VALÈNCIA. Cuenta la leyenda que, cada año por estas fechas, las temperaturas en el hemisferio norte solían bajar de los 25 grados, las calles se llenaban de hojarasca parduzca, salías de casa con unos artilugios llamados jerséis y, de vez en cuando, podías toparte con charcos que alguna tormenta había dejado como souvenir en parques y aceras. Estos fenómenos se agrupaban bajo la denominación de ‘otoño’, una estación que los horrores del cambio climático parecen estar robándonos despiadadamente. La angustia es real, ¿dónde están los meses de decadencia otoñal que ansiamos y merecemos, eh? ¡Devolvednos nuestra temporada de tazas humeantes, calabazas y brujas! ¡Exigimos que acabe este calor pegajoso y absurdo, este agonizante verano que se prolonga como una maldición mustia!
En Culturplaza no tenemos el poder de manipular el clima (de momento), por lo que solo nos queda refugiarnos, como siempre, en la ficción. Esa madriguera nunca nos falla. Así que hemos pedido a algunos de nuestros otoñistas de cabecera que nos recomienden fórmulas culturales con las que construirnos un entretiempo a medida. Sus propuestas nos hacen recorrer Stars Hollow, Londres o la estepa siberiana. Nos animan a saludar a Edgar Allan Poe, Nora Ephron, Wes Anderson e incluso a la mismísima Inquisición. Y cuentan con Tom Waits, Nacho Vegas o Marlango como banda sonora.
A continuación, la oportunidad de abrazar un otoño imaginario en todas sus vertientes. Del costumbrismo hogareño a la spooky season; de la melancolía al terror jalogüinesco.
“Lo primero es lo primero: Gilmore Girls. A pesar de ser una de las últimas series con producción tradicional de temporadas de septiembre a junio, esta serie es Fall Porn.
Stars Hollow fue diseñado para ser disfrutado en otoño y cada capítulo es una orgía de café, sofás, mantitas, rebequitas y los colores del otoño en Connecticut. ¡Cómo lucían Lorelai y Rory sus rebequitas…!
Closer supone el otro lado del otoño. Duro, gris y frío cómo solo Londres puede serlo para una joven que llega con su corazón en la mano. Cuatro personajes heridos se golpean rodeados de humedad y cielos bajos.
Si hablamos de música, pienso en Marlango, primer disco de la banda homónima. Un álbum nocturno y lleno de humo que, sin embargo, es ideal también para madrugar en las mañanas de otoño y arrancar el día con un café bien grande y ganas de disfrutar del cielo gris. Viva Leonor (Watling). Por otra parte, Diana Krall es otoño y de este carro no me bajo. En The Girl in the Other Room versionó a Tom Waits e incluyó, por primera vez, una gran cantidad de temas originales. Algunos de los más potentes, sobre la muerte de su madre. Un disco de interior y copa de vino. Departure Bay es de lo más bonito que se ha escrito y cantado sobre el otoño. Diana debería componer más.
En cuanto a literatura, me viene a la cabeza The Corrections, tercera novela de Jonathan Franzen. El libro abre con una descripción del otoño en el Medio Oeste con la que establece el clima emocional de lo que está por venir, equipara otoño con decadencia y acaba con cualquier esperanza del lector por tener por delante un libro amable. También hay un guiño a Mrs. Dalloway, pero eso para cuando hablemos del verano.
También recomendaría Ariel, el poemario póstumo de Sylvia Plath se escribió durante el otoño/invierno de 1962 a 1963. La gota que colmó el vaso fue la gran helada que convirtió Londres en un desierto de hielo invivible desde el segundo día de Navidad de 1962 y durante los primeros meses de 1963. Todo está en Ariel. Duro, bello y exigente. Honesto hasta el final. Con su lirismo urbano, con poemas como Poppies in October, asistimos a los estragos del otoño en el cuerpo y la mente de la Plath”.
“Algo tiene esta estación que encandila. A mí ya me conquistaba con el entretiempo (del que ahora cada vez es más difícil disfrutar), los colores, el aire melancólico y los frutos otoñales. Ah, pero la guinda es esa ventana por la que se cuelan todas las cosas del otro mundo que la ficción tan bien aprovecha: magia, muertos, horrores e incógnitas.
