Me van a permitir que realice un irónico y ácido artículo de reflexión, sobre el momento que vivimos, y que, de tanta incertidumbre estratégica, vital y política, me hace repetir a propios y extraños, como soniquete, medio en serio, medio en broma, el título del artículo, y es que nos vamos a extinguir, porque parece que de tanto tonto que hay, que ya no cabe ni uno más, y nadie hace frente a los problemas graves y profundos que nos acechan.
Y nos vamos a extinguir porque estamos en una época donde la razón ha dejado paso a lo irracional y a lo sentimental; los intereses particulares de identidad y excluyentes, han sustituido al interés general y al bien común, y lo superficial y cibernético ha sustituido a lo auténtico, profundo y real; donde en lugar de puentes se levantan muros; por eso feriantes, vendedores de alfombras, cantamañanas, trileros, rufianes y matones de tres al cuarto ocupan tribunas y cargos relevantes, antaño ocupados por auténticos próceres de la Patria, que al llegar al fin de su vida profesional, cual cursus Honorum romano, se dedicaban a la vida pública, en lugar de estos auténticos peones de la política que desde su más tierna infancia están en el partido.
Porque nos vamos a extinguir demográficamente, una sociedad sin relevo generacional es una comunidad que se dirige al suicidio, a la extinción. No tenemos hijos, es un hecho a nivel prácticamente global, el único continente, con un incremento importante de nacimientos es África, esa bomba demográfica a nuestros pies. Nuestras sociedades consumistas prefieren tener comodidades, calidad de vida, mascotas, o experiencias y viajes, antes que arriesgar en esa maravillosa aventura, que es la paternidad/maternidad. Por otra parte, la economía globalista parece reformular el “que inventen ellos” de Don Miguel de Unamuno, en un que tengan hijos ellos, que ya nos los enviarán como emigrantes y trabajadores baratos, jugándose la vida en esa fosa común llamado mar Mediterráneo. Y esa economía de la ley de la selva, les hace amontonarse en pisos patera, dado que las tres administraciones públicas, central, autonómica y local, se empeñan en no ponerse de acuerdo a la hora de tener una política pública de vivienda, como existió aquí antaño en la posguerra, no sea que les llamen franquistas; lamentable.
Nos extinguiremos los valencianos, cuando vemos que según el ex vicepresidente de la Generalitat Valenciana Gan Pampols estamos peor ahora que antes de la Dana si vuelve otra riada, y vemos que hasta Navarra tiene un sistema de alerta de inundaciones, del que carecemos según las noticias, y que la Conselleria de Emergencias escasea en preparar y prevenir a la ciudadanía, ante diferentes catástrofes y crisis, esto es un desastre antes, durante y después de la Dana.
Se extingue, esa Europa plural, democrática y secular, de igualdad entre hombre y mujer, y de dale a Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es De Dios, ergo separación de Iglesia y Estado, se extingue inevitablemente consecuencia de ese infierno demográfico, siendo sustituida por otras culturas, ni mejores ni peores (a priori) sino diferentes, y que tienen un enorme crecimiento demográfico, en nuestro viejo continente.
Se extingue esa anhelada autonomía energética; Alemania, antaño locomotora de Europa, energéticamente se suicidó cuando decidió cerrar las centrales nucleares para sustituirlas con renovables (en un país con no mucho sol) y que hemos descubierto, además, pueden provocar cortes. Al eliminar el factor nuclear en la soberanía energética, los alemanes pasaron a depender del barato gas ruso, por cierto, uno de los factores de la guerra de Ucrania. Ahora pagan una energía mucho más cara, y además ha tenido que reabrir las centrales térmicas de carbón, que según la Unión Europea (una más de Bruselas) junto con la energía nuclear (sobre todo francesa) son energías de bajas emisiones perfectas para la transición energética, sin comentarios.
Se extinguen los vehículos de combustión, aunque solo en Europa (la única que ha puesto fecha), donde se limitará su circulación en zonas de bajas emisiones, al menos en las ciudades de más de 50.000 habitantes, discriminando económicamente a los que no pueden, no tienen capacidad económica para cambiar sus vehículos de gasolina o diésel por uno eléctrico, que por cierto no contaminan tanto como se dice si se compara, y se tiene en cuenta la fabricación y reciclaje/destrucción de las baterías eléctricas de estos últimos. Eso sin hablar de la ingeniería social de cambiar la fisonomía de las ciudades, para adaptarse al sistema de recargas eléctricas; las ciudades mediterráneas han crecido en vertical y con barrios sin garajes en la misma casa, no tiene nada que ver con esas ciudades anglosajonas que han crecido en horizontal y es más fácil recargar el coche en el garaje de la misma casa.
