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noticias de oriente / OPINIÓN

Xinomics

Foto: Liau Chung-Ren/ZUMA Wire/dpa
4/10/2020 - 

Las noticias económicas que vienen de China resultan no solo esperanzadoras sino además sorprendentes. Sobre todo, para una opinión pública internacional, obstinadamente escéptica con los logros del gigante asiático.  En efecto, China, el país en el que se inició la pandemia, en el que se tomaron las medidas más severas de aislamiento social, afectada simultáneamente por una intensa guerra comercial con los Estados Unidos, está experimentado una recuperación en “V” real y de una intensidad que algunos analistas no han podido evitar calificar de milagrosa. Así la previsión de crecimiento para este año aciago del 2020 está rondando el 1%. Los datos son contundentes: asistimos a un incremento de su consumo interno, de su producción industrial y manufacturera y de la actividad inmobiliaria. 

Además determinados sectores de su economía superan incluso los resultados del ejercicio anterior. Frente a este panorama halagüeño, el mundo, no solo Occidente, va a sufrir, según los datos de FMI, una recesión severa que supondrá una bajada notable del PIB global cercano al 5% viéndose especialmente afectadas economías como la norteamericana (en bajadas cercanas al 8%) y la española (en la que las bajadas cercanas alcanzarán muy probablemente 13%). Curiosamente, esta situación de recuperación asombrosa de la economía china recuerda sospechosamente a lo sucedido en la anterior crisis financiera que arrancó en 2007 en la que su fortaleza contribuyó a la superación de la crisis global. También supuso un punto de inflexión en la actitud del gobierno chino que pasó de una presencia internacional que cabría calificar de perfil bajo, a la razonable aspiración a la hegemonía global que está actualmente guiando su política internacional.

Sin entrar en la contundente y controvertida eficacia de sus medidas sanitarias (aunque hay que estudiar sus datos con prudencia ya que su fiabilidad no es evidente), uno de los factores clave que explica este comportamiento positivo está precisamente en las medidas económicas implementadas desde el gobierno chino. Y no se trata sólo de una reacción a la situación económica creada por la pandemia. Al contrario, tiene su base en fundamentos más estructurales y estratégicos. De alguna forma, como apunta The Economist, Xi Jinping está literalmente reinventado el capitalismo de estado chino para asegurarse su supervivencia. Y, la jugada, por el momento, le está saliendo bien.

El presidente chino, Xi Jinping. Foto: LIU WEIBING / XINHUA NEWS

Esta nueva política es una reacción a la ofensiva orquestada desde los Estados para frenar el imparable crecimiento de China. Es cierto que la confrontación ha subido de intensidad durante la administración Trump pero ya desde la presidencia de Obama se desplegaron esfuerzos encaminados a aislar a China por ejemplo a través de la puesta en marcha del fallido Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (el célebre TPP en sus siglas inglesas). Subyace en el posicionamiento norteamericano la siguiente reflexión que lo explica. En efecto, China ha experimentado un crecimiento económico extraordinario pero porque ha recurrido a fórmulas que no pueden prolongarse en el tiempo: el robo de la propiedad intelectual, subvenciones a sectores económicos equivocados, un sistema financiero sometido a los intereses no siempre económicamente racionales de las empresas públicas (las llamadas SOEs, en inglés nuevamente, State Owned Entreprises), un sistema judicial de dudosa parcialidad y gestionado por funcionarios que carecen de las competencias mínimas para que resulte eficaz y una arbitrariedad administrativa muchas veces contraria a una racionalidad elemental. Ante estas circunstancias, se esperaba que si se sometía a este ecosistema a una presión fuerte, se conseguiría que finalmente colapsase. Esta situación forzaría a sus líderes a una liberalización de la economía y a una apertura que podría incluso resultar en una democratización de China. En este razonamiento han influido demasiado en los analistas, las experiencias históricas pasadas tras la caída del Muro de Berlín de la antigua Unión Soviética y Europa del Este en general.

