Valencia Plaza

EL MURO

Política de colchón

  • Pedro Sánchez, durante la presentación de su libro este jueves en Madrid. Foto: KIKO HUESCA/EFE
Suscríbe al canal de whatsapp

Suscríbete al canal de Whatsapp

Siempre al día de las últimas noticias

Suscríbe nuestro newsletter

Suscríbete nuestro newsletter

Siempre al día de las últimas noticias

Nuestro sistema político vive en una dimensión paralela. Sin excepciones. Nada que ver con la que habitan y sufren los mortales. En ello se perpetúan sin atender necesidades reales de nuestra sociedad, la misma que ve cómo las ayudas sociales no siempre llegan, los impuestos aumentan para tapar vergüenzas y los cargos a dedo se multiplican con facilidad pasmosa. Faltaban periodistas falderos al servicio del poder o la oposición que transitan de tertulia en tertulia cantando bondades y defendiendo imposibles, aunque alejados de lo que debería ser su verdadera ocupación: denunciar tropelías, luchar contra injusticias, ser contrapoder o, al menos, portavoces de quienes no tienen voz pero a los que se les exige el voto y los impuestos para que nada cambie o se transforme, salvo excepciones como la nueva ley de la ministra Calviño sobre las hipotecas que es de aplaudir.

Esta semana hemos visto un auténtico espectáculo en el Congreso de los Diputados. Un sainete para unos, una tragicomedia valleinclanesca para otros, pero de un nivel que asusta con un First Date en toda regla para rematarlo. Será el amor. Un timo vinculado a un lobby llamado clase política, como siempre, y a televisiones afines interesadas en el claroscuro.

Toda nuestra realidad gira desde hace ya demasiado tiempo en torno a ese mundo irreal que distrae altos tribunales, intenta tapar vergüenzas de corrupción que continúan aflorando sin freno, y aburrimiento, y se han convertido en epicentro de nuestra vida y economía. O peor aún, que están arrastrando nuestra realidad a un agujero del que desde la reducción de miras generales nos conducirá a una deuda pública descontrolada y un porvenir de poco fiar y más turbio. O al pasotismo, que es el fin soñado: El Dorado.

Todos estos que se disputan cargos y puestos con altos sueldos por muy neo progres que se definan pero que han encontrado un chollo en su nueva ocupación, se pelean ahora por conseguir el mejor puesto en las nuevas listas de salida. Hasta el President de Les Corts quiere plaza. Ya ha elegido por sí mismo destino: ser conseller. Lo airea con alegría. Unos quieren continuar y otros dicen: menudo chollo, me toca a mí.

Lo demás da casi absolutamente igual. O eso parece. Es echarte a la cara a primera hora los periódicos del día y comprobar cómo este país está patas arriba. Y así nos iremos hasta después de verano. Porque entre elecciones, recomposiciones, repartos, confirmaciones y otros asuntos, este país va a estar parado durante meses. Luego será un volver a comenzar. Un reparto de pastel en el que no existen ya ideas sino ambiciones personales y/o de partido.

Vivimos en un país triste y entristecido. Al final, unos piensan que mejor dejar de lado todo el ruido mediático para evitar intoxicaciones. Otros, bastante tienen con lo suyo. El resto, o los que estamos en lo que nos corresponde, comprobamos cómo casi nada es subsanable. El sistema político español se ha convertido en un alien. Son trolls que salen de la cueva no para convertirse, por mucho que nos engañen, en figuras de Platón que descubren otra realidad, sino para ser todavía más endogámicos.  

¿Saben cuánto podría hacer una comunidad autónoma, un municipio, una sociedad, un Estado, una tribu con 200 millones de euros? Sí, doscientos millones. Pues eso es lo que nos vamos a gastar en unas elecciones generales que no coincidirán con las europeas, autonómicas o municipales por capricho. O sea, las cuatro elecciones a las que vamos a hacer frente en los próximos meses quiere decir que se van a llevar una cantidad tal de millones que no quiero ni saber. Total, por capricho político, intereses partidista, por vanidades innecesarias o, simplemente, por ambiciones políticas. Luego, si me dejan rematar, no gobiernan en pro de una sociedad más sostenible y productiva sino en lo que estos de ordenador gratis, pacto en la sombra, smatrphone de regalo y todo tipo de prebendas añadidas deciden por interés particular o acuerdo interno, que es lo peor. A mí que no me manden correo electoral. Mejor que donen los veinte euros de mi participación electoral a fines sociales, por ejemplo a Casa Caridad donde ha aumentado un 44% su número de usuarios y desde nos alertan que cada día hay más mujeres y jóvenes en situación vulnerable.

Recibe toda la actualidad
Valencia Plaza

Recibe toda la actualidad de Valencia Plaza en tu correo

Perder 1.000€ para ganar 150: las inmobiliarias ven "irreal" el sistema de alquiler asequible del Consell
La Intervención controlará si el pago de incentivos al personal de La Ribera cumple la legalidad