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Diseñados desde el diseño

El diseño cambia nuestros comportamientos, introduce nuevos aspectos culturales y crea nuevos entornos sociales o laborales. Es sobre lo que ahonda el diseño ontológico, que plantea esencialmente cómo el diseño nos diseña

| 24/09/2018 | 5 min, 40 seg

VALÈNCIA.-Como si de una película de ciencia ficción se tratase en la que robots crean robots, el proceso de diseño llevado a cabo por el ser humano implica rediseñar al propio ser humano. Y es que el impacto del diseño es apreciable desde lo cotidiano hasta lo extraordinario, desde los cubiertos con los que comemos hasta la carrera espacial, y gracias al diseño observamos cómo cambiamos nuestros comportamientos o nos adaptamos a nuevos entornos.

Somos moldeados desde el diseño, al igual que el diseñador moldea un prototipo. El inventor español que diseñó la fregona cambió la forma en la que limpiamos, y los diseñadores que decidieron poner una cámara frontal a los teléfonos móviles terminaron por crear la cultura del selfie, un par de ejemplos de cómo creatividad e innovación van de la mano en forma de diseño y tecnología desde el principio de los tiempos, con otros casos como la invención de la rueda o el clip para sujetar papeles.

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El diseño está para hacernos más felices, facilitarnos tareas o proponernos nuevas soluciones a problemas cotidianos, ya sea al diseñar la etiqueta del Ketchup de forma que obliga a guardarla boca abajo o proyectar unas aceiteras para que no gotee el tan preciado oro líquido. Y de igual forma, las cosas mal diseñadas frustran, como la señalización del hospital que impide llegar de manera eficaz a una consulta, las incómodas sillas de una sala de espera o la compleja interfaz de un cajero automático.

Sí, las interfaces dependen (o deberían hacerlo) de los diseñadores. Botones, controles y formas de interacción, que pueden ser analógicos como una batidora o complejamente digitales como la pantalla del cajero que decíamos, deberían ser intuitivos y sencillos de utilizar para los usuarios a los que van destinados y también introducir las novedades necesarias para hacernos avanzar en la utilización de los mismos. El diseño de las interfaces puede condicionar el comportamiento, desde la forma de relacionarse con un ordenador a cómo un médico dispensa sus recetas. Si bien es cierto que hay que estudiar la experiencia del usuario para que el diseño se adapte a una función concreta, en ocasiones el diseñador introduce usos o elementos que pasarán a mutar el tipo de comportamiento del usuario hasta naturalizar nuevas formas de relacionarse.

El diseño ontológico

Esta reflexión fue conceptualizada hace más de una década por la teórica del diseño Anne-Marie Willis, quien desde un punto de vista metafísico describió el diseño ontológico como «el doble movimiento con el que diseñando nuestro mundo, este reacciona diseñándonos a nosotros». Por tanto, el diseño ontológico consiste en la reflexión de la naturaleza, la esencia del diseño y la relación entre los seres humanos y su entorno. En pocas palabras, que el diseño diseña.

La autora y profesora de la Universidad Alemana en El Cairo sentó con su artículo las bases de esta idea y ahonda en que el acto de diseñar es más profundo de lo que históricamente se ha considerado, diferenciando la afirmación tan extendida de que «el diseño influye» por la de «el diseño diseña», como algo mucho más profundo y hasta ahora infravalorado. Poniendo en valor el diseño, podemos afirmar que todo lo que el ser humano ha creado a lo largo de la historia ha sido fruto del ejercicio intelectual que supone diseñar, desde los utensilios para cazar a la aparición de la rueda o los trajes espaciales.

En este bucle que es la retroalimentación en la que el diseño nos diseña, entra también la cultura que en cada región o país condiciona su acercamiento al diseño, su perspectiva de lo que es buen o mal diseño y el hecho de que tiene un enfoque diferente en uno u otro continente, desde acciones tan cotidianas como comer hasta el tipo de edificaciones que son mejores o peores según los condicionantes climáticos o geográficos. Así pues, la cultura condiciona al diseño que a su vez condiciona a la cultura, y por eso el contexto es tan importante a la hora de diseñar y la globalización en diseño a veces es tan complicada, pues diseñar utensilios occidentales para la cocina oriental o construir con bambú una estructura pensada en metal es un absurdo desde el punto de vista práctico, ya que el diseño sin función es pura estética y la estética, sin más, no es buen diseño.

Hablamos de antropología, del diseño como vía para estudiar comportamientos pasados y de cómo se nos analizará en función de los usos de las cosas diseñadas que hacemos hoy. Pensemos en rituales orientales asociados a la comida o a la bebida, desde la preparación del té a cómo en Japón se enfoca tradicionalmente la comida: cómo se sientan, cómo se come y cómo difiere de las rutinas de Oriente Medio o de nuestro Occidente. La globalización en diseño supone poder acceder a estos inputs locales para diseñar, así como en el diseño gráfico hay que analizar diferentes simbologías o colores y sus distintas lecturas.

El problema es cuando el diseñador se abstrae de la faceta cultural para destruir la propia cultura, de ahí que la investigación sea tan importante en el proceso de diseñar, que sirve para entender y comprender lo que hacemos los diseñadores, tal y como razona el diseño ontológico en una reflexión que genera nuevas preguntas acerca de los procesos de diseñar.

Con lo cual, volviendo al origen de este bucle, la cultura da forma al diseño que a su vez nos diseña y genera un impacto en la cultura. Una maravillosa retroalimentación que contiene todo lo bueno del buen diseño y el gran fallo del diseño mediocre. 

* Este artículo se publicó originalmente en el número 47 de la revista Plaza

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