Kebab (Kebap para los turcos) la creación gastronómica más vejada y maltratada pero, también, la más honesta. ¿Que por qué? Porque el kebab (el guilty pleasure por excelencia) nunca ha necesitado de esa estúpida moda de ‘lo gourmet’: hamburguesas gourmet, pizzas con trufa blanca y hasta rosquilletas gourmet: ¿es que nos hemos vuelto idiotas? Pero ya ven: nuestro amigo el kebab nunca salió del antro con carteles en Comic Sans y el papel de plata; y desde luego jamás cruzó la línea de los 4€. Eso es honestidad.
Honesto y superviviente: sobrevivió a tu época de estudiantes, a aquellos primeros viajes a Ámsterdam (¿de qué te alimentaste en Erasmus, eh? ¿de qué?) y hasta sobrevivió la Valencia de la Fórmula 1, la farlopa con billetes de quinientos lereles y los yates con patrón. Y también —no tengo la más mínima duda— sobrevivirá a la generación Tinder. De hecho, ¿cuál es el plato estrella en Globo o Deliveroo? ¿El caviar de beluga? ¿Los guisantes lágrima de Getaria? No: el puto kebab.