La propuesta de Ximo Puig para distribuir instituciones del Estado entre varias ciudades, equilibrando el peso institucional de estas respecto a Madrid, ya ha recibido el portazo del gobierno central. No obstante, es una proposición que responde a un creciente malestar sobre el ascendente peso económico y administrativo de la capital y, de manera más profunda, pone en evidencia la falta de consistencia de nuestro incompleto estado federal.
Es relevante que, en un momento donde se discute el proyecto de ampliación del Puerto de València, pero lo que es más importante, su modelo de gobernanza; la institución que ‘demanda’ el documento “España Polifónica: Por un país en forma de malla’ que sea trasladada a València sea Puertos del Estado.
Puertos del Estado es uno de los ejemplos más relevantes de la gobernanza federal inacabada llamada Estado de las Autonomías. Mientras el café para todos repartía en los nuevos gobierno autonómicos competencias sin recursos suficientes, algunas entidades, curiosamente aquellas que manejaban recursos tildados de estratégicos, formaron una resistencia Jacobina. Son entidades que funcionan de forma bastante parecida a como lo hacían antes de la democracia.
Aunque Puertos del Estado se fundara como tal en 1992 es heredera del sistema centralizado de puertos del franquismo y sus juntas de obras. Es decir, Puertos del Estado nace en Madrid como paraguas de los puertos importantes del país (de interés general) que ya se controlaban antes de manera directa desde Madrid.
Puertos del Estado debería coordinar todo el sistema portuario español optimizando su eficiencia conjunta. Pero es evidente que eso no lo hace. ¿Como se explica entonces la competencia intensa entre puertos (Barcelona vs. Valencia) que forman parte del mismo sistema? ¿Cómo se explican obras faraónicas en perjuicio de la ciudad que los acoje para exportar cargas que se podrían llevar desde otros muelles ya construidos como es el caso del Puerto Exterior de la Coruña? Está claro que las Autoridades Portuarias son autónomas. ¿Pero no tendría más lógica que Puertos del Estado consturira consensos entre ellas en lugar de ejercer de árbitro en un partido con varios jugadores-puertos que juegan a destrozarse?
Por eso pienso que si el objetivo es hacer una España Polifónica, lo mejor no es traer Puertos del Estado a València, sino desmontar la institución y volverla a construir de nuevo.
El estudio que hemos desarrollado en Vigla para definir una agenda global sobre los puertos del futuro desde la óptica de la economía, la sostenibilidad y la democracia, que ha contado con expertos como Fredrik Lindstal (presidente del Puerto de Estocolmo), Diane Oshima (ex-directora de planificación del Puerto de San Francisco), Jorge Sharp (alcalde de Valparaíso) o Laleh Khailii (professora de la Queen Mery University), pone claramente en evidencia que los puertos propiedad de las ciudades o donde estas tienen un poder clave de decisión (San Francisco, Amberes, Rotterdam, Amsterdam) tienen iguales o mejores resultados económicos que aquellos gestionados centralizadamente o desde autoridades del estado, y responden de manera muchísimo más avanzada a las cuestiones de la gestión democrática y la acción climática.
Lo ideal entonces, por utópico que parezca, es repensar Puertos del Estado como una entidad federada de gestión del conjunto de la capacidad portuaria española, para coordinarla y optimizarla, a la vez que se finaliza el proceso descentralizador devolviendo los puertos a las ciudades y las autonomías que los acogen. Para ello, sea como sea, hay que modificar la ley de puertos.