Luis Osca dice que es lo mismo correr una carrera por la montaña, cien kilómetros arriba y abajo, que tocar la percusión en un concierto de la Orquesta de Valencia. “Yo lo veo igual”, dice este músico y corredor de 49 años algo preocupado porque ha bajado demasiado de los 70 kilos que pesa habitualmente. Es el precio de preparar, con el mismo mimo y el mismo empeño que prepara la más compleja de sus actuaciones, un recorrido en bicicleta a través de los Pirineos que le llevará, en breve, del Mediterráneo al Cantábrico.
La pasión por la música comenzó de niño en Guadassuar. Sus inicios no fueron muy distintos a los de otros cientos de chavales de diferentes pueblos de la Comunitat Valenciana. Más raro es que esa afición se mantenga a través de la adolescencia y acabe convirtiéndose en su profesión. A él le ayudaron aquellas tórridas mañanas de verano en las que se levantaba al alba para ayudar a su padre en el campo. Ahí, sudando la gota gorda, cargando pesadas cajas llenas de género, comprendió lo que le esperaba si no estudiaba. Y Luis estudió. Estudió mucho. Pero no en el instituto, donde fue aprobando, sino en la Unión Musical Santa Cecilia, donde se pasaba el día entero ensayando con diferentes instrumentos de percusión. “Mi madre se pensaba que estaba en el instituto, en Alzira, y yo estaba en el Musical”.