Más fuerte, más lejos, más alto. Para conseguir cumplir el sueño olímpico cada vez más gente recurre a atajos pese a las graves consecuencias que pueden tener para la salud
VALENCIA.- Su consumo se propaga casi tan rápido como sus efectos en el cuerpo. Quienes recurren a ellos ven el mundo a través de una perspectiva distorsionada, la de su propio físico. Una realidad cada vez más sombría que les termina convirtiendo en esclavos de la estética. Profesan fe ciega sobre los anabolizantes, la sustancia sobre la que depositan todo con la esperanza de conseguir algún día el cuerpo perfecto.
En la Comunitat Valenciana se ha llegado a calcular que son más de 8.000 los consumidores de esteroides. Una cifra todavía más preocupante si se compara con el resto de España y, más en detalle, si se pone el foco sobre la edad de estos consumidores. Según un estudio de la extinguida fundación FEPAD, el 3,3% de los jóvenes entre 14 y 18 años ya ha experimentado con estas sustancias.
La comercialización ilegal está instaurada en toda la región. En los últimos cinco años, en Valencia, se han producido tres intervenciones y setenta y ocho detenciones, según datos de la Policía Nacional. Asimismo, las dosis interceptadas de sustancias dopantes durante este mismo periodo fueron superiores a las 20.000 unidades. Un fenómeno que va en la línea de las cifras que expone la memoria anual que elabora cada año la Fiscalía Provincial. Tal y como reza el informe, del total de más de 800 delitos contra la salud pública, casi un centenar guarda relación con esta problemática.
La comercialización ilegal está instaurada en toda la región. En los últimos cinco años, en Valencia, se han producido tres intervenciones y setenta y ocho detenciones, según datos de la Policía Nacional. Asimismo, las dosis interceptadas de sustancias dopantes durante este mismo periodo fueron superiores a las 20.000 unidades. Un fenómeno que va en la línea de las cifras que expone la memoria anual que elabora cada año la Fiscalía Provincial. Tal y como reza el informe, del total de más de 800 delitos contra la salud pública, casi un centenar guarda relación con esta problemática.
La farmacia Pascual y Genís está separada por algo más de un kilómetro de la Farmacia Escolano. Ambas fueron decomisadas en el pasado por dispensar anabolizantes de manera indebida. Al igual que éstas, en la Comunitat Valenciana han sido intervenidos muchos establecimientos por el mercadeo de sustancias peligrosas para la salud de los deportistas. Tantas que, a día de hoy, son una vía asfixiada en la que su acceso está muy restringido.
Tiempo atrás, esta situación era muy diferente. Durante años fueron el punto neurálgico de este mercado. Su operativa se llevaba a cabo bajo una aparente legalidad de la que se aprovechaban tanto médicos como farmacéuticos. A día de hoy, «hay médicos que reciben llamadas diarias en sus clínicas privadas en las que se les pide recetas de anabolizantes exponiéndose a sanciones que pueden llevarles a la inhabilitación profesional», afirma Juan José Tirado, secretario autonómico del Consejo de Enfermería de la Comunidad Valenciana (Cecova). Desde este organismo —al igual que desde otros como el Colegio de Farmaceúticos— sólo se pueden llevar a cabo «tratamientos de prevención y concienciación». Una acción insuficiente y síntoma de la falta de reacción de la administración pública. Originariamente, la distribución en las farmacias guardaba una estrecha relación con el dopaje. Actuaciones policiales como las operaciones Puerto, Maza o Dacota han tenido su epicentro en la provincia de Valencia mientras que otras mantenían puntos de conexión con otras provincias.
La intensificación de los servicios de control, como es el caso del comité valenciano de farmacovigilancia, y los cambios en la legislación fueron desplazando el punto de venta de estas sustancias hasta relegarlo a la clandestinidad. Al mismo tiempo, el consumo de esteroides empezó a ganar peso dentro del deporte recreativo y, de esta forma, el mercado negro pasó a ser el principal punto de venta. Ahora, este lugar de entrada y salida emula al tráfico de drogas en numerosos aspectos.
El primero de ellos es su volumen de negocio. En Estados Unidos —principal país en el uso de anabolizantes y donde su consumo está normalizado— se estima que el contrabando de estos adictivos genera alrededor de 60.000 millones de dólares al año. En España, aunque no haya cifras definitivas, la Fiscalía Antidroga de Valencia ha llegado a equiparar este mercado con el de la cocaína. Y es que la venta de anabolizantes no escapa a la lógica del mercado, que ha visto cómo cada año se han encarecido los precios y se ha intensificado la estacionalidad en sus ventas, con picos de demanda en los meses previos al verano. Pero la verdadera rentabilidad de este negocio está en el aspecto judicial. A pesar de que las sustancias dopantes figuren en la mayoría de planes de prevención de drogodependencia, lo cierto es que no se persigue con la misma intensidad en el Código Penal. Tanto las penas de prisión como las multas son mucho más elevadas en el tráfico de drogas. Un aspecto del que son sabedores los implicados y que ha provocado la deslocalización de este blackmarket hacia este nuevo espacio.