La anterior, es una reflexión clara y con cierta lógica pero lamentablemente profundamente equivocada. La realidad y los hechos son obstinados: China ha resistido mejor a la covid-19 que ningún otro país en el mundo; la guerra comercial infligida por los Estados Unidos está afectando menos a su economía de lo previsto; la bolsa más boyante en la actualidad no es Nueva York si no Shenzhen. ¿Qué es lo que ha sucedido? Y en este punto llegamos a las llamadas Xinomics que son el conjunto de medidas económicas impulsadas por el Presidente Xi Jinping al principio de su presidencia en 2013 de forma más errática y a partir de su progresiva consolidación en el poder de manera más clara y contundente. El instrumento indispensable vuelve a ser el Partido Comunista de China. De esta forma constatamos que le Partido Comunista tiene un control cada vez más firme sobre los más variados aspectos de la vida (la economía, la sociedad, las manifestaciones culturales etc) y Xi Jinping, a su vez, ha alcanzado un dominio total del Partido Comunista. El posicionamiento del presidente chino implica, en términos muy generales, una vuelta adicional de la tuerca que resultará en un capitalismo de estado fortalecido. Así por un lado el sector privado en China deberá esta tutelado por la disciplina del partido para asegurar el cumplimiento de la misión colectiva del gran proyecto de país que es  China y el sector público (que se caracteriza por el protagonismo de las SOES referidas antes) deberá gestionarse mediante medidas inspiradas en la disciplina del mercado para garantizar su viabilidad. Resulta evidente que esta política no está exenta de tensiones y contradicciones internas pero, de momento, está funcionando.

¿Cuáles son los ingredientes concretos que la integran? En general se intenta corregir las disfunciones del capitalismo de estado chino que la larga podrían haber puesto en entredicho su supervivencia.

Por un lado, como ya he mencionado en esta columna, se pretende una administración más eficaz, profesionalizada y previsible. Como muestra el caso de Hong Kong. China no va a permitir libertades políticas o protestas ciudadanas pero sí que va a reforzar a tribunales solventes (a través de la profesionalización de sus jueces), que las normas que tutelan las materias económicas funcionen para establecer un marco institucional favorable a los negocios, al aumento de la productividad y que resulte atractivo a los inversores. Por ello procesos concursales serios y juicios en materia de patentes, que sencillamente antes de la llegada de Xi Jinping al poder, no se daban, se han multiplicado recientemente. Además, las cargas administrativas se han reducido considerablemente: frente a los 23 días que se requerían en 2017 para la constitución de una compañía, en la actualidad bastan 9 días; las licencias para la construcción que previamente exigían cerca de 250 días para su otorgamiento, en la actualidad no exceden de los 112 días; o por ejemplo en materia en gestión tributaria, cuando cualquier empresa emite una factura la copia de la misma se transmite de forma inmediata a las autoridades fiscales. Se trata de medidas que evidentemente contribuyen al  desarrollo saludable y sólido de la actividad económica.

Foto: LO PING FAI / XINHUA NEWS

Por otro lado, existe una voluntad por parte de las autoridades chinas de ser muy sensibles la ciclo económico, lo que se materializa, sobre todo, en el control de la deuda. Así frente a la reacción del gobierno chino en la anterior crisis financiera consistente en estímulos colosales, en esta ocasión de crisis generada por la covid-19, dicho estimulo se ha reducido al 5% del PIB (cuando en el caso de los Estados Unidos ha alcanzado cifras cercanas al 10% del PIB). Uno de los peligros que amenazaban al sistema financiero chino que era la llamada banca en la sombra (“shadow banking” en inglés) ha empezado a disminuir. Y el mercado de bonos, que se caracteriza por una mayor transparencia y seguridad, se ha disparado pasando en 2012 de representar el 50% del PIB al 100% en la actualidad lo que facilita a las compañías chinas el acceso al capital y evita la concentración de la deuda en el sistema bancario que tiene un anclaje evidente en el sector público

Un tercer elemento a tener en consideración es la explícita voluntad de las autoridades económicas chinas de difuminar las fronteras entre las empresas privadas y las públicas. De esta forma, se insta a las empresas privadas a colaborar con las públicas y a las públicas a invertir en empresas privadas y, sobre todo, a la generación de beneficios. Cualquier desviación puede ser penalizada mediante la restricción del acceso de la empresa en cuestión al crédito o a otras ventajas administrativas o económicas.

Finalmente, con las Xinomics se pretende igualmente corregir la dependencia de China del exterior a través de la iniciativa bautizada con el ampuloso nombre de “estrategia de circulación dual”. Con esta política se pretende que pase a una primera posición, como motor de la economía, el consumo interno y la innovación manteniéndose en un segundo lugar a los mercados e inversores internacionales que seguirán teniendo, como no puede ser de otra forma, una gran relevancia.

 Por el momento, como se ha evidenciado antes, la Xinomics están funcionado satisfactoriamente: se ha evitado una crisis financiera y una recesión profunda y China está poniendo las bases para una recuperación sólida. El reto está en si a largo plazo, una economía ahora tecno planificada en la que la centralización en la toma de decisiones resulta un elemento esencial, podrá asegurar el crecimiento y la innovación que resultan claves para su supervivencia. Hasta ahora, el éxito aplastante ha acompañado a China.

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