Fue en otra vida. Una tarde de junio del 2000. La Redacción de Las Provincias sigue el partido Yugoslavia-España. La mayoría deseamos que acabe para irnos a casa. Estos encuentros se vivían con emoción. Jugaba el gigante Milosevic en la delantera. En el tiempo de descuento, la selección de Camacho perdía por 3-2. El árbitro señala penalti tras una falta a Abelardo. Mendieta marca. ¿Cabe el milagro? Desde la mitad del campo, Guardiola cuelga un balón al área contraria. Cabecea Urzaiz dejándosela a Alfonso Pérez, que remata con la izquierda. Golazo en el minuto 95. Me abrazo a los compañeros de Deportes. Allí están Valldecabres, Luis Furió, Aguadé, Doménech, Miñana y el redactor jefe, Vicente Furió. Nuestra alegría es la de todo un país. Alfonso es un héroe nacional. Nos ha llevado a los cuartos de final en la Eurocopa del 2000. No pasaremos de ahí, como era costumbre.
España es cruel con sus héroes. El Alfonso de la epopeya de Brujas, el jugador que vistió las camisetas del Madrid, Barcelona y el Real Betis, es hoy el penúltimo villano del feminismo estatal (evitemos llamarlo español para no ofender a tanto espíritu sensible). Todo por una entrevista concedida a El Mundo en el que se atrevía a decir la verdad sin miedo. Vayamos por partes.