El pasado 8-5-23 publiqué en Valencia Plaza un artículo con este mismo título sobre la problemática de nuestra masa forestal, su gestión y consecuencias de la inoperancia gubernamental en la materia. Pasados casi dos años y medio y más de medio millón de hectáreas arrasadas por el fuego desde entonces, constatamos que no solo la situación no ha mejorado sino que ha empeorado.
Constatamos, una vez más, que la Administración está anclada en la inoperancia, la ineficiencia y la incapacidad más absoluta con unos políticos que deberían gestionar los activos, forestales o no, que son patrimonio de todos los españoles y no lo hacen, porque no pueden, no saben o no quieren o las tres cosas a la vez. No es posible que sean tan incapaces y malos, malos en sus dos acepciones, maldad y baja calidad profesional; parece que nos ha tocado lo peor de cada casa. Lo único que hacen bien es mentirnos diariamente, ahora no se ponen de acuerdo ni en la cantidad de hectáreas quemadas, mientras Copernicus y el Sistema de Información Europeo de Incendios Forestales (EFFIS) nos aportan datos de hectáreas quemadas que casi triplican la información que nos aporta el Ministerio del ramo…¿hasta cuándo?
Estamos sufriendo en España el peor socialismo posible, una tras otra, año tras año, constatamos como España está siendo asolada, arrasada, devastada por políticas erráticas que nos deshilachan y nos enfrentan; nada funciona bien, emergencias, Covid, ferrocarriles, carreteras, apagones eléctricos…mientras nos vacían a impuestos y engrosan la deuda pública, que ni ellos saben cómo pagarán…
Pero no nos desviemos, considero que por su actualidad y vigencia aquí reproduzco, integro, no muevo ni una sola coma, el artículo al que me refería al inicio.
<artículo de Kristin Suleng, en Valencia Plaza, sobre liderazgo y alerta temprana para combatir los incendios forestales que se producirán este verano, me he preocupado por analizar la situación actual de nuestros montes, bosques, población forestal y demás activos naturales susceptibles de sufrir un mega incendio. (Ya han empezado, a finales de marzo, ver incendio Villanueva de Viver con casi 5.000 hectáreas arrasadas).
Y como no, me doy de narices con la Administración. No voy a valorar las excusas utilizadas para justificar dichos incendios ni las causas de los mismos (falta de limpieza, políticas inadecuadas…), ya que, en definitiva, los incendios no son sino desastres naturales accidentales, provocados y/o ambas cosas. Son impactos negativos generados por acciones o inacciones de nuestras administraciones sobre el medio ambiente en este caso. También tienen un impacto negativo sobre bienes y cultivos de las personas de las poblaciones limítrofes que afectan a su bienestar actual y comprometen su futuro.
Me pregunto ¿cómo es posible que con los adelantos tecnológicos, previsiones meteorológicas, equipos antiincendios de última generación, drones, aviones, equipo humano especializado, etc. se tarde más de 25 días en sofocar un incendio? Digo sofocar, porque lo de perimetrar es de risa. Antiguamente, hace 50,75 o 100 años, los incendios, menores en cantidad, pero idénticos en virulencia, el fuego es el fuego, se sofocaban con relativa rapidez y afectaban a la décima parte de hectáreas que actualmente. Ah, el liderazgo.
No es posible que en pleno siglo XXI, las decisiones que afectan a nuestros bosques se tomen desde despachos de personas que no han pisado, habrá excepciones, un bosque. ¿Cómo es posible que en plena Era de la colaboración público privada, se tomen decisiones ideológicas sobre nuestros activos forestales, sin atender a los datos ni consultar a los expertos sobre el terreno (titulares de los derechos)?
Tomando como referencia las conclusiones de las últimas cumbres mundiales sobre biodiversidad, COP15, en las que se nos anima a mirar a las poblaciones indígenas y rescatar y aplicar sus conocimientos ancestrales de la naturaleza, como es posible que todo el entramado legislativo que afecta a nuestros bosques y recursos forestales no haya tenido en cuenta las opiniones y experiencias de los principales conocedores de los mismos, como son los agricultores, ganaderos, agrosilvicultores, asociaciones de cazadores y pescadores, poblaciones limítrofes y sus corporaciones locales, etc.
Cuando tenemos la sospecha de que vamos por el camino equivocado la sensación es muy desagradable y las consecuencias desastrosas.

- Vista aérea tras el incendio, a 20 de agosto de 2025, en Laza, Ourense. -
- Foto: CARLOS CASTRO/EP
Utilizamos la tecnología para impulsar y rentabilizar cosechas y producción ganadera; aplicamos la alta tecnología para prevenir los incendios (la startup OroraTech, con sede en Múnich, tiene como objetivo prevenir incendios mediante el uso de IA y satélites y así poder mitigar futuros desastres de alta gravedad desarrollando cámaras térmicas infrarrojas que, utilizando algoritmos basados en IA, miden la temperatura de cada píxel en tiempo real para detectar incendios forestales), el secuestro de carbono por IA y los algoritmos de cálculo avanzados para optimizar las cosechas…, pero todo esto solo puede ayudarnos hasta cierto punto.
Debemos aprender de las comunidades que han utilizado y desarrollado, tras siglos de observación, un profundo conocimiento geográfico de su tierra y prácticas ancestrales para cultivar formas sostenibles de vida y trabajo. Hay muchos beneficios sociales y ambientales que se combinan al aprovechar las tecnologías tradicionales. No podemos ni debemos marginar la biodiversidad nativa de nuestros pueblos y su sabiduría para estimular la economía local y proteger los activos forestales, de los que ellos son los principales conocedores. Actualmente tenemos que incluir a estas comunidades, típicamente marginadas, en la gestión de sus tierras y en la generación de políticas que les afectan directamente.
Si las empresas y los municipios están comenzando a comprender la importancia de las prácticas que realizan sus agricultores, silvicultores, ganaderos, cazadores, etc. por qué desde las administraciones, Central y Autonómica, no se respetan dichos conocimientos ancestrales y se tienen en cuenta las opiniones de dichas partes interesadas. (Deloitte publicó recientemente un marco de referencia, en colaboración con el Foro Económico Mundial, que detalla la importancia de integrar perspectivas ancestrales y afirma que "la solución radica en reorientar los sistemas de 'valor': escuchar y respetar económica, académica y socialmente y valorar políticamente el conocimiento que rigió el uso y cuidado de las tierras (labranzas, bosques, activos forestales) durante milenios. La naturaleza tiene una voz humana”. Y yo añado, una voz que nuestros políticos, desde las distintas administraciones, no han estado dispuestos a escuchar.
En definitiva, debemos desbloquear nuestro potencial para amplificar las soluciones que la Comunidad Valenciana necesita en este momento. Y entender que no todas las mejores ideas y soluciones avanzadas fluyen de la Administración, como ha quedado demostrado una y otra vez, incendio tras incendio. Más bien, las soluciones requeridas para avanzar más y más rápido en el abordaje de la gestión medioambiental que afecta a nuestros pueblos y nuestros bosques deben ser impulsadas por soluciones intersectoriales, compartiendo las perspectivas de quienes entienden profundamente las regiones, los sistemas y los problemas que se abordan. Si podemos hacer eso, tal vez finalmente podamos llegar a una solución real.
Dejaremos de subyugar, avasallar y someter a nuestros agricultores, ganaderos y demás partes interesadas en el ecosistema forestal. >>
Hasta aquí el artículo de 2023, pero probablemente cuando desde las administraciones se den cuenta de todo esto ya sea tarde y no quede ningún bosque que proteger, además de las vidas humanas en juego.
Mi recuerdo para las 228 víctimas de las inundaciones y mi apoyo y cariño a sus familiares. Y nuestro esfuerzo y solidaridad para los damnificados y perjudicados.
Ricardo Romero es especialista en estrategia de impacto