VALENCIA. Durante los años de crisis que les ha tocado gestionar tanto a PSOE como a PP, y que han provocado un considerable deterioro en sus perspectivas electorales, a ambos partidos les quedaba, al principio, un consuelo en absoluto menor: si bien era verdad que mucha gente dejaba de confiar en ellos, la mayoría se iba a la abstención, no a otras opciones. Y, si decidían apoyar a una alternativa, daba la sensación de que no era un apoyo firme, sino un voto de castigo fácilmente recuperable.
En efecto, el descenso de PP y PSOE provocó un ascenso de sus principales alternativas (UPyD e IU) mucho más modesto, que en ningún momento llegó a poner en peligro el predominio electoral de populares y socialistas. UPyD e IU alcanzaban el 10% de la estimación de voto, como mucho... y ahí se quedaban. Por un cúmulo de circunstancias, que tenían que ver sobre todo con las deficiencias y falta de credibilidad de ambos partidos, no lograban subir más. Por tanto, eran un complemento reforzado de PP y PSOE, quizás un socio imprescindible para que formasen gobierno en algunos sitios... pero nada más.
A la búsqueda de un Podemos de derechas
Hasta que llegó Podemos, naturalmente. Este partido no tenía pasado (a los efectos en que no sólo PP y PSOE, sino también IU y UPyD, lo tenían). Logró configurar un discurso, y un escenario de partida, sumamente beneficioso para ellos, canalizando casi todo el voto de muchos ciudadanos que, por diversos motivos, ante todo lo que querían era castigar a PP y PSOE y, si era posible, echarles del poder. Y para ello, necesitaban un partido cuyas expectativas electorales lograran romper, de una vez por todas, la mística del bipartidismo, sustentada sobre el voto útil.

Eso es lo que ha conseguido Podemos en los últimos meses, y de ahí el tsunami electoral y político que estamos viviendo. Pero con un matiz en absoluto menor: aunque Podemos recibe votos de muchos partidos, el núcleo de sus votantes está ubicado en la izquierda y el centro izquierda, es decir: el espacio del PSOE e IU (así como algunos partidos de ámbito local, como el BNG o Compromís). Los exvotantes del PP, en cambio, se iban mayoritariamente a la abstención.
Ese factor constituyó, a lo largo de estos meses, el principal motivo de optimismo del PP: la convicción de que, al final, sus votantes volverían al redil, como habrían vuelto muchos de los que apoyaban tradicionalmente al PSOE, de no haber aparecido Podemos. Hasta que apareció un Podemos... de derechas.
Ciudadanos no es un partido de nueva factura, como Podemos, pero sí que es un partido de reciente aparición, y que ha estado estos años en un discreto segundo plano a nivel nacional; al menos, si lo comparamos con UPyD. De hecho, cuando se produjeron las negociaciones entre ambos partidos con vistas a formalizar una alianza, fue UPyD quien llevaba la voz cantante y fue Rosa Díez quien rompió las negociaciones (que, manifiestamente, nunca le interesaron demasiado).
Pero dicha ruptura, precedida por sucesivas purgas internas en UPyD sobre aquellos dirigentes que eran proclives a establecer una colaboración, e incluso un pacto, con Ciudadanos, constituyó el canto del cisne de UPyD. Quedó claro, a ojos de muchos votantes, que este partido tenía una serie de defectos, muchos de ellos desde el origen, que lo convertían en alternativa inviable para disputar la hegemonía a los dos grandes partidos, y particularmente al PP.
Correlativamente a la decadencia de UPyD, pero sin hacer apenas ruido, Ciudadanos no ha dejado de crecer desde las Elecciones Europeas, donde ya obtuvo un buen resultado. Se ha presentado, a los ojos de mucha gente que no quiere votar al PP por un cúmulo de razones (por la corrupción, por el fracaso de su gestión, por el carácter de "casta", pero sobre todo de "caspa", de este partido, ...), como una alternativa válida, con un liderazgo moderno (Albert Rivera), que da el pego en la televisión. Un Pablo Iglesias "de orden", en resumidas cuentas.
De la Operación Roca a la Operación Rivera
Además, también hemos vivido, no ya en estos meses sino en estas semanas, una especie de ascenso fulgurante del partido, sancionado por los sondeos de opinión y por la sobreexposición mediática (de la que este artículo, uno más de los muchos que se están publicando sobre Ciudadanos, es una muestra), que tiene mucho de operación política prefabricada, o de profecía autocumplida: no sabemos cuál ha sido el orden de los factores. Si el lógico (la gente decide votar a Ciudadanos, lo reflejan las encuestas y los medios se interesan por el partido) o el contrario: Ciudadanos aparece mucho en los medios - las encuestas dicen que sube - la gente decide votarles y, en efecto, sus expectativas electorales mejoran.

