VALÈNCIA. Carla Simón, con Alcarràs, ha ganado el Oso de oro en el Festival de Berlín (¡ovación aquí!). El Oso de Plata - Premio del Jurado ha sido para Manto de gemas, de Natalia López Gallardo y el Oso de Plata a la Mejor Dirección para la gran Claire Denis por Both Sides of the Blade. El Oso de Oro al Mejor Cortometraje ha sido Trap, de Anastasia Veber. Por su parte, los premios de la sección Generation Kplus han recaído en Comedy Queen, de Sanna Lenken (mejor película) y Vlekkeloos, de Emma Branderhorst (mejor cortometraje). Y en la sección Encounters, los dos galardones principales han sido para Mutzenbacher de Ruth Beckermann (mejor película) y See You Friday, Robinson, de Mitra Farahani (Premio Especial del Jurado). En total, ocho mujeres en las principales categorías de premios. No es fácil ver esto en el palmarés de un festival.
No es que en Berlín a los jurados internacionales les haya dado un siroco feminista o quieran cumplir con una cuota (como los amargados de siempre ya están diciendo) premiando a tantas mujeres. Síganme en este recorrido festivalero. Resulta que el Festival de Cannes le concedió la Palma de Oro a Titane, de Julia Ducournau y el de Venecia le dio el León de Oro a la mejor película a L'évènement, de Audrey Diwan, el premio a la Mejor Dirección a Jane Campion por El poder del perro y el de Mejor Guion a Maggie Gyllenhaal por La hija oscura. En El Festival de Cine de San Sebastián, la Concha de Oro fue para Crai Nou/Blue Moon, de Alina Grigore, el Premio especial del jurado para Earwig, de Lucile Hadzihalilovic y la Concha de plata a la mejor dirección para Tea Lindeburg por Du Som er I Himlen / As in Heaven. En Sundance, la película triunfadora fue Coda, de Sian Heder y el Gran Premio del Jurado Drama World Cinema fue Hive de Blerta Basholli.
El año pasado los Oscar reconocieron a Nomadland como la mejor película y a su directora Chloe Zhao por la mejor dirección, categorías en las que también competía Una joven prometedora de Emerald Fennell, una situación insólita por la presencia de dos mujeres nominadas en ambas categorías. Lo nunca visto.
Los premios Goya a la dirección novel de los últimos cinco años han recaído en mujeres cineastas: Carla Simón por Estiu 1993 (2018), Arantxa Echevarría por Carmen y Lola (2019), Belén Funes por La hija de un ladrón (2020), Pilar Palomero por Las niñas (2021), que ganó también el Goya a la mejor película, y Clara Roquet por Libertad (2022). Mucho talento y mucho futuro ahí. En la última edición de los Goya, de los 22 premios no segregados por género (todos los que no son de interpretación) en nueve de ellos subieron mujeres a recoger el cabezón (montaje, canción, música, dirección novel, vestuario, corto de ficción, película de animación, maquillaje-peluquería y efectos especiales).
Igual los párrafos precedentes me han quedado un poquito farragosos con tanto nombre y tanto dato, pero la enumeración es absolutamente necesaria. Podría ampliarse con datos de nominadas y de otros festivales, pero tal como está nos sirve para hacernos una idea. Y el caso es que, siendo muy relevante el listado, en realidad lo que es digno de señalar es que los números resultantes no son proporcionales con el porcentaje de mujeres que dirigen películas. Con tanto nombre femenino, podríamos pensar que las carteleras están llenas de películas dirigidas por mujeres y que los nombres de mujer tras las cámaras son el pan nuestro de cada día, pero nada más lejos de la realidad. Porque, grosso modo y desgraciadamente, solo entre el 20 y el 25% de las películas están dirigidas por mujeres.
En España no llega al 20% el porcentaje de películas dirigidas por mujeres, como muestran los estudios de CIMA (la Asociación de Mujeres Cineastas). En Estados Unidos, según el Center for the Study of Women in Television and Film, de la Universidad de San Diego, la representación femenina en su conjunto (que incluye directoras, guionistas y productoras) ascendió al 21% en 2020. En 2021, las mujeres representaron el 25 % de quienes trabajaban en roles clave (directoras, escritoras, productoras, montadoras, directoras de fotografía) en las 250 películas más taquilleras. Así pues, que con un 70-80% de títulos dirigidos por hombres, las mujeres copen los premios de los festivales más prestigiosos y otros galardones de más potencia mediática cobra una enorme importancia que va mucho más allá de lo numérico.
¿Quiere esto decir que las mujeres hacen películas más interesantes y mejores que los hombres? Pues no creo que sea ese el quid de la cuestión. Lo dije el otro día y lo repito ahora, esto no es una competición. Esto es cultura. Lo que hay que colegir es que lo que lo que están contando y sus puntos de vista (en plural, tantos como mujeres se ponen tras una cámara) son relevantes e importan. Que están aportando nuevos temas y personajes inéditos, o miradas diferentes sobre viejos temas; que sus relatos arrumban y también crean nuevos tópicos y cuentan algunas cosas que no se habían contado, o no de según qué forma.
Ahí están las cineastas dedicadas al cine del terror dinamitando clichés, abriendo nuevos caminos y dándole la vuelta a muchos tropos del género, al tratamiento de la violencia, a la concepción del cuerpo. Esa Titane que ha descolocado a propios y extraños. O la brillante pléyade de creadoras surgidas en Catalunya en los últimos años, como Carla Simón y varias de las citadas, que están reescribiendo, desde el estar en el mundo de una mujer joven del siglo XXI y en algunos casos con gran carga autobiográfica, los mundos de la infancia, la transición de la adolescencia a la juventud y el complejo paso a la madurez; las relaciones con la familia, con el propio cuerpo o con los de los demás, la identidad, etc.
Uno de los estudios del Center for the Study of Women in Television and Film dedicado al cine independiente dice lo siguiente: en la temporada 2020-2021, las mujeres representaron el 35% de las personas que trabajan como directoras, guionistas, productoras ejecutivas, montadoras y directoras de fotografía en el cine independiente, cifra que aumenta al 42 % en el caso de los documentales. Nada que no sepamos, pero es bueno verlo en cifras. En general, es más fácil encontrar a las mujeres al frente de proyectos independientes y documentales y no en films de gran presupuesto ni ambición comercial.
Durante la pandemia, y ante la desaparición en salas del cine más comercial, porque las grandes distribuidoras multinacionales abandonaron a los exhibidores a su suerte, las pantallas se abrieron a un cine más pequeño y más autoral en el que, de pronto, había un buen puñado de títulos encabezados por mujeres. La falta de blockbusters dejó espacio a otras maneras de hacer cine y contar historias; son las que, generalmente, los superhéroes, los héroes y heroínas de acción y las películas familiares estilo Disney suelen asfixiar con su presencia abrumadora. Y la temporada de premios recogió esta realidad.
Algo está cambiando, es cierto, pero aún falta camino por recorrer. De momento, esperemos que no sea un espejismo y que la presencia de mujeres en los festivales y en sus palmarés continúe con total naturalidad. Ojalá nunca más sea necesario escribir artículos como este.