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El sitio de espera en València: ¿es una plaza la de los Pinazo?

En la órbita del Metro de Colón, y como un zaguán de El Corte Inglés, es la plaza que no lo parece. Y sin embargo sus altos niveles de socialización encierran unas cuantas enseñanzas

10/02/2024 - 

VALÈNCIA. La de los Pinazo es una plaza envuelta en confusión. Comenzando por su propio nombre. De la plaza del Picadero (porque se guardaban caballos cerca de allí) a la Plaza del Pintor Pinazo y por evolución y error a la plaza de Los Pinazos hasta ordenarse con el nombre correcto de Los Pinazo

El escritor Hisham Matar habla de las plazas como aquellos espacios que permiten “una coreografía centenaria cuyo fin es recordar a todos los seres solitarios que no es bueno ni posible existir en completa soledad”. Eric Klinenberg, el autor de Palacios del pueblo, suele insistir en que “construir una plaza o un parque” supone “una buena manera de combatir la polarización”. Y si bien todo eso puede llegar a ser cierto, es el uso de esa plaza (y la intención de quienes lo definen) lo que determina su suerte. 

Con la de Los Pinazo, es la propia concepción de ‘plaza’ la que podría discutirse. Bordeando la estación de Metro de Colón, definida a partir del contorno con El Corte Inglés -en forma de zaguán-, su estructura no se ajusta a la plaza tradicional. Es un espacio familiar para José Ignacio Casar Pinazo, bisnieto del pintor Pinazo Camarlench, y que aborda el espacio a partir de esa dicotomía entre ‘plaza’ y ‘lugar de encuentro’. 

Foto: KIKE TABERNER

“Define muchas cosas, quién sabe si demasiadas: la única estación de metro en el centro histórico, la vecindad con la primera ronda de la ciudad, su inserción en uno de los grandes centros comerciales dispersos de València, la presencia de unos grandes almacenes, su situación de charnela entre el centro y el ensanche rico, un tamaño acertado para la escala del intercambio humano y unos restos arquitectónicos de la antigua muralla cristiana que favorecen las relaciones personales. Detrás de todas ellas, la idea del intercambio, y el intercambio es plaza”, explica Pinazo. 

“Es una plaza muy pinaziana”, cree, por su condición “activa, informal, por momentos bulliciosa, casi interclasista. A veces, se distingue un débil holograma del pintor que con su inquieto lápiz incorpora usos, costumbres, saludos, conversaciones y quedadas a sus libretas