VALENCIA. Cabría pensar que una campaña electoral para las elecciones al Parlamento Europeo, liderada además en los dos principales partidos por Miguel Arias Cañete y Elena Valenciano, no daría mucho de sí, informativamente hablando. Y, sin embargo, la semana ha sido particularmente intensa. Comenzó con una tragedia -un asesinato- que luego ha derivado en una serie de declaraciones, posicionamientos y -lo que es peor- acciones policiales "a la carta" a cual más disparatado. Y, por si lo anterior no fuera suficiente, el candidato del PP, Miguel Arias Cañete, decidió tomar el testigo.
Lunes: Isabel Carrasco es asesinada en un ajuste de cuentas
Eso es lo que rápidamente pudo deducirse tras la detención de dos mujeres (madre e hija) como autora material y cómplice, respectivamente, del asesinato de la presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco. Posteriores indagaciones, incluyendo el testimonio de la presunta asesina, corroboran esta versión. Carrasco fue asesinada en venganza por el acoso, según dijo, a que sometió a la hija de su asesina, que le hizo perder su trabajo, cualquier perspectiva de hacer carrera política en el PP (partido del que ambas son militantes, y en el que Montserrat Triana Martínez, la hija, llegó a presentarse en las listas del PP en las elecciones municipales de Astorga), y que incluso provocó, mediante un juicio, que ésta tuviera que devolver parte del dinero que cobró durante sus años contratada por la Diputación.
Es decir: un ajuste de cuentas en toda regla, desprovisto de cualquier connotación política. Salvo que consideremos parte de la política la ocupación de las instituciones como agencias de colocación de los militantes de los partidos políticos. En ese caso sí que se podría leer como un asesinato político, producto de un enfrentamiento interno entre dos facciones opuestas.
Martes: los escraches y Twitter, detrás del asesinato
Sin embargo, no fue en esos términos como algunos se lanzaron a interpretar el asesinato de Isabel Carrasco. Los editoriales de El Mundo y ABC del martes dictaminaban que había un claro culpable detrás: el "caldo de cultivo" contra los políticos provocado por los escraches, Twitter y, en general, cualquier forma de protesta. Ambos periódicos parecían obviar el pequeño detalle de que el asesinato lo habían cometido dos personas con militancia política en el mismo partido que la fallecida, y que no parece que ni los escraches ni Twitter estuvieran entre sus principales motivaciones para cometer el crimen.
Miércoles: el ministro Fernández Díaz y ABC apuntan al huevo de la serpiente
Con el "caldo de cultivo" adecuado, generado por ABC y El Mundo, el miércoles el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, salta a la palestra: algo habría que hacer contra tanta incitación al odio como hay en Twitter. Los "incitadores del odio", comúnmente conocidos como "tuiteros", aprovechan la ocasión para reírse del ministro y de su absurda iniciativa.
Para rematar la faena, en la madrugada del miércoles circula (sobre todo, como era de esperar, en Twitter) una inenarrable portada de ABC alusiva al proyecto del ministro, que presenta Twitter e Internet como la quintaesencia del Mal. Y para ello, el periódico define qué es para ellos el Mal: una serpiente, mitad etarra, mitad primigenia del Paraíso Terrenal, que sale de una maléfica arroba, combinada con una espeluznante almohadilla diseñada para tuitear odio:
Jueves: primeras detenciones de tuiteros
La cosa sería muy, muy ridícula si se quedase en un mero despropósito, uno más, del ministro. Pero el jueves llegan las primeras detenciones. En concreto, la de un joven de Tavernes de Valldigna que, según afirma la Guardia Civil, había hecho declaraciones sumamente graves en Twitter. Pero, si se trata de detener a personas que sueltan exabruptos descerebrados, tal vez el incipiente comando de la Benemérita para perseguir a los individuos que se alegran de la muerte de políticos (y sólo de políticos, por lo visto; si no son políticos, no pasa nada) debería darse una vuelta por algún bar o mercado, para hacer unas cuantas detenciones in situ.
