VALENCIA. Pasarse la vida escribiendo sobre artistas cool y poetas del rock puede resultar nocivo para la salud. De vez en cuando no está de más chequear la otra realidad y lanzarse en caída libra a la sima de lo bizarro. Por ejemplo, entrevistando a un supergrupo de efímera vida y discurso carnal llamado Sex Bomb.
Un día de junio, año 2001, sonó el teléfono de la casa de la calle O’Donnell en la que vivía y trabajaba entonces, mi periodo madrileño. Era Guillermo Hernáiz, director en aquellos días de Primera Línea, la publicación con la que más tiempo llevo colaborando sin interrupción alguna. Guillermo me propuso ir esa misma tarde a entrevistar a un grupo llamado Sex Bomb cuyo cerebro era Sonia Monroy. Sex Bomb eran un espectáculo pensado para amortizar a base de bien un verano que estaba a la vuelta de la esquina. Acepté encantado. Nada mejor para romper con la rutina que situarse en el anverso de lo que uno hace habitualmente, que no solo de escribir sobre Lou Reed y PJ Harvey y Astrud vive el crítico musical. Además, a mí siempre me ha ido mucho el trash, la serie B, y la Z también. Qué tiempos aquellos en los que estos y otros tan poco nobles conceptos no equivalían a un ejército de concursantes, amontonados en deprimentes realities, empeñados en abofetearnos con la zafia y aplastante evidencia de la, valga la redundancia, realidad.
Aquello era un especie de primicia porque el grupo acaba de formarse –es una manera de hablar- y todavía no tenían repertorio ni falta que les hacía, ¿para qué? Por más que ellas aseguraran lo contrario e incluso creyeran que dicha hazaña estaba al alcance de su mano, Sex Bomb no habían venido al mundo para dejar su huella en la música. La gran baza de Sex Bomb eran, obviamente, sus componentes. Todas mujeres, claro. Además de Monroy, famosa por haber recorrido varios platós contando sus supuestas aventuras y desventuras de cama con futbolistas, estaba la vedete Malena Gracia. Junto a ellas, la insuperable Yola Berrocal, una criatura escapada de un casting de Russ Meyer que, muy probablemente, jamás sabrá quién fue Russ Meyer. Para completar la formación, Mónica Moreno, que venía de hacer televisión en los programas de José Luis Moreno, y la bailarina californiana Carolin Ross. Por separado algunas de ellas ya daban para extraer historias mucho más grandes que la vida misma, así que las cinco juntas hubiesen dado tema suficiente como para superar al Antiguo Testamento. No obstante, el encargo era para Primera Línea, no para un experimento literario en Granta. Había que ceñirse al guión.
La cita fue en un gimnasio de la zona norte de Madrid. ¿En un gimnasio? Claro, era donde ensayaban las coreografías. Lo terrible hubiese sido querer llevar el paripé al paroxismo y que me hubiesen citado en un estudio de grabación. Nada más llegar me encontré con Malena Gracia saliendo por la puerta. “Hola ,dije-, es que vengo a haceros una entrevista para Primera Línea, y me han insistido mucho en que teníais que estar las cinco. De hecho, hemos quedado a esta hora porque ibais a estar las cinco”. “Ya, pero me ha surgido un imprevisto y no puedo quedarme, habla con mi representante y hablamos por teléfono”. Miré al representante, que caminaba a su lado y no sé por qué me vino a la cabeza la obra completa de David Lynch, cuadros incluidos. Mientras, Malena Gracia se marchó como diciendo, “con la de cosas que tengo yo que hacer, como para ponerme ahora a dar un entrevista”. El resto de sus compañeras, mucho más concienciadas, aguardaban dentro del local para hablar con la prensa, que es lo que suelen hacer las aspirantes a estrella del pop además de hacerse fotos en biquini.
Sonia Monroy llevaba la voz cantante. La batuta era suya, y a veces sus opiniones se contradecían con la de Berrocal. Las otras dos mujeres, Carolin y Mónica, hablaban lo justo. A veces Yola decía algo que a Sonia le parecía inadecuado y la reprendía cariñosamente. “Yola, no puedes decir que tu chico favorito es tu novio, se supone que nosotras no tenemos novio”. A lo que la buena de Yola contestó, “ya, pero ¿y qué quieres que haga si mi novio es mi chico favorito?” La pobre tenía toda la razón del mundo. ¿Por qué mentir si no hay nada de malo en proclamarse fan del hombre al que amas? Pero la estrategia promocional de Sonia, que en persona era muy simpática, terriblemente pizpireta, dispuesta a caer en gracia sí o sí, -sobre todo si el entrevistador era un hombre-, era la de crear una fantasía acorde con la imagen y el concepto del grupo. Ellas eran las Sex Bomb e iban a debutar con una adaptación del tema homónimo de Tom Jones que iba a dejar a los varones de la España profunda, y a los de la más superficial también, sin respiración. Una especie de versión musical del concurso de Miss Camiseta Mojada pero en seco y con la música justa.
“Yo soy un producto”, proclamó Yola Berrocal muy seria y muy en serio en la que quizá sea una de las declaraciones más filosóficas que ha hecho jamás. “Yo soy ama de casa, me paso el día limpiando”, contraatacó su amiga Sonia. En cuanto a Malena Gracia, un día después, durante una brevísima conversación telefónica, se definió como cantante y bailarina, chica Playboy a la española. Y antes de colgar –ese día también iba apurada de tiempo- dijo que esperaba que las Sex Bomb tuviesen mucho éxito, al igual que algunos proyectos que “tenía enfocados en el extranjero” (sic). Confesó que su personaje favorito era Lydia Lozano y que no quería parecerse a nadie porque “nunca es bueno parecerse a otros”. Ante esa cuestión, Yola Berrocal también fue tan brutalmente sincera que cuando se autoproclamaba un producto y dijo que ella quería ser como Pamela Anderson.
“Cuando esto salga a la calle tendremos un disco hecho”, decía la entusiasta Monroy, que también aseguraba querer llegar a los más alto de los 40 Principales. Huelga decir que las Sex Bomb no llegaron apenas a ningún sitio, al menos aquella primer versión del grupo, aquel dream team de la silicona. Se suponía que iban a debutar con el inevitable sencillo Sex Bomb –“la letra será una sorpresa”, anunció Malena; como nunca se grabó jamás sabremos a qué se refería concretamente- que nunca vio la luz, ni las tinieblas, ni nada de nada. No sé si harían muchas o pocas galas, me va por la cabeza que, la formación original ni siquiera llegó a hacer alguna porque los problemas comenzaron pronto y las chicas acabaron peleándose (lo que decía antes del Antiguo Testamento). La versión del grupo que un año más tarde logró una cierta popularidad –en la entrada de Wikipedia dedicada a ellas se dice que el álbum vendió 50.000 copias- solo incluía a Monroy y grabó singles como Ven, ven, ven y Si llama dile que he salido. “Que la gente se entere de que somos algo más que cuerpos bonitos”, proclamó Yola y la proclamación se convirtió prácticamente en epitafio porque aquella historia terminó casi al mismo tiempo que empezaba. Al menos estaban empoderadas, Malena lo dejaba muy claro: “El que quiera ligar con nosotras tiene que estar a la altura, es decir, tiene que estar tan bueno como nosotras”. Y así acabó la entrevista con la primerísima versión de la antítesis del buen gusto musical, con el arma secreta para acabar de una vez por todas con los fans de Radiohead, Arctic Monkeys y Mogwai.