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#OpiniónVP La izquierda, fiel a su caricatura

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VALENCIA. Las elecciones del 24M han cambiado totalmente el escenario político valenciano. Pero hay cosas que no han cambiado tanto. Por una parte, el proceso de descomposición del PP valenciano, que se ha acelerado considerablemente, tras el impasse de la campaña electoral, con hitos tan espectaculares como la detención del responsable de la policía (el delegado del Gobierno en la Comunidad Valenciana, Serafín Castellano) a manos de sus empleados.

Además, los problemas del PP ya no se dan sólo aquí, sino que se extienden a todo el país: barones que anuncian su retirada, exalcaldes que exigen la retirada de Rajoy, un Gobierno central que aparece más inoperante que nunca... Todo buenas noticias para los partidos de oposición.

Sin embargo, también la oposición pone de su parte. Al menos, en Valencia. Llevamos 20 años de gobierno ininterrumpido del PP. A lo largo de todos esos años, los votantes de izquierda han ido incrementando sus deseos de que se produjera un cambio en la Generalitat, y su frustración al ver que esto no sucedía nunca. Algunos llegaron a defender que el PP era imbatible (con componentes míticos, incluso sobrenaturales), y que nunca abandonaría el poder.

20 AÑOS SON MUCHOS

La cosa comenzó a cambiar al principio de esta legislatura. Algunos sondeos, ya en 2012, reflejaban la imparable erosión electoral del PP, a causa de la crisis, la corrupción, la falta de peso en Madrid,... un cúmulo de factores que provocaba que, por primera vez en mucho tiempo, a la izquierda le salieran las cuentas. La aparición posterior de Podemos cambió los componentes de la ecuación, pero no su resultado, que seguía siendo una mayoría de izquierdas.

 Sólo la fuerza que aparentaba tener Ciudadanos en los sondeos puso en riesgo, casi al final, esa mayoría. Y lo puso en los sondeos, no en los resultados electorales, muy claros (55-44 a favor de la izquierda), a pesar de que EU finalmente no lograse entrar en Les Corts.

Así pues, la izquierda lleva veinte años sin gobernar, y un mínimo de tres pensando que es muy probable que vuelva a gobernar. En un escenario semejante, cabría pensar que los líderes de los partidos de izquierda habrán negociado durante meses, como mínimo, los principios programáticos comunes de su acción de Gobierno, y probablemente también los términos de la participación de cada cual.

Todo a expensas, naturalmente, de ver los resultados, donde la gran sorpresa ha sido el magnífico desempeño de Compromís. Pero, en todo caso, no es que la izquierda, el PSPV, Compromís y Podemos, se hayan encontrado en la noche electoral con una posibilidad inesperada de formar Gobierno. Todo lo contrario: ha ocurrido lo que estaba previsto.

COHESIÓN ¿ES MUCHO PEDIR?

¿Qué habría sido deseable encontrarnos el día después? Un mínimo de cohesión, tal vez algunas propuestas o propósitos comunes. La apertura de las negociaciones entre los partidos que afirman querer contribuir, con mayor o menor implicación, en la formación de un gobierno de izquierdas que rija la Generalitat Valenciana en los próximos cuatro años.

Pero, como todos sabemos a estas alturas, no nos hemos encontrado eso. En apariencia, todo está por negociar aún. De hecho, la primera semana ha pasado sin pena ni gloria. La negociación, por llamarla de alguna forma, se da en los platós de las televisiones y las portadas de los periódicos, y está protagonizada sobre todo por la candidata de Compromís, Mónica Oltra, que ha llevado a cabo una intensa iniciativa mediática cuyo mensaje principal es que lo importante ahora no es hablar de liderazgos, sino de políticas.

Sin embargo, la contradicción entre este mensaje y el propósito de la campaña mediática es evidente, sobre todo si la presencia en los medios se combina con la ausencia en las negociaciones, en las que Oltra está dando largas a los otros partidos.

Sólo el líder de Podemos, Antonio Montiel, ha planteado una reunión a tres bandas (que parece que se producirá este mismo lunes), en parte para desmarcarse de la imagen de que la estrategia de Podemos viene totalmente teledirigida desde Madrid por Pablo Iglesias.

Es muy legítimo jugar las cartas de cada cual para mejorar la posición negociadora, y es evidente que la ventaja que obtuvo el PSPV sobre Compromís es muy pequeña, y que un eventual pacto entre ambos partidos debe darse en condiciones de igualdad; que si el PSPV quiere la presidencia ha de ofrecer importantes compensaciones a Compromís, y no sólo en términos de pactos municipales; también en la composición del gobierno autonómico. Algo que tal vez no tenían tan claro inicialmente en este partido, y de ahí la estrategia dilatoria de Mónica Oltra.

PUIG HA GANADO... AUNQUE SEA POR LA MÍNIMA

Ahora bien, también es cierto que la ventaja del PSPV, aunque sea pequeña, aunque sea tras un mal resultado, es indudable. El peor resultado de la historia del PSPV sigue siendo mejor que el mejor de Compromís, aunque sea por sólo un 2% de los votos y cuatro escaños. Y la legitimidad que esto otorga para liderar un pacto es mucho mayor que cualquier otro argumento que podamos argüir, como la popularidad de cada candidato, o lo que aparezca en las encuestas de algunos diarios digitales, o incluso que Compromís cuente con el apoyo de Podemos y así sumen conjuntamente más escaños que el PSPV, desde el momento en que este último partido puede contrarrestar esos votos con los votos favorables de Ciudadanos en una eventual disputa por la investidura.

Mónica Oltra tiene toda la legitimidad para querer disputar la presidencia, y Compromís para no aceptar cualquier pacto (o ningún pacto) con el PSPV. Lo mismo también funciona en sentido contrario: El PSPV puede preferir un escenario en el que conserve la presidencia a costa de eliminar de la ecuación a los demás partidos de izquierda. Pero, más allá de qué candidato prefieran los ciudadanos, hay una cuestión de principio: la gente que ha votado a las opciones electorales de izquierda (a cualquiera de ellas, incluida EUPV) ha votado, sobre todo y por encima de todo, por el cambio de gobierno.

Es un voto motivado no sólo por lo que pudiera hacer un eventual gobierno progresista, sino sobre todo porque supondría relevar al PP de la presidencia. Y la estrategia de dilación que estamos viviendo supone malbaratar el empuje, la cohesión y el capital de legitimidad inicial que pudiera tener este gobierno. 

#prayfor... #nopodeis

Hay mucha gente que tiene miedo de Podemos y su afán por convertirlo todo en soviets y Venezuela. Bueno, donde dice "mucha gente" ponga "Esperanza Aguirre", y sólo a ratos. En ocasiones propone gobernar también con los soviets, si es necesario.

Pero, al parecer, la exlideresa no está sola en sus admoniciones sobre Podemos: un grupo de ciudadanos preocupados han lanzado una campaña de pulseras, "No podeis", que también se reproduce en las redes sociales. Una campaña que ha sido todo un éxito... a base de las miles y miles de personas que se han cachondeado de la misma desde todos los puntos de vista posibles.

En cuanto a las pulseras, lo que se dice venta de pulseras, no se sabe si han vendido muchas. El principal autor de la iniciativa dice que sí, pero como también explica que les han salido muy caras para fabricarlas en España y que fuera un producto nacional, a saber si pierden dinero y todo. El patriotismo es muy caro. Y también muy ridículo, en ocasiones.

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