Para esta ocasión me gustaría recomendar unos videojueguitos que van genial con un té y unas castañas asadas. Por un lado, Gone Home, una exploración en la que volvemos a nuestra casa familiar un día lluvioso tras estar un tiempo fuera, y nos la encontramos vacía. Rebuscando entre lo que se suponía que conocíamos, pero bajo una nueva luz, iremos descubriendo qué ha pasado con nuestros padres y nuestra hermana pequeña, en lo que se asemeja a rebuscar entre nuestros propios recuerdos guardados al fondo del armario en cajas de cartón.
Me gustaría hablar también de The Cosmic Wheel Sisterhood, el videojuego que Deconstructeam, estudio afincado en Valencia, sacó este verano, pero que encaja de maravilla con la temporada del ocaso. Una experiencia narrativa en la que tomamos el papel de una bruja tarotista exiliada de su aquelarre cósmico que comete un acto prohibido para ser readmitida. Un cuento tremendamente humano que se mueve en el filo del declive de las cosas y que nos hará tomar difíciles decisiones.
Y no podría obviar el juego otoñal por excelencia: Night in the Woods. La gata Mae vuelve a su pueblo tras una experiencia fallida en la universidad y tiene que enfrentarse a todos los fantasmas que había dejado en casa. Miedos internos, terrores externos y una panda de colegas disfuncional en esta historia intrigante e intimista”.
“La tardor, eixa temporada en què, per fi, tornen a estar permesos els colors freds i les mànigues llargues i et llances als braços de la pseudomelancolia platònica. L'època en la qual deixes enrere la pell seca de l'estiu i imagines que habites un continent on sí existeixen les estacions i no els recordatoris constants, a ple mes d'octubre, de què l'estiu està fent-se fort i no marxa. En aquesta regressió al futur sona Room with a view de Rone amb una coberta de disc deliciosa i hostil a parts iguals i colpida de colors freds.
I ara, la que et fas forta eres tú i enganxes amb Mercy de Simon Gimelstein. Un tema en forma d'òpera mega estrany, però que té eixa cosa de misteri i aristocràcia que fa que adoptes una posició de superioritat moral. L'estat d'inquietud encara et ronda i sols el pots alleujar si escoltes a Charlotte Gainsbourg en el seu Deadly Valentine. I directa i sense pensar-ho et passes al bàlsam de We fell in love in october de Girl in red”.
“En otoño es de escucha obligatoria el Mule Variations de Tom Waits, un compendio de historias que invitan a sentarse con algo calentito (o invitarían, si no estuviésemos a las temperaturas que estamos) y oír a Waits cantar, con esa voz suya que es como pisar hojarasca, relatos de gente en el arroyo, alardear sobre su éxito en Japón mientras hace beatbox o incluso marcarse un himno gospel.
En el ámbito fílmico, quien diga que no disfruta viendo Fantástico Sr. Fox, el primer acercamiento de Wes Anderson al universo de Roald Dahl (muy recomendables también el mediometraje y cortos netflixeros recientes) está mintiendo, miente como un [taco]. Un fantástico (je, je) acercamiento en stop motion a la crisis de la mediana edad y el autodescubrimiento”.
“Dado que en su concepción atmosférica y climática es algo a extinguir, igual que los signos de interrogación de apertura o Ciudadanos, cada vez está más claro que el otoño es más bien un estado de ánimo. Personalmente, entiendo estos meses como una suave transición entre la despreocupación veraniega y el recogimiento invernal, una especie de limbo que recoge lo mejor de los dos mundos, ni demasiado ligero ni demasiado profundo. Mi época favorita del año, vamos. Soy un autumn boy total.
En cuanto a películas, pienso en La mamá y la puta (Jean Eustache, 1973), una cinta otoñal de la nouvelle vague, muy tardía y hecha por un tipo tan especial como Eustache. Combina esa mezcla de ligereza y peso existencial que es tan de este momento. Una relación a tres en la que a veces parece imposible que nada salga bien, pero donde de repente se abren pequeñas rendijas de posibilidad feliz. Y todo aderezado con reflexiones sobre quiénes somos y qué estamos haciendo con nuestra vida.
