VALENCIA. La gestión, trayectoria y previsible faltal desenlace hacia el que se dirige la SGR contiene todos los ingredientes que han marcado ‘la diferencia' de la crisis económica valenciana con la de otras comunidades autónomas. Unas diferencia que han conducido a que esta comunidad, antaño poderosa y pujante, cuando no desafiante desde el punto de vista económico, esté situándose en los puestos de cola del puzzle autonómico español ante la inanidad de sus actuales gobernantes, atados de pies y manos a causa de una insufrible y pesada herencia recibida, ciertamente castrante.
Para nadie es una sorpresa la actual crisis de la SGR. Ha contado con demasiados cómplices en su silencio y su dejar hacer. Patronos, dirigentes, autoridades autonómicas y estatales y grandes y pequeños empresarios permanecieron al tanto del día sobre el desastre cotidiano en el que se fue transformando la gestión de la SGR a lo largo de sus veinte años largos de vida, una gestión que culminó con el despido de su director general -20 años, desde su fundación, al frente del cotarro-, quien aun tuvo la desfachatez -legal, eso sí- de exigir una indemnización de 600.000 euros a su marcha.

Todo ocurrió durante los años de la burbuja y los inicios de la crisis hasta hace cuatro días. El dinero corría entonces entre los ladrillos y la SGR olvidó su razón de ser entregándose de lleno a la orgía descerebrada de la concentración de riesgos, los altos sueldos, la autoconcesión de prebendas y también, cómo no, de autocréditos, todo ello con la falta de control y reflexión mostrada por los necios que gobernaron el País Valenciano durante los últimos lustros y que tanto han contribuido a su lastimoso estado actual.
Nadie veló entonces por los intereses de las cecenas de miles de pequeños empresarios que confiaban religiosamente en la eficacia de 'su' SGR (una entidad carácter semipúblico, como otras en las que, ni chicha ni limoná, nadie sabía quién controlaba... ¿les suena?). El desmadre se convirtió en cotidiano ante el estupor silencioso de los consejeros de la casa.
Sí, todos lo sabían. En corrillos, en voz baja, en aperitivos, comidas y tertulias, "esto va mal", "Pepe ha perdido los papeles", "habría que hacer algo"... pero nadie hizo nada. Dejar hacer, dejar estar, los principios que marcaron la gestión de la economía valenciana de los últimos diez o veinte años. En los consejos de las cajas de ahorro, en el del Banco de Valencia, en la Conselleria de Economía y Hacienda, en la de Vivienda y en el Palau de la Generalitat.
Con la complicidad de los dirigente empresariales, aquellos que permanecieron lustros al frente de las patronales, de las cámaras, de los lobbys... esfinges vivientes puestas de perfil, todos ellos igualmente avisados de lo que estaba ocurriendo en la SGR pero de espaldas a las consecuencias de lo que se avecinaba.
Lo sabían los medios de comunicación, cuyas empresas editoras, seducidas por las campañas de publicidad de la SGR y convenientemente ‘argumentados' sus directores por los sicarios de la propaganda de la sociedad -otros lobbystas de cuidado-, prefirieron mirar hacia otra parte mientras siguieran recibiendo los módulos.
Pues bien, ya lo tenemos. El último cuplé del exsistema financiero valenciano. El último ridículo nacional. No va más. Recogemos lo que sembramos. Y nos pilla con la Generalitat intervenida y sus dirigentes poniendo velas en los altares de la macro. Qué planazo.