pueden llevar al descrédito las cosas importantes que el 15M ha representado. España es un país con una ciudadanía políticamente insatisfecha, y es justo pensar sobre ello y hacer lo posible por ponerle remedio.
Qué cosa o quién representa en cada momento a cada cuál es algo bastante difícil de determinar. Pero lo que está claro es que los jóvenes tienen muchas razones para estar desencantados, que la gente lo está pasando muy mal ahí fuera y que la política española y valenciana tienen mucho margen de mejora.
Cada uno debe ser fiel a lo que representa. La clase política representa a la sociedad y se mire como se mire, ésta no está contenta con aquélla.
Que el 15M hiciera originariamente tal acopio de solidaridad ciudadana no es algo que deba pasarse por alto. Claro que algunos se han arrogado esa representación para cometer imbecilidades o gamberradas.
Pero tal vez el 15M era una reclamación ciudadana para que la clase política no haga lo mismo con la representación que de sí misma le confiere la sociedad.
'Representar' es una palabra más compleja de lo que pudiese parecer. Tiene -no por casualidad- un componente metafórico, otro estadístico, otro político y otro teatral. Y es normal tanta contrariedad al respecto, dado que el concepto que está en crisis en la España contemporánea, queramos enterarnos o no, es el de representación.
Dios cuenta, por ejemplo, con un buen número de representantes autorizados sobre la faz de la tierra. Algunas interpretaciones sostienen que los parlamentos, además de representar, absuelven. Y otros menos pendientes de las absoluciones, se las ven y se las desean para mejorar el volumen de su representación.
Los más pequeños suelen quejarse de obtener en escaños una representación mucho menor de la que por número de votos les corresponde. Otra tensión de fondo es la de si es el centro o es la periferia quién disfruta de sobrerrepresentación en la participación del poder decisorio del Estado. Y algunos, que van por libre, le han cogido el aire a eso de representar ellos legítimamente, increpando a quién increpen, el extendido sentido ciudadano de la indignación.
"No nos representan, no nos representan", abucheaban con fuerza los representantes no electos del 15M, a los sí elegidos por el pueblo valenciano.
Los parlamentos contemporáneos presentan disfunciones desde un sentido exigente de la representación. Desde luego hay motivos para exigir que los parlamentos representen a la gente más y mejor, y para que no se confunda la función de representar con la gracia de ser absuelto. Pero también es lícito poner muy seriamente en cuestión que el 10J representase al 15 M, del mismo modo en que las extralimitaciones en que pueda incurrir la policía no sirven para poner en cuestión la normalidad democrática de su función habitual.
A lo que vamos es que algunos de los deplorables incidentes cometidos por presuntos indignados (en Valencia, el abucheo a Joan Lerma ha sido uno de los más injustos y disparatados), no pueden llevar al descrédito las cosas importantes que el 15M ha representado. España es un país con una ciudadanía políticamente insatisfecha, y es justo pensar sobre ello y hacer lo posible por ponerle remedio.
Qué cosa o quién representa en cada momento a cada cuál es algo bastante difícil de determinar. Pero lo que está claro es que los jóvenes tienen muchas razones para estar desencantados, que la gente lo está pasando muy mal ahí fuera y que la política española y valenciana tienen mucho margen de mejora.
Cada uno debe ser fiel a lo que representa. La clase política representa a la sociedad y se mire como se mire, ésta no está contenta con aquélla.
Que el 15M hiciera originariamente tal acopio de solidaridad ciudadana no es algo que deba pasarse por alto. Claro que algunos se han arrogado esa representación para cometer imbecilidades o gamberradas.
Pero tal vez el 15M era una reclamación ciudadana para que la clase política no haga lo mismo con la representación que de sí misma le confiere la sociedad.
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