Propongo también dos lecturas, en las que el paso del tiempo y las estaciones está muy presente. Una es Los viejos creyentes, de Vasili Peskov (Impedimenta), sobre la historia de una familia que se autoexilia a los bosques de la estepa siberiana sin apenas contacto con el resto de seres humanos y con mucho contacto con el frío, la nieve y demás inclemencias. Como pasa también en La montaña mágica, de Thomas Mann, ese clasicazo maravilloso en el que, como argumentalmente no pasan demasiadas cosas, da tiempo a describir la caída de cada hoja o el amarilleo del paisaje de las montañas que rodean ese sanatorio que quizá sea una representación del purgatorio de todo un continente que se desangraba.
Como banda sonora sugiero las Gymnopèdies de Satie o cualquier disco de Txetxu Altube, especialmente Tras el huracán (2017). Para encerrarse en casa y echarse por encima una mantita, ¡que ya va siendo hora!”.
“Con el otoño empieza la temporada de brujas y, si las brujas existen, no tengo la menor duda de que Stevie Nicks lo es. Witchy Stevie. Edge of Seventeen es un clasicazo de los 80, pero me vale cualquiera de sus canciones.
"¿No te encanta Nueva York en otoño? Hace que quiera comprar material escolar. Te enviaría un ramo de lápices nuevos afilados si supiera tu nombre y dirección". Aunque en Tienes un email (1998), de Nora Ephron, transcurren todas las estaciones, la película empieza en otoño y esa frase lo define: todo vuelve a empezar y huele a nuevo.
Por otro lado, en las últimas semanas varias personas me han contado que con el inicio del otoño les ha apetecido volver a ver Gilmore Girls, algo que también me ha sucedido a mí. Hay algo en Lorelai y Rory y los entrañables habitantes de Stars Hollow que hacen que quieras tumbarte en el sofá con un café calentito”.
“Si entendemos el invierno como la muerte y la primavera como el renacimiento, entonces el otoño sería ese último suspiro de vida, esa transición llena de matices. En él encontramos la belleza de lo decadente.
En esta temporada es obligatorio reivindicar la literatura de terror y a un clásico como Poe. Si nunca lo has leído, es el momento ideal. Y si ya lo conoces, es obligatorio regresar a él cada cierto tiempo. Concretamente, para estos meses, encaja muy bien El pozo y el péndulo, la historia de un hombre condenado por la Inquisición que se despierta en un pozo húmedo y pegajoso. El protagonista está atado y ve cómo un péndulo de afilado se va acercando poco a poco a él, lo cual augura una muerte aparentemente ineludible. Es un relato increíble que genera un aura escalofriante.
Soy un firme defensor de que esta es una buenísima época para encerrarse y echar unas cuantas horas a videojuegos que enganchan, por ejemplo, Blasphemous, desarrollado por el estudio español The Game Kitchen. Es una obra de acción y aventuras ambientada en la Sevilla de la Inquisición con iconografía religiosa, personajes aterradores y, además, con un guión y una historia de fondo muy interesante.
Como acompañamiento musical, me quedo con El manifiesto desastre, de Nacho Vegas. Un disco dee destrucción, de encontrar la belleza en las cosas rotas, algo que me recuerda al otoño, cuando el año se rompe. Venimos del verano que es todo luz y color y, de repente, parece que las cosas empiezan a venirse abajo… Si he de elegir un tema, sería Crujidos: la canción de las caídas, igual que caen las hojas de los árboles.
Otra sugerencia es la cuenta de Instagram happycloudsandtrees, con sus fantasmitas adorables y sus tonos anaranjados. Es puro otoño, puro Halloween… Se han convertido en mis nuevos vídeos de gatitos por la ternura que desprenden. Lo recomiendo especialmente para amantes de esta estética, pues publican imágenes de inspiración otoñal durante todo el año”.