Valencia Plaza

El Cabanyal, nuestro Ave Fénix

Cabanyal en clave gastronómica

Estamos los valencianos ilusionados con esta resurrección del Cabanyal. ¿No pensáis? Pasado ya el tiempo (y el ruido y la furia) de la cancelación de la prolongación de Blasco Ibáñez, huele a esperanza, salitre y futuro sobre el asfalto de nuestras calles más marineras: en calle de la Reina, Eugenia Viñes o entre los puestos de ese Mercado marinero tan nuestro, y sin embargo, tan desconocido.

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El Cabanyal, nuestro Ave Fénix, nuestro Rocky Balboa y nuestra Lola Flores: no hay manera de tumbarlo. Quizá es porque es más nosotros que nosotros mismos (tan acostumbrados a caer y levantarnos) —quizá porque las modas pasan (¿recordáis la fiesta de Prada?) pero el estilo es eterno. Y siendo honestos, precisamente ahora que andamos buscando imágenes que nos representen: ¿algo con más alma en esta Valencia caótica y visceral que els Poblats Marítims? Ya os lo digo yo: no.

Cabanyal vibra, desde las artes escénicas de Cabanyal Íntim hasta el pequeño comercio (aquí, genuino de verdad), desde la vanguardia artística al vecino cuyas raíces se hunden en el pasado. Y es que a veces, hay que bucear en la historia —y el origen de este barrio marinero hay que buscarlo en El Poble Nou de la Mar, aquel pueblo de pescadores con barracas, chozas y acequias alineadas frente al mar; finalmente el municipio se incorporó a Valencia, pero… ¿lo ha hecho de verdad hasta ahora?

Casa Montaña, foto de Eva Máñez

Canyamelar, Mediterráneo y visceral. Barrio de anchoas, de vermú y clóchinas; donde la vida pasa a pie de barra, frente a una caña y un plato de calamares, ¿volverá algún día aquella gastronomía honesta y (verdadermante) egoísta. Quizá. Volverá si el barrio que viene sigue la senda de estos cinco locales.

Casa Montaña; Sigue en pie de guerra esta bodega centenaria, uno de los rincones con más solera del Canyameral. Tras la barra Emiliano García y su hijo Alejandro, responsable -también- de animadas catas de vino que animan el barrio y dan a conocer interesantes productores nacionales (y más allá). En la barra (o en la mesa) las anchoas de Santoña, los imprescindibles michirones o las patatas de guadalaviar con las que se elaboran las bravas, las croquetas de bacalao y el ajo arriero. Una joya a la altura de la Bodega Ardosa (Madrid) o Casa Manteca en Cádiz ¿de cuántos locales como este podemos hablar en Valencia?

Otra parada imprescindible (y no tan conocida) es el bar del mercado del Cabanyal, una barra sencilla —que sirve a los puestos y currantes del barrio. Un bar familiar de plancha y bocata, pero es que: qué bocatas prepara Raquel, a la vera de Fina. No os podéis perder el de berenjena frita o la clásica brascada; ¿otra opción? compras la carne o el pescado en tu puesto de siempre y ellas te lo cocinan. Tan fácil.

La Pascuala, foto de Eva Máñez

Qué vamos a decir a estas altura de La Pascuala. El templo. La iglesia donde rendimos pleitesía al bocata de carne de caballo en barra de cuarto; pleno Cabanyal, La Pascuala es probablemente el bar más auténtico de Valencia (qué pena, la decadencia de La Pilarica) ¿Su especialidad? Brascada con carne de caballo, jamón a la plancha y cebolla. Una bomba.

¿El futuro? Pasa por no caer —nunca— en la gentrificación y lograr la convivencia entre lo viejo y lo nuevo; entre la autenticidad de la historia y el ruido del presente. Quizá el camino sean proyectos como La Fábrica de Hielo (donde cultura, barrio y gastronomía cohabitan en sorprendente armonía) o tascas como La Reina y La Peseta. Propuestas gastronómicas sencillas, honestas y sin ánimo de embaucar al guiri desorientado; esa parece la idea de Javier Fortuny, propietario de ambas —y puro Cabanyal. 

Tascas, bodegas y arroces frente al mar. Barrio, cultura y presente; aquí (a ninguno de estos cinco locales) no viene uno a posturear: tan solo a ser feliz. ¿Acaso no es esa, la verdadera esencia de este barrio marinero?

La Fábrica de Hielo, foto de Eva Máñez
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