VALÈNCIA. Así sería un mundo (no necesariamente) ideal en el que el reciente Pritzker de València, el Veles e Vents de Chipperfield, estuviese acompañado de otros premiados cuyo edificios casi cristalizan sobre la ciudad.
Sejima y Nishizawa, Pritzker del IVAM
(Si el proyecto anunciado en 2002 hubiera sido realidad)
Como dijo el jurado del Pritzker cuando otorgó el gran galardón arquitectónico a los japoneses Sejima y Nishizawa, en 2010, sus edificios “parecen muy sencillos, pero son obras de envergadura capaces de retirarse para convertirse en un paisaje de fondo para la gente”.
Justo así es la cubierta que, como un caparazón, engalana el viejo IVAM, casi como un papel de celofán robusto, protegiéndolo quién sabe de qué. Quizá de factores exógenos no previstos. Un planteamiento que, en lugar de imaginar un IVAM como un archipiélago, añade capa sobre capa, IVAM dentro del IVAM, como método de crecimiento. Por las noches, alumbra el Carmen, a la manera con la que los faros dan la bienvenida a tierra firme.
Una piel permeable de chapa de acero lacado y perforado de 30 metros de altura conforma un hábitat que recrea el tiempo muerto en el que echarse a la sombra, con una luz filtrada asistiendo al duermevela.
El propósito inicial de Sejima y Nishizawa por mantener la unicidad del museo y poner en relieve la construcción original, se ha cumplido a medias. Existe una dicotomía que intuitivamente lleva a pensar en IVAM 1 e IVAM 2. Los distintos tres accesos a pie de calle, que buscaban generar un contínuo con el barrio y que el vestíbulo casi formara parte del ritmo viario, apenas han cumplido su objetivo: la dinámica natural del edificio bascula hacia el acceso original.
Álvaro Siza, Pritzker de Tarongers
(Si el proyecto anunciado en 2003 hubiera sido realidad)
Cuando el Pritzker recayó en Álvaro Siza -1992- destacaron de él su “modernismo poético”. Al presentar su proyecto para la Universitat de València, en Tarongers, por Fallas de 2002, el arquitecto portugués habló de su proyecto de ampliación del campus como una oportunidad para el “diálogo” con la biblioteca de Giorgio Grassi.
A pesar de los recortes sufridos años antes (Suiza iba a ocuparse de gran parte del desarrollo del terreno universitario), su huella es visible en el auditorio, el edificio de servicios y la hemeroteca, a lo largo de 15.000 obras que hacen de ese punto de encuentro entre Grassi y Siza un ticket arquitectónico de primer orden.
Esa misma poética se expresa en la sensualidad de sus edificios, generosos a partir de la adaptación con el ladrillo rojo y la piedra calcárea bien propios de Tarongers. Con el paso del tiempo, en cambio, las críticas a todo el complejo, acusado de asfixiante y con poco margen para la calidad paisajística, han recaído también en el legado de Siza, dejando en el aire cómo hubiera sido el campus si el portugués hubiese llevado la batuta.
Jean Nouvel, Pritzker del Grau
(Si el proyecto anunciado en 2004 hubiera sido realidad)
En 2008 el francés Nouvel recibió el Pritzker, justificado por unos edificios que “hablan a su entorno”. En el comunicado de la deliberación destacaron que “su mente inquisitiva y ágil le impulsa a asumir riesgos en cada uno de sus proyectos, lo que, con independencia de sus distintos grados de éxito, ha expandido mucho el vocabulario de la arquitectura contemporánea”.
Riesgo y expansión fueron dos de los rasgos principales de su proyecto litoral para conectar desde la Malvarrosa hasta Natzaret y La Punta, compilando el frente marítimo a partir de la idea -más o menos resuelta- de coser espacios de huerta con nuevas áreas urbanas.
Cuando conjuntamente a Jiménez de Laiglesia presentó sus intenciones, ambos explicaron que buscaban “un diálogo en la terminación de la ciudad y su conexión en el mar”. En pleno contexto marcado por la Copa del América, y tras su presentación pública en l’Oceanogràfic, sus quince años de desarrollo se han visto empañados por tensiones continuadas a propósito de su decidida apuesta por la verticalidad a través de un puñado de edificios de gran altura en la conexión entre el Túria y el mar, cuestionados por su aislamiento y su dificultad para encajar dentro de la València de los 15 minutos.
De su plan tampoco han podido cristalizar el auditorio en forma de concha con capacidad para 5.000 personas que proyectaba en La Marina, ni su playa sintética prometida para Natzaret. En cambio comienza a avanzar el terciario previsto para el área bisagra Túria-litoral, envuelta de vegetación.
Zaha Hadid, Pritzker del Parc Central
(Si el proyecto anunciado en 2010 hubiera sido realidad)
Al entregarle el Pritzker, en 2004, el presidente de la Fundación Hyatt, Thomas J. Pritzker, destacó de Zaha Hadid que “aunque su obra es relativamente pequeña, ha conseguido una buena respuesta y su energía y sus ideas muestran un futuro muy prometedor".
La primera mujer en obtener el premio, fue uno de los nombres elegidos por el Ayuntamiento de València para diseñar el futuro Parc Central, configurando los más de 250.000 metros cuadrados de zona verde y los nuevos núcleos residenciales resultantes de soterrar las vías.
La autora de la Ópera de Cardiff propuso entonces para el porvenir del gran parque una analogía entre los movimientos de personas y el agua, con una dinámica que vertiera flujos desde el perímetro hacia el interior y que dieran lugar a una topografía artificial, símbolo de la reconciliación entre las dos valencias separadas por las vías.
Todavía en proceso, apenas se percibe el propósito de crear geologías que simulan el paso del tiempo en la naturaleza, de manera que el parque se reconfigure por sí mismo. Tampoco han avanzado las pastillas residenciales que debían ocupar hasta tres de los vértices levantando pórticos en forma de rascacielos.
Finalmente ninguno de estos proyectos fue llevado a la realidad. En casi todos los casos por falta de financiación o un reajuste en los intereses urbanos. En el caso de Zaha Hadid, su propuesta no terminó siendo la ganadora.