Se acerca el Día de la Madre y el debate sobre las madres arrepentidas vuelve a mi cabeza, a mi alma, a mi corazón. Miro a mi hija y pienso en ellas
Pienso en todas esas madres que son madres por inercia. Pienso en las madres que ser madre se les queda grande, que ser madre les asfixia y que ser madre no les ha hecho lo feliz que esperaban, que sobrevaloraban la idea de ser mamás y que ahora se arrepienten. Pienso en todas esas madres arrepentidas. Pienso en ellas, sigo mirando a mi hija… y confirmo que no soy una madre arrepentida.
Son mujeres valiente que han podido verbalizar sus sentimientos, que se arrepienten de haber sido madres y que lo asumen y lo declaran . Y entonces pienso en las mujeres que me rodean ahora. Estas mujeres africanas llenas de hijos por todos los lados que, con toda probabilidad, nunca se han cuestionado si querían ser madres o no serlo. ¿Son ellas unas madres arrepentidas también?
Desde que saliera a la luz el debate de Madres arrepentidas, a partir de la investigación de la socióloga Orna Donath, he estado reflexionando mucho sobre este tema. Y las madres arrepentidas por haber sido mamás, las madres que tiene bebés presionadas por un sistema, por unos entornos sociales, económicos y religiosas, las madres que no pueden disfrutar de la maternidad como esperaban… son mujeres que sufren, mujeres que existen y mujeres victimas de una situación dolorosa.
Son mujeres que solo merecen apoyo, comprensión y empatía. Mujeres con sentimientos encontrados porque aman a sus hijos/as pero no volverían a pasar por lo mismo. Mujeres que llevan un sufrimiento a cuestas que nos obliga a respetarlas, nunca cuestionarlas aunque sea difícil. Sobre todo porque presuponemos que han podido elegir libremente ser madres… aunque quizá nos equivoquemos. Parece que cuando las decisiones se toman desde la libertad de poder elegir, el arrepentimiento está más cuestionado.
Otra cosa diferente son las mujeres que no pueden elegir. Mujeres que pertenecen normalmente a contextos empobrecidos donde el nivel de desarrollo no les da los privilegios de las mujeres que nacemos y nos educamos en contextos desarrollados y con el derecho a elegir. Estas mujeres no se plantean la maternidad como una elección. Estas mujeres no pueden arrepentirse de ser madres.
Estas mujeres son madres solo por el hecho de ser mujer. Mujeres que no tienen el derecho de elegir, mujeres que son madres porque la naturaleza así lo impone, mujeres que no eligen su maternidad.
En esta etapa de mi vida convivo con este perfil de mujeres. Y hoy justo me he atrevido a preguntarlo. A verbalizarlo en voz alta con dos de las mujeres africanas con las que convivo habitualmente y sencillamente no han entendido mi pregunta. No han entendido nada. Tampoco he sabido bien explicar ese movimiento de madres arrepentidas que acontece en los países desarrollados, que ha cobrado forma y que ha cobrado cierta notoriedad. No he sabido defender a esas madres arrepentidas. Y no porque no las entienda, si no por el contexto en el que estoy. Muchas veces me pasa.
Me cuesta y soy incapaz de explicar los problemas y preocupaciones del primer mundo en estos contextos tan empobrecidos donde pierden importancia y dejan de tener sentido. Lo mismo me ha ocurrido cuando les he explicado el movimiento NoMo. La decisión de la mujer de no tener hijos. Un movimiento que también nace en los contextos más desarrollados.
Las NoMo ( No Mother), las mujeres que no quieren ser madres es una nueva etiqueta que engloba a mujeres que no tienen hijos. Un movimiento y un estilo de vida que cada vez está más generalizado en los contextos desarrollados tanto de países occidentales como orientales. Pero siempre se da en entornos con mujeres libres, independientes y profesionales que deciden no ser madres.
Este movimiento NoMO difícilmente existe en contextos empobrecidos y poco desarrollados pues necesita un nivel de desarrollo y de aceptación importante.
Un nivel de desarrollo que entienda que todas las mujeres no quieren tener hijos, que hay mujeres que quieren vivir su vida alejada de la responsabilidad de ser madre. Mujeres que no necesitan ser madres para sentirse realizadas tal y como profesan algunas corrientes. Mujeres que deciden no pasar por la experiencia de ser madres. Mujeres que entienden la maternidad como una esclavitud. Mujeres que pueden elegir. Mujeres que generalmente viven en entornos desarrollados porque en contextos poco desarrollados se da por supuesto que la mujer tiene que ser madre.
En los contextos poco desarrollados si las mujeres no procrean son apartadas socialmente, son cuestionadas y son repudiadas en algunos casos.
Son mujeres que si no tienen hijos pasan a ser unas desgraciadas de por vida porque son excluidas de su sociedad. Los maridos las abandonan y son consideradas un problema porque dejan de cumplir su función social y “no sirven para nada”. Estas mujeres no pueden elegir. No eligen tener hijos/as o no tenerlos. No se lo plantean.
Además en este tipo de entorno empobrecido, las mujeres suelen ser madres jóvenes. Empiezan a tener hijos/as jóvenes y siguen pariendo hijos hasta que dejan de ser fértiles pues normalmente no existe planificación familiar, ni se paran a pensar cuántos hijos quieren tener ni cuándo tenerlos. Los tienen y punto. Y una vez los tienen probablemente ni tan siquiera piensan en la posibilidad de arrepentirse por haberlos tenido.
Estas mujeres quizá hayan sentido también ese sentimiento de ahogo, de desbordamiento, de frustración, de agotamiento, de falta de espacio, de carga, de responsabilidad desmesurada, de no llegar a nada, de soñar con la vida de antes, de desear una vida menos entregada a los hijos/as… porque pasa, a mí me pasa muchas veces y no soy una madre arrepentida.
La diferencia entre unas y otras está en la libertad de elegir aunque en la libertad de elegir esté el derecho a arrepentirse.
Las mujeres que podemos elegir tenemos una responsabilidad añadida en cada una de nuestras decisiones. La decisión de no tener hijos es tremendamente acertada si no tenemos las ideas claras pues un hijo/a absorbe tanto que puede llegar a confundir sentimientos.
Decidir no tener hijos debería ser una decisión tan meditada como la de decidir tenerlos. Decisiones que deberían respetarse y no cuestionarse.
El problema viene cuando una mujer decide tenerlos y no puede. Siempre digo lo mismo, no debe ser nada fácil lidiar con la frustración de una mujer que quiere ser madre y no lo es. La mujer que quiera ser madre y no puede serlo se enfrenta a unas luchas internas difíciles sobre todo cuando no puede ser madre por haber llegado tarde. Algo muy frecuente hoy día pues empezamos a pensar en la maternidad a partir de los 35 años cuando biológicamente es más difícil serlo. El famoso y cuestionado instinto maternal se nos despierta cuando ya casi dejamos de ser fértiles.
La semana que viene… ¡más!