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La invisibilidad de los valencianos

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VALENCIA "Que los gobiernos se burlan de Valencia es un mal antiguo" clamaba hace casi cien años el dirigente conservador Luís Lucia. Como si el tiempo se hubiera detenido, la cantinela se sigue utilizando. Y en ocasiones, como en los último años, con extrema habilidad en buena parte gracias a la colaboración de la insuperable falta de capacidad de Jorge Alarte y amigos. El hecho es que el mantra de la falta de atención gubernamental a los problemas valencianos viene tapando carencias, ocultando escándalos, disfrazando fracasos y camuflando desplantes. En una palabra, enmascarando que la razón principal de esta falta de atención, en muchas ocasiones inventada y en otras muy real, es la incapacidad de los dirigentes, tanto políticos como empresariales, para hacer valer nuestros intereses. Peor todavía, la sociedad valenciana, excepto como playa de Madrid, no es que sea irrelevante en la configuración del poder económico o político en España. Es que es invisible. Y ello tanto la que reside en el pretendido aunque imposible cap i casal como la que se asienta entre el Cenia y el Segura.

UNAS CAUSAS POCO INDAGADAS

Que conozca, hasta ahora no ha habido un intento de reflexión digno de tal nombre para identificar las causas de esta situación a pesar de que la queja es ya centenaria. Por tanto, seguimos igual. Seguimos siendo en torno a la décima parte del PIB o de la población española y no tenemos peso alguno en las decisiones básicas que se toman en lo que debiera ser el espacio común de la acción pública. Quizá porque por más que digan lo contrario, para unos y otros, es mucho más cómodo que el mito de la desatención permanezca e intentar la solución individual. Y es que siempre es mejor atribuir a terceros el origen de los males que reconocer la responsabilidad propia.

Sin embargo, sería exagerado considerar que la totalidad de los actores mantienen esta cínica actitud. Ni siquiera entre los políticos, entre quienes la docilidad ante la superioridad madrileña para mantenerse en el cargo es la norma. ¿A qué se debe entonces tanta palabra y tan poca acción? De nuestros políticos, en realidad controladores oligopolistas del mercado del voto, no cabe esperar nada sin presión externa. Pero ¿en qué se ha concretado aquella declaración tajante de ser exigente con ellos con la que Boluda se inició en la presidencia de AVE? ¿Ha pasado la Fundación Conexus de la segunda cena como denunciaba Serratosa que nunca ocurría con las iniciativas de creación de un lobby valencianos? No se sabe nada de la actividad desarrollada por esa fundación.

A quienes no nos convence la cómoda explicación de que todo se debe a rasgos antropologizables de los valencianos, nos corresponde buscar las causas de esa incapacidad. Y dentro de éstas, y junto a la atomización empresarial, se debería prestar atención a la propia estructura de poder dentro de la sociedad valenciana con tres polos (Castellón, Alicante y Valencia) sin relación entre ellos. Si las élites económicas son incapaces de establecer nexos comunes dentro de la sociedad valenciana, ¿cómo esperar que vayan a plantear ninguna reivindicación común más allá del territorio de la Comunidad?

La referencia a la incapacidad de políticos y empresarios no justifica la ideología lacrimógeno-mendicante, en feliz expresión del Amando de Miguel de los 70's. La falta de capacidad para unirse y conseguir influir es, en mi opinión, la resultante de no aceptar la estructura multipolar de la economía y de la sociedad valenciana, y por tanto del poder que deriva de ellas. La comparación con Cataluña es ilustrativa. En 1900 la ciudad de Barcelona representaba en 27,5% de toda su población. Y junto a su área de influencia del Maresme y el Baix Llobregat superaba el 35%. Por el contrario Valencia, entonces sin área de influencia económica más allá del Mercado Central, no llegaba al 14%, Alicante estaba en torno al 3% (con Alcoi, Elx, Orihuela por debajo de la mitad de ese porcentaje) y Castellón menos del 2%.

Más de un siglo después, las cosas han cambiado menos de lo que determinadas iniciativas y declaraciones pueden hacer pensar. La urbanización, como en todas las sociedades industrializadas, ha aumentado espectacularmente, pero la estructura multipolar no se ha modificado. Valencia, junto al conjunto de l'Horta roza el 30% de de la población total, pero Alicante junto al eje mencionado no se sitúa lejos. Sólo Castellón ciudad queda muy por debajo. El inferior peso demográfico y económico de Alicante y Castellón explica que la relevancia de las dos Diputaciones sea muy superior a sus alcaldías, algo impensable en Valencia por mucho que lo intente Rus a base de astracanadas. Considérese como contrapunto Cataluña: la proporción de población del área metropolitana de Barcelona hoy está en torno al 45%.

A la vista de ello, parece posible defender que sin partir de esta constatación y, desde ella buscar elementos transversales, hoy ausentes, no habrá posibilidad de superar la actual invisibilidad de los valencianos. Una falta de capacidad de influencia que alcanza desde el desconocimiento del nombre de la comunidad, general en toda España, hasta una financiación por habitante a la cola de las Comunidades Autónomas que se arrastra desde el nacimiento de la España democrática. No hay mejor constatación de que el problema no es resultado de una u otra opción política o de voluntades individuales.

CAM Y BANCAJA COMO PRUEBA

Por eso mismo, por más que no se quiera reconocer la desaparición de CAM y Bancaja, a la que inexorablemente le seguirá la de la mayoría valenciana en el Banco de Valencia, no es una casualidad. Es la expresión depurada en el terreno económico de esa incapacidad de políticos y empresarios para, como señalaba el clásico italiano, "satisfaciendo sus propios intereses, hacer avanzar a toda la sociedad". Lo cual hace que mientras la mayoría de los emprendedores se concentra en capear la crisis, algunos de esa elite (Conexus) defienden una mejor relación con Madrid y otros (AVE) impulsan el eje mediterráneo y su Observatorio. Y no contentos con este gallinero valenciano que podría haber servido de inspiración a Borkenau, han aparecido unos terceros (Cierval) impulsando un eje Atlántico-Mediterráneo sin que ninguno de los dos anteriores esté consolidado. Es el divide y vencerás, en su enésima versión valenciana.

Todo para que los de Madrid vengan a provincias a comer paella para de inmediato marcharse y que todo siga igual. Esto es, ellos confundiendo España con lo queda dentro del perímetro de la M30 e imponiendo sus intereses y los valencianos exultantes de haber recibido a tan importantes invitados. Mientras tanto sus homónimos de Castellón y sobre todo de Alicante que tienen mayor peso, ajenos a la fiesta del AVE se hallan concentrados en establecer relaciones bilaterales con Madrid. Es lo lógico dadas las nulas ventajas que ofrece la intermediación, siempre fenicia, de Valencia.

 

Pocas veces una imagen supera a miles de palabras para explicar lo señalado hasta aquí que la fotografía de presentación de la entidad que ha engullido a Bancaja, exacta repetición de la tomada el pasado julio cuando se anunció el SIP. En ellas, como se recordará, Rodrigo Rato, cual columna de Hércules, aparece en el centro con las manos extendidas mientras el resto de los presentes, representantes de las cajas obligadas a unirse a CajaMadrid y entre ellos un ex presidente de la Generalitat, luchan por llegar a ellas, como si tocándolas fueran a sanar. Sabiendo que ha conseguido del FROB 4.465 millones se explica todo. Desde la inmensa sonrisa que lucen los presentes a la razón última de la invisibilidad de los valencianos.
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(*) Jordi Palafox es catedrático de Historia e Instituciones Económicas en la Universidad de Valencia.

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