- ¿Cómo trabajas la contención de la violencia con los actores para no caer en la caricatura?
- Es cierto que la obra tiene momentos violentos en algunas escenas, pero es un grupo de trabajo tan comprometido y entregado, y fue tan disfrutable el proceso de ensayo, que no ha sido un inconveniente. Al contrario, son actores muy viscerales y entregados, pero a su vez con mucha técnica. Se dio fácil.
- Escribiste la obra con Carmen Machi en mente, ¿se ha ajustado a tus expectativas?
- Carmen tiene eso que comparten las grandes actrices y las grandes personas: son fáciles. Es apasionada, curiosa, inquieta, lógica. Le gusta tanto trabajar, ensayar, investigar… Ama nuestra profesión y como a mí me pasa eso también, fue un encuentro maravilloso. La quería, la admiraba desde antes y ahora todavía más.
- La directora artística del Teatro Español, Carme Portaceli, ha comentado que el texto le recordó la película Olivier, Olivier (Agnieszka Holland, 1992), que habla de una madre que pierde a su hijo; y Carmen Machi afirma que se ha inspirado en el personaje de Ellen Barkin en Animal Kingdom (David Michôd, 2010) para su papel. ¿Qué referentes cinematográficos has tenido tú presentes en la escritura de la obra?
- Tenemos que hablar de Kevin (Lynne Ramsay, 2011), porque me pareció maravillosa su forma de contar la historia. Su enfoque me permitía narrar los hechos desde un plano subjetivo, casi onírico.
- Hace unos años estrenaste en Madrid Algo de ruido hace, de Romina Paula, donde también hay un misterio, una casa y una familia que oculta secretos. ¿Qué te hace volver a esos mimbres?
- En aquella obra, la idea era distinta, porque intuyes que algo está pasando, pero no queda claro qué. El espectador lo va terminando de comprender durante la función e incluso una vez terminada. Pero sí, me atraen esas tramas familiares donde hay secretos, engaños y omisiones.
- Vives una relación de ida y vuelta con España, de hecho, acabas de dirigir La respiración, de Alfredo Sanzol, en Buenos Aires. ¿Qué puntos en común hallas entre ambas escenas?
- Cuando empecé a ir a España había más diferencias, pero ahora, al menos en Madrid, hay un creciente teatro alternativo e independiente. Cada vez que voy hay nuevas salas, lugares experimentales y de autogestión, tanto de grupos de teatros como de directores-autores que tienen ganas de crear espacios y proyectos personales y colectivos. Somos diferentes, pero hay muchos puntos de comparación.
- ¿Qué le debes como director a tu trabajo junto a Claudio Tolcachir?
- Es difícil responderte a eso y a la vez, refácil. Con Claudio hemos trabajado mucho tiempo en distintos roles. Me ha dirigido en muchas obras, como en La omisión de la familia Coleman y El viento en un violín. Como director, me ha servido muchísimo aprender de las personas grandes que tuve al lado. Y cuando hablamos de un hermano como Claudio es indudable. Cada día aprendo con él.
- ¿De qué manera ha evolucionado vuestro proyecto conjunto, Timbre4, desde su puesta en marcha en 2001?
- Cuatro es un lugar que nace no sólo por la necesidad de hacer teatro, sino también de hacerlo a nuestra manera, con nuestros tiempos y nuestras formas. Es un lugar que surgió para ponernos en lugares distintos, para permitirnos experimentar, probarnos en nuevos roles y dirigir, actuar, escribir, dar clases. En estos años ha crecido mucho: lo que era una salita ya son varias, ahora hay diferentes talleres, diversidad de obras. Es un lugar que nos sigue desafiando, poniendo en lugares no cómodos, interpelándonos. En definitiva, nos permite desarrollarnos. Es un lugar donde la alegría, el deseo, el compromiso y el trabajo son moneda corriente. Y aunque en estos años ha crecido mucho, la esencia sigue siendo la misma: un lugar de investigación, de trabajo y de disfrute del trabajo.