Pero en este caso, parece que el orden de los factores no altera el producto: por fin, el votante del PP ya tiene una alternativa al propio PP. Y eso puede que aumente las posibilidades de este partido para hacer pactos postelectorales con un socio afín, pero tiene consecuencias mucho peores que las ventajas que pueda aportar.
Sin duda, el PP es ahora mismo más sólido, electoralmente hablando, que el PSOE. Al menos, mientras ostente el poder y tenga perspectivas de preservarlo. Pero Ciudadanos puede hacerles daño en un contexto de descomposición, porque está abierto a la incorporación de gente del PP, a diferencia de UPyD. Esto es lo que está sucediendo en la Comunidad Valenciana, donde Ciudadanos configura su estructura en el ámbito municipal a partir de exmilitantes del PP valenciano.
Precisamente porque percibe con claridad el peligro, el PP ha tardado poco en atacar a sus nuevos rivales. El argumento produce sonrojo: no hay que votar a Ciudadanos porque "son catalanes". Una vez más, nos encontramos esta contradicción tan propia de la derecha española, afanada en defender la unidad de España por la vía de insultar a los españoles. Además, resulta indudable que tiene mucho más mérito defender lo que defiende Ciudadanos en Cataluña que en Madrid, donde casi todos, y desde luego las diversas manifestaciones del poder, defienden lo mismo.
Pero aunque este anticatalanismo montaraz sea muy poco patriótico, eso no significa que no sea eficaz. De hecho, tiene el antecedente de la "Operación Roca", el Partido Reformista Democrático lanzado en las Elecciones Generales de 1986, que aunó los esfuerzos de Convergència i Unió con los de algunos representantes del liberalismo patrio (entre ellos, Antonio Garrigues y Florentino Pérez), con Miquel Roca como cabeza de cartel. El resultado fue un fracaso estrepitoso: 200.000 votos (el 1%), cero escaños.
A Ciudadanos le queda menos tiempo que a Podemos para consolidar su electorado. De nuevo, entran en juego las mencionadas dinámicas de voto útil, a favor o en contra de este partido. Si obtiene un buen resultado en las elecciones de mayo, que le permita seguir creciendo, tal vez nos encontremos a la vuelta del verano con un sistema político que ha pasado, en un solo año, del bipartidismo al tetrapartidismo, con cuatro partidos disputándose el voto de ciudadano. Un modelo que genera cada vez más incertidumbre... aunque también resulta más entretenido.
#prayfor... "Pablo Iglesias me suspendió por llevar perlitas"

Esta semana, el diario ABC desvelaba la exclusiva: Pablo Iglesias suspendió, hasta en tres ocasiones, a una estudiante del PP, actualmente alcaldesa de un pueblo de Madrid, por llevar "perlitas". Al parecer, Iglesias habría asociado las perlitas, así como otros aditamentos de la estudiante (resumidos, en palabras de la interfecta, por "vestir normal"), con la defensa de posiciones conservadoras, y exclusivamente por ello, por su ideología, la habría suspendido. Tres veces.
Como el lector puede imaginarse, el cachondeo ante semejante noticia cundió hasta niveles estratosféricos, con todo tipo de tuits, montajes y chascarrillos al respecto de la infinita maldad de Iglesias y la desvalida chica de las perlitas. Y la cosa no mitigó cuando, entrevistada en 13TV, la protagonista de la historia matizó la información de ABC (en cosas sin importancia, como que sus tres suspensos le vinieran dados por tres profesores diferentes, y no fuera Iglesias quien la suspendiera por triplicado).
La "noticia" se inscribe en una tendencia muy cultivada por algunos medios de comunicación, con el objetivo de crear escándalos del humo. El diario La Razón, con su mítica portada en la que mostraba, en tono acusador, cómo unos sindicalistas se tomaban unas cervezas, marcó el camino. Tal vez harían bien en fijarse más, si se trata de criticar a Podemos, en cosas como la comparecencia de Juan Carlos Monedero del viernes, dado que ahí si que pudieron escucharse unas cuantas "perlitas" dignas de mención.