Se están extinguiendo aquellos que anhelaban una Europa independiente estratégicamente, sin haber gastado lo suficiente durante décadas en Defensa, y viviendo, además, al amparo del paraguas de seguridad norteamericano. Porque cuando en 2019 en el Consejo Europeo, tanto Úrsula van der Leyer y José Borrell alardeaban de que Europa (UE) iba a conseguir alcanzar la autonomía estratégica, e incluso el presidente de consejo Charles Michel afirmaba que “La autonomía estratégica europea es el objetivo de nuestra generación”, no se podían imaginar que los principales países europeos (España no estaba invitada) y la UE estarían postergados frente al Tío Sam en el despacho oval en agosto de este año, dando la impresión de ser unos alumnos mal aplicadlos frente al maestro exigente, y que además piden al líder norteamericano, que no nos abandonase a nuestra propia suerte geopolítica. Por eso nos hemos comprometido a gastar, 750.000 millones de dólares en compras energéticas estadounidenses y 600.000 millones en inversiones adicionales de la Unión Europea (UE) en aquel país, además de que Donald Trump espera que una gran parte de esos 800.000 millones de euros que la UE se compromete en gastar, se usen para adquirir sistemas de armas USA.
Se van a extinguir aquellos que creen en un estado viable, sostenible y eficiente, frente a todos, todos esos grupos políticos que alardean en aumentar el gasto del presupuesto a diestra y siniestra, tanto liberales como zurdos, ya dijo Pío Cabanillas aquella frase de, “los socialdemócratas de todos los partidos”, esta exhibición (a veces obscena por el despilfarro que supone) en incrementar los presupuestos a costa siempre, claro está, del sector privado, nos conduce a un Estado, en el fondo socialista, que como se demostró con la caída del Muro de Berlín, era inviable, porque el sector público lleva camino de hacerse igual o de mayor tamaño prácticamente que el sector privado, cosa que hasta los chinos comunistas han aprendido, y pretenden evitar, incrementando el consumo/gasto interno privado.
Y se va a extinguir la inteligencia humana frente la inteligencia artificial, esa A.I. que además de percibirse como una posible amenaza en la literatura y en el cine, realmente, y en las actuales fases iniciales ha provocado ya muertes, como son los suicidios de jóvenes al interactuar con ella. Esto es posible, en parte, ante el sesgo o logaritmo que intenta ser complaciente con el usuario/cliente, no le importa darle empujoncitos en la espalda de animo hasta llevarlo al borde del precipicio, aunque sea para después saltar al vacío; sino busquen la comparecencia ante el legislativo USA de los lideres tecnológicos y verán, verán. Porque uno de los problemas que están viendo los desarrolladores de la A.I., es como da la impresión de tener tendencia a mentir, o al menos a encubrir datos, a los efectos de congraciarse con el cliente/usuario y retenerlo. E incluso en los desarrollos bélicos iniciales, la maquina se volvía en alguna ocasión contra el piloto remoto, a consecuencia de la decisión moral humana (difícilmente transformable en 0 y 1) que impedía ejecutar la misión para evitar, por ejemplo, bajas colaterales, y por tanto (es pura lógica) suponía para la maquina/drone un obstáculo para cumplir la misión, y por lo tanto finalmente eliminaba el factor humano de la ecuación.
Pero no se preocupen, porque hay que ser optimista aunque sea en el fondo, será porque soy creyente e historicista, y no hay mal que cien años dure, pues estamos en una época de cambios, y ya verán como volverán tiempos más gloriosos para los individuos con sus auténticas inteligencias y conciencias morales, para la Europa clásica y soberana, y para nuestra plural y libre sociedad española, que como dijo Otto von Bismarck, el Canciller de Hierro, es la más fuerte del mundo, porque después de 500 años intentando acabar con ella, ella misma, España siempre sigue adelante.