Tres años más tarde, en 2009, Stiglitz me siguió pareciendo sensato cuando criticó duramente el plan-E de Obama. Alertaba el Nobel que el ARRA (The American Recovery and Reinvestment Act) era del todo insuficiente, menos de un 2% del PIB americano y que tan solo conseguiría contratar a peones de obra mientras se seguía despidiendo a médicos y profesores.
El ARRA, el Plan-E, el Plan Confianza, han fallado por las mismas razones que apuntaba Stiglitz: su diseño es cuantitativamente insuficiente y cualitativamente deficiente. El nuevo plan-EU, con menos del 1% del PIB de la eurozona es incluso peor que los anteriores. Cuando se demandan políticas de crecimiento, suena a broma volver a reparar las aceras mientras se despide a médicos y profesores.
Cuando hace dos semanas el Nobel declaró que el rescate a España era "economía vudú", me pareció el Stiglizt más sensato de los últimos años: "No está funcionando y no funcionará". ¿Si el Gobierno rescata a la banca y los bancos al gobierno, quien nos rescatará al resto?
El problema de la economía española reside también en el resto: la deuda privada alcanza un 200% del PIB español y casi triplica la pública. Si el plan de rescate se olvida de familias y empresas, ¿cómo se financiarán los servicios públicos y la banca? Tras el rescate bancario, las entidades financiera están abocadas a valorar sus activos inmobiliarios a precios de mercado, con un detrimento de al menos un 30%.
Una solución, como proponía Krugman en Agosto del 2007, sería rescatar también a los hipotecados. Por ejemplo, imponiendo que los bancos minusvaloren también las hipotecas de sus clientes en función del precio actual de los bienes hipotecados. Hay múltiples fórmulas para llevarlo a cabo incluso con ganancias para bancos. Una de ellas sería convertir a los hipotecados en accionistas o destinatarios de productos de inversión.
Supondría no solo una inyección virtual de un 30% del PIB (y no solo un pingüe 1% del plan-EU), sino un desahogo de justicia para el drama de muchas familias al borde del desahucio. De paso, ayudaría a lavar la imagen de los bancos, y de sus directivos, faltos de crédito ante la sociedad.