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València a tota virolla  

El español en peligro en el kilómetro cero en València

¿Cuántos locales disponen su descripción comercial solo en español?, ¿cuántos lo hacen solo en inglés?, ¿y en valenciano? Qué hay detrás del mapa de idiomas desde Marqués de Sotelo hasta Plaza de la Reina

8/07/2023 - 

VALÈNCIA. Las soflamas preocupadísimas sobre el futuro del español en València tienen trazas de realidad. Una amenaza sobrevuela la expresión del idioma cooficial de la ciudad. En el espacio urbano más paradigmático, la línea que se extiende por Marqués de Sotelo desde la Estación del Norte, hasta el final de la Plaza de la Reina, cruzando la Plaza del Ayuntamiento y San Vicente, una dura competencia se cierne sobre la supremacía del español entre los avisos comerciales. 

Y no es que sea el valenciano su principal competidor. En la rotulación durante todo ese trayecto, entre locales a pie de calle, está tan lejos de ser el segundo idioma que no es ni tan siquiera el tercero. Tampoco el cuarto.

A lo largo de ese kilómetro representativo hay cerca de 120 comercios que lindan con el paso callejero: mayoritariamente tiendas de objetos de regalo, hamburgueserías, cajas de cambio de moneda, cafeterías y casas de productos especializados. Una minoría entre todas ellas se anuncia solo con su nombre, pero la inmensa mayoría lo hace añadiendo rótulos descriptivos o llamadas a la acción que intentan captar la atención transeúnte. Smile of Valencia, Organic Coffee, From Valencia with Love, Snack Time, Open 7 days, Burger and fries, Cold Drinks, One More, Mediterranean Food, Souvenirs, Candy Shop…

Foto: KIKE TABERNER.
De entre todos, 39 tienen solo su rotulación solo en español; 11 lo hace tanto en español como en inglés, combinando reclamos en una y otra lengua; 30 lo hacen solo en inglés; 6 solo en italiano; 4 en francés. Ah sí, y 2 en valenciano. 

Il maestro del gelato, Tutto è fatto in casa e basta, Brasserie-Creperie, Le monde du Macaron, La vie en blue… Mientras que el italiano y el francés han cobrado fuerza en los últimos años, en un intento de sortear cierta cacofonía, solo dos locales se presentan abiertamente en valenciano: Linares, con su descriptivo Gelateries Artesanes, y La Botiga de la Seu, ambas en Plaza de la Reina. Debe ser esta la prueba de que el valenciano subyuga al español en València. 

En esta ristra de datos hay poca sorpresa, pero bastante relevancia a propósito de cómo pretende mostrarse una ciudad. Es un termómetro de para quién se dispone el cogollo representativo de València. Con esa sensación de que son los mismos comercios que están en cualquier parte, por tanto es un fragmento de ciudad similar al de cualquier otra y, en consecuencia, intercambiable. 

“El idioma del centro de Praga no es el checo ni el de Amsterdam el neerlandés”, suele señalar el ensayista urbano Jordi Dioni para poner de manifiesto una homogenización que decanta a las ciudades según la puja de quienes la visitan. “Cuando se modifica el modelo económico de la producción al rentismo y los servicios es bastante ingenuo pensar que el ecosistema no se alterará”.

Foto: KIKE TABERNER.

Un ejercicio que se parece al uso de las cookies en la navegación por la web: a partir del rastreo a granel de los transeúntes se dispone la oferta, en una tensión que no dejaría de ser lógica sino fuera porque extirpa a las demarcaciones locales de su personalidad propia, y las convierte en puro copia-pega. 

Hay una paradoja añadida: el entorno que presumiblemente sirve para exponer València, con algunas de sus calles y plazas más representativas, al mismo tiempo se convierte en un simulacro de algo que se parece poco a València, reproducido de la misma manera en centenares de urbes alrededor del mundo, donde solo cambia el decorado. Apenas hay diferencias: un souvenir de una paella por aquí, un vaso de horchata por allá. Si llegaramos repentinos desde el pasado podríamos pensar que se trata de València disponiendo su superficie para un rodaje de una ciudad que es otra. 

El problema, claro, no son los rótulos en inglés: la cuestión es lo que hay detrás de ellos. Un ecosistema alterado donde importa poco su propia sociedad. Hasta ahora nos parecía que los no-lugares pertenecían a infraestructuras de paso, alejadas, pero quizá nada corresponde más a su concepción que nuestros kilómetros cero: una extensión de dutyfrees solo interrumpida por alguna terminal pública. 
Foto: KIKE TABERNER.

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