Casi uno de cada ocho delitos contra la salud pública implica a los anabolizantes pero las penas son más leves que para el resto de drogas
La principal puerta de acceso a este mundo es la de los gimnasios. La mayoría de clientes potenciales se encuentra en estos centros deportivos. Son muchos, pero se mueven en círculos pequeños de confianza. Comparten comentarios y experiencias, pero sólo durante su sesión de entrenamiento, ya que fuera de los vestuarios este tema es completamente tabú.
Por eso, la vía de los foros, en los que el anonimato está garantizado, tiene mucho más éxito. En la red se difunde información y se dan facilidades para la compraventa. Lo hacen a la vista de cualquier internauta, sin ningún tipo de cortapisas. Paradójicamente, esta actividad escapa de la ley si se respeta una única norma: no hablar de los precios
Lucrarse con la venta es el único motivo susceptible de delito, por lo que ninguno de los integrantes de la comunidad jamás se pronuncia públicamente en este sentido. Aquí nadie conoce ni qué les venden ni quién lo hace, pero la obsesión sobrepasa cualquier tipo de razonamiento. Precisamente, el origen de estos productos es uno de los aspectos más llamativos. En el mejor de los casos estos esteroides llegan desde China, mientras que cabe la posibilidad de que ni tan siquiera sean reales. Con el tiempo es cada vez más frecuente la venta de anabolizantes falsificados o infradosificados.
Fernando —como así ha querido que le nombremos en este reportaje— conoce muy de cerca este mundo. «Ahora mismo el 90% de los productos que se consiguen por internet no son originales», comenta en relación a este aspecto. Ha competido en los principales campeonatos de fitness de España y actualmente es propietario de una marca de suplementos. Señala que algunas de las irregularidades se dan precisamente en las propias competiciones de culturismo. «En España hay campeonatos donde no existe ningún tipo de regulación, mientras que en otros te hacen pasar por todo tipo de controles», señala en alusión a las organizaciones americanas, que, a diferencia de las nacionales, no comprueban el porcentaje de testosterona en la sangre.
Si observáramos a Fernando veríamos cómo cumple con alguna de las estadísticas que dibujan al modelo de consumidor. Los números apuntan a hombres jóvenes, sin apenas formación, que viven en hogares monoparentales y tienen una vida laboral inestable. Víctor Agulló, quien ha recopilado algunas de estas cifras, es autor de una tesis que aborda el uso de los esteroides en deportistas amateurs. El profesor de la Universitat de València intenta evitar estereotipos. «Cada vez es más frecuente que el consumo se dé en distintos sectores de la población, independientemente del grupo social al que pertenezcan» aunque afirma que, «si hay algo que les une, es que priorizan el bienestar físico ante cualquier otra opción». Entre el resto de comportamientos generalizados, Agulló destaca «los cuidados como la depilación o los tratamientos de bronceado».
La mayoría de jóvenes realiza esta toma en «ciclos». Este rito es un periodo de tiempo que tiene marcado con exactitud las horas y cantidades de cada ingesta. Se realizan de manera piramidal y progresiva, con el aumento de las dosis a medida que pasa el tiempo. Del mismo modo, se necesita un periodo de descanso entre cada ciclo. Se puede hacer por vía subcutánea —la más común—, aunque también se realiza de manera oral. Aunque suene contradictorio, «el policonsumo es una tendencia que adoptan muchos de estos jóvenes», apunta Agulló. En su dieta anabólica particular no dudan en introducir otros estupefacientes como alcohol o tabaco y, por supuesto, «un añadido de complementos alimenticios tales como proteínas, creatina o l-carnitina», concluye.
La fuerza que se gana con el consumo de esteroides es incomparable a la que tienen los efectos adversos. «Su consumo provoca una potenciación muscular, aumento de la fuerza, de la velocidad y de la resistencia. Incrementa también la frecuencia cardíaca y reduce la fatiga y el tiempo de recuperación», aseguran desde la Agencia Española de Protección contra la Salud en el Deporte (Aepsad). Pero esta entidad también conoce la letra pequeña. Los efectos secundarios del consumo de este tipo de sustancias sin prescripción médica pueden ser la «hipertrofia del corazón, déficit del consumo de oxígeno, arritmias, paradas cardíacas o accidentes cardiovasculares», añaden. Un peaje por el que muchos están dispuestos a pasar.
Las secuelas que más rápido se hacen patentes son la disfunción eréctil y la reducción del tamaño de los testículos, así como la desaparición del apetito sexual e incluso la posible esterilidad. Algo que ya deben de conocer los consumidores debido a que empieza a observarse una correlación entre el consumo de Viagra y el de esteroides para contrarrestar cualquier efecto adverso. Entre el resto de consecuencias tóxicas están los cambios en el sistema nervioso —depresión o ataques de agresividad como más comunes— y, en el peor de los casos, el fallo hepático o el cáncer de hígado.
*Este artículo se publicó originalmente en el número 27 de la revista Plaza