conviene saber / OPINIÓN

El valor de la política

21/01/2025 - 

En un mundo dominado por la vorágine informativa, elegir un tema para la reflexión resulta cada vez más complejo. Noticias de hace tres días parecen absolutamente caducas, incluso aquellas que por su contenido beneficien posiblemente a una gran cantidad de personas o colectivos. Con total seguridad, a muchos de los potenciales beneficiarios les pasan desapercibidas.

Al mismo tiempo, en un mundo donde la información nos arrolla, donde hay quien dice que estamos sobreinformados, percibimos una desafección a la política, que se puede ver incrementada en situaciones de extrema gravedad, como en el caso de las valencianas y valencianos, por los efectos producidos por la devastadora DANA. Personas que nos trasladan su desafección hacia la política y una crítica generalizada a los que la ejercemos.

Por el contrario, si conseguimos bajar los decibelios del ruido interesado y nos alejamos de los argumentos simples y de las mentiras, podremos comprobar que España crece y, sin duda, está entre las mejores economías del mundo, un crecimiento compatible con el avance en derechos sociales. Y si esto es así, ¿por qué y a quién beneficia este creciente desencanto político que vivimos en la actualidad? ¿Y quién lo provoca?

Es incuestionable que la desafección política y una ciudadanía menos involucrada permite que los intereses privados influyan más fácilmente en las decisiones públicas. Esto tiene consecuencias graves. Debilita la democracia, fomenta la polarización y empodera intereses no democráticos.

Esta desconfianza en la política acaba empujando a las personas hacia extremos ideológicos, incluso hacia opciones antidemocráticas, como por desgracia estamos observando en la escena mundial. Y es entonces cuando estos vacíos de poder cívicos son ocupados por actores con agendas particulares que, en ningún caso, representa los intereses de la mayoría social.

No es menos preocupante la íntima conexión entre la desafección hacia la política y una desinformación dirigida. A menudo nos encontramos con ciudadanos de buena fe que se muestran críticos pero que, cuando indagamos un poco más, observamos que en realidad desconocen el contenido de las medidas concretas, quién las desarrolla, o lo más grave de todo, no confían en que sean ciertas. En esto último motivo, algo tienen que ver determinados dirigentes irresponsables que carecen de verdadera vocación de servicio público cuando se dedican a poner en duda las medidas de otra administración que no es la suya. Como hace el señor Mazón con las actuaciones desplegadas por el Gobierno de España.

Y es que esta percepción descreída no es más que la traducción de la información que les rodea. Un exceso de información a través de una multiplicidad de canales y plataformas que constantemente emiten contenido diverso. En muchos casos contradictorio. Aunque nos parezca mentira, ya que podemos disponer en un solo click por ejemplo, el seguimiento diario de la gestión de los más de los 16.000 millones puestos en marcha por el Gobierno de España para la DANA en Valencia y de las ayudas a las que se puede acceder.

O por ejemplo podemos también, en un solo click, conocer las doce nuevas medidas en materia de vivienda, una de las principales preocupaciones de la sociedad, anunciadas hace apenas una semana por el presidente del Gobierno.

Es difícil combatir a los medios de comunicación o redes sociales que tienen objetivos distintos a favorecer la información que mejora la vida de las personas, como sucede con la red social X que ha optado por girar a posturas más conservadoras con acciones tan peligrosas como la reducción de la moderación de contenidos lo que lleva a una proliferación de desinformación y discursos de odio en la plataforma. Acciones como el establecimiento de relaciones con líderes políticos de derecha y el apoyo a políticas conservadoras en distintos contextos. Acciones como la eliminación de programas destinados a la verificación de la información, facilitando la difusión de noticias falsas y teorías de conspiración. Todo ello ha generado, lógicamente, alta preocupación en organismos internacionales, llegando por ejemplo la Comisión Europea a calificarla como la plataforma social media con mayor cantidad de contenidos falsos y erróneos.

Por salud democrática deberíamos resistirnos a que decisiones y políticas económicas aplicadas por un césar no elegido, como Elon Musk, contribuyan a una menor eficacia en la lucha contra la desinformación de una sociedad mundial que se demuestra más necesitada que nunca de la política que ayude a corregir las desigualdades cuando conocemos que los milmillonarios disparan su riqueza en 2024 mientras el número de pobres sigue sin reducirse.

Esto sucede al tiempo que un señor condenado por más de 34 delitos vuelve a ocupar la Casa Blanca. Un presidente de los EEUU que en su toma de posesión anuncia medidas tan polémicas como indultar a los condenados por el asalto al Capitolio, acabar con todos los decretos aprobados por el gobierno anterior o acabar con los derechos básicos de personas migrantes amenazándolas con ejecutar las expulsiones masivas anunciadas.

Por el contrario, frente a estos aberrantes ataques a las democracias, encontramos discursos como el de Eduard Sola en los Premios Gaudí. Discurso que por su verdad deja a media España con un nudo en la garganta. Al escucharle una importante mayoría fuimos charnega. Porque lejos de entender la diferencia entre el analfabetismo de su abuelo y su éxito como guionista como una venganza a todas aquellas miradas de superioridad que sufrió su familia. Eduard pone en valor el progreso. Un progreso que ha sido posible gracias a las políticas progresista. Gracias a la educación pública, entre otras.

Ese éxito colectivo que no debemos olvidar.