Opinión

CRÓNICAS DESDE EL PURGATORIO

Las alianzas de Juan Ros y la corbata de los empresarios

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 Empresrios del aRcomo Mefiterráneo con Alberto Fabra

"A ninguna empresa le gusta aparecer al lado de las esquelas". Con este guiño a los medios de comunicación puso fin el viernes pasado el industrial Juan Ros a un sorprendente encuentro de la cúpula de APD-Levante con un puñado de periodistas valencianos en torno a mesa y mantel en el Westin. Ros lanzó un mensaje optimista, por fin, y reclamó actitudes mediáticas que lo acompañaran

VALENCIA. Ros, presidente de APD-Levante, fue el único de los presentes que acudió sin corbata -sin contar las mujeres, la empresaria Paloma de Miguel -Baxter, y una cuantas periodistas- y justificó la circunstancia no con el hecho de que pudiera ser un típico viernes ‘casual day' sino para mostrar "lo que había detrás de la corbata", o sea, nada, "para que se vea que no los tenemos ahí"... Testosterona aparte, Ros asumió de forma más o menos natural un liderazgo empresarial que hacía tiempo no percibíamos por este dolorido territorio.

El tópico ‘queremos y podemos', que en su boca sonó a real determinación, valdría como resumen de sus intervenciones, salteadas a lo largo de un encuentro que adoptó un formato poco habitual. Uno a uno, periodistas, empresarios y directivos fueron presentándose públicamente al resto de los comensales, micrófono en mano, para abrir paso a turnos libres de preguntas y respuestas.

Se habló de financiación para las empresas, de competitividad, de internacionalización, reforma laboral, corrupción, unas pinceladas de política y apenas algún vistazo al pasado derrochador e infame. Ros no se ahorró críticas y autocríticas: "Hemos estado años legislando para trabajadores vagos, empresarios déspotas, políticos corruptos, defraudadores y banqueros especuladores. Eso es legislar para el fracaso".

Ajustadas rápidamente las cuentas con el pasado, Ros no se entretuvo más ahí y habló del presente y el futuro. Manifestó su certeza de que España tiene una gran capacidad de rebote para de salir de esta crisis -puede que a partir de 2013- "mucho mejor de lo que estábamos en 2007". Para ello y tomando como modelo Alemania, el industrial y promotor -dos botones de la camisa desabrochados- lanzó su proclama sobre la necesidad de alcanzar alianzas sociales y económicas entre todos los actores del Estado.

"Necesitamos alianzas entre bancos, empresas, políticos y trabajadores, medios de comunicación... para alcanzar tamaño, fijar estrategias y obtener sinergias. Alemania lo ha hecho y nosotros también podemos". Señaló Ros el ejemplo de los fabricantes de automóviles en España: "¿Por qué Mercedes ha decidido fabricar la Mercedes Ejecutivo en España para todo el mundo, o Audi el Q3 en Barcelona, o Ford su todoterreno en Valencia? [le faltó citar a Renault y su eléctrico Twizy en Valladolid, también para todo el mundo] ¿Porque no pueden despedir a los trabajadores? No, porque cuentan en España con una de las mejores industrias auxiliares del mundo, la tercera, y están aliados con ella".

O el ejemplo de Francia, donde el 60 por ciento del empleo que se crea es producto de la alianza entre el sector público y el privado. O el de Mercadona con sus alianzas con los proveedores... Reclamó Ros alianzas entre empresas y bancos para salir al exterior, a pesar de que los bancos españoles "no están internacionalizados: el Santander del Reino Unido no es el mismo que el de España, o el BBVA de Brasil no es el mismo que el de aquí...".

Quedó flotando en el ambiente la sensación de que si bien persisten problemas y obstáculos de todo tipo que dificultan enormemente el inicio de cualquier camino de recuperación, lo primero es adoptar la actitud necesaria para cambiar. Querer y confiar. Eso fue, más o menos, lo que hizo el otro día el descorbatado Juan Ros. No es mal comienzo. Habrá que buscar esas alianzas a las que se refiere, si es que son posibles en este jodido país.

LA VOZ DE LOS EMPRESARIOSMáximo Buch, conseller de Economía, con Vicente Boludfa, presidente de AVE

Tal vez, ciñéndonos al estricto ámbito territorial autonómico, habría que empezar por plantear una alianza entre las propias organizaciones empresariales valencianas. En muy poco tiempo se han producido cambios en las más importantes: el naviero Vicente Boluda en AVE, José Vicente González en Cierval, José Vicente Morata en la Cámara de Comercio y Salvador Navarro en CEV. Se salta la norma Castellón, en donde pervive un José Roca amarrado a su sillón en la CEC con extensión a la semiquebrada Sociedad de Garantías Recíprocas, conducida por manos torpes hacia los arrecifes. Y en Alicante, desbandada general frente a una Coepa sin horizonte.

No parecen encontrarse las organizaciones empresariales regionales en su mejor momento. O al menos en la buena forma necesaria en estos peligrosos y delicados tiempos. Sin liderazgos y estrategias claras y firmes. No cabe por menos que preguntarse sobre la efectividad e incluso sobre la necesidad de tantas y tan variadas organizaciones empresariales, todas ellas con sus respetivas estructuras, sedes, asesores y necesidades de financiación. Muchas voces pero pocas nueces.

Cada una de ellas vive en estos momentos sus propias cuitas. En AVE comienzan a preguntarse si la urgente designación sin una estrategia predeterminada de Francisco Pons como vicepresidente de Bankia en representación de Bancaja no fue algo precipitada. La falta de una posición definida del lobby empresarial en todo lo concerniente al conflicto de la entidad valenciana con Bankia es buena muestra de ello.

Circunstancias similares a las de José Vicente González, enredado en la financiación de Cierval y en sus propias empresas. El presidente de Cierval está muy pendiente del pago a los proveedores por parte de la Generalitat, pero es al mismo tiempo el lider natural de un empresariado autonómico que sigue huérfano de lideres. Imbuido de institucionalidad, al JVG que todos conocían e incluso temían se le echa de menos.

De Salvador Navarro aun seguimos sin noticias sobre su pensamiento e iniciativas desde que fuera aupado a la presidencia de la patronal provincial. Por contra, algo más resolutivo se halla José Vicente Morata, a punto de presentar el plan de viabilidad de la Camára, bien pertrechado en asesoramiento externo por el ‘mago' Luis Fernando Cartagena, y en el interno por la esposa de éste, Ana Encabo. Es el tridente que dirige ahora la gestión cameral: su éxito o su fracaso será responsabilidad suya.

La Cámara, una vez realizada su primera reestructuración de personal, debe ahora afrontar su supervivencia sin contar con la fácil financiación de las cuotas empresariales, el maná cuya desaparición representa un serio desafío a medio plazo para la organización. Los primeros pasos dados en dirección a la CEV, con quien ha pactado la realización de acciones conjuntas a partir de este verano, eran necesarios, pero no serán suficientes.

Dominadas por cierta inercia, aisladas en sus respectivas crisis y dirigidas como pueden por unos dirigentes aun estupefactos por la gravedad de la situación -aunque pareciera que comienzan a acostumbrarse a ella- las organizaciones no logran cristalizar una hoja de ruta clara y común en la que se vean implicados todos los sectores capacitados para empujar, desde las universidades hasta las propias organizaciones sindicales. Éstas, ahora, por si tuviéramos poco, embarcados en la idea de parar el país mediante una previsible huelga general que pretende inútilmente dar marcha atrás en la historia reciente.

En todo caso, no sería despreciable una demostración de unión y alianza del empresariado en la definición de algunas cuestiones claves -no de acciones de distracción como el corredor o el trasvase- tales como la exigencia de mayor diligencia a los inquilinos de la Generalitat, cuyo retraso en la reestructuración del sector público empresarial comienza a clamar al cielo. Siguen pasando los meses uno tras otro con su estela de derroches y déficits, pérdidas y endeudamientos y aquí todavía no se ha tomado ninguna medida de esas clarificadoras que marcan el rumbo de un país, aparte de los recortes ya aplicados en los servicios y en el estatus de los funcionarios. Eso sí que es para ponérselos de corbata... los paracaidas.

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