En la noche del jueves, por fin podemos disfrutar de un espectáculo lamentable: el debate entre los cabezas de lista de PP y PSOE, Miguel Arias Cañete y Elena Valenciano. Cañete sigue la estrategia de avasallar con un montón de datos, la mayoría dudosamente verídicos, que afirman que la recuperación económica ya está aquí, y que, en definitiva, el PP ha vuelto a solucionar los problemas creados en su día por el PSOE. Y, como ejemplo de ello, Cañete remacha: las condiciones que obtuvo el Gobierno del rescate bancario de junio de 2012 fueron maravillosas, a un interés bajísimo. Porque así son las cosas: hasta solicitar un rescate es una buena noticia, si el rescate lo ha solicitado el partido político correcto.
Terminado el debate, la líder del PP en Asturias felicita a Cañete en Twitter: "La telefonista de Ferraz frente al abogado del Estado responsable de la negociación europea de la PAC. No hay color".
Viernes: Cañete decidió moderarse en el debate: ¡Elena Valenciano es una débil mujer!
A la mañana siguiente, el candidato del PP, abogado del Estado, decide abundar en este peculiar argumento de su compañera de Asturias, y explica en Antena 3 que si no estuvo mejor en el debate (a esas alturas, casi todo el mundo coincide que Elena Valenciano salió mucho mejor parada que él) era por no abusar, de lo sobrado que iba: "el debate entre un hombre y una mujer es muy complicado. Si haces un abuso de superioridad intelectual, parece que eres un machista y estás acorralando a una mujer indefensa".
Resulta evidente que Arias Cañete guarda muy, pero que muy bien, esos discursos de superioridad intelectual que lleva dentro. Hasta que decida sacarlos, conviene comentar dos cosas: la primera, que si el PSOE logra vencer en estas elecciones tal vez deba agradecérselo, en parte, a la superioridad intelectual del abogado del Estado.
La segunda, y mucho más relevante, es que en las últimas semanas se acumulan síntomas, cada vez más preocupantes, de que la receta de los dirigentes del Partido Popular para afrontar las circunstancias que no les convienen es, sencillamente, inventarse otras circunstancias mejores. Lo vimos en la "historia de recuperación" que desplegó Arias Cañete en el debate del jueves. Lo vimos hace muy pocas semanas, cuando Rajoy, ante los datos -horribles- de la EPA del primer trimestre de 2014, respondió diciendo: "las cosas van bien... Y van a ir mejor". Y, desde luego, lo estamos viendo con el alucinante giro discursivo que ha dado el PP y sus medios afines ante la revelación de que los asesinos de la dirigente del PP de León, Isabel Carrasco, también eran del PP: pues eso será porque la culpa es de Twitter. Con detenciones incluidas.
La duda que nos queda por ver es si este afán del Gobierno por inventarse la realidad también se está extendiendo a las encuestas. Si la historia de la recuperación electoral es tan fiable (o menos aún) como la historia de la recuperación económica. Personalmente, y si me permiten apostar, cada vez estoy más persuadido de que los resultados electorales tal vez no certifiquen esa milagrosa recuperación del PP. Por supuesto, puedo equivocarme. Pero no se preocupen: si me equivoco, les prometo que no me inventaré una historia para demostrar que la culpa es de los violentos de Twitter.
#prayfor... Alberto Fabra e @IBlanco
Esta sección, que siempre cierra esta columna, habla normalmente de cosas sucedidas en Twitter, o de la reacción en Twitter a determinados acontecimientos. Pero esta semana tal vez piense el lector: ¿será posible que aún haya dado más de sí Twitter?
Pues, en efecto, así es: el pasado jueves, la cuenta de Twitter de Alberto Fabra acusó al portavoz de Esquerra Unida, Ignacio Blanco, de estar "con una pancarta en los ojos que no les deja ver los signos de recuperación". El problema es que se equivocó de Ignacio Blanco, y le dijo esto a un señor de Majadahonda que, educadamente, avisó a Fabra (a su community manager, para ser más precisos), del error.
Un error, conviene decirlo, poco importante, y hasta simpático. Mucho más grave parece, y es una nefasta costumbre de algunos, ir por ahí comparando títulos universitarios como vía para descalificar al oponente, como hemos visto en el caso de la líder del PP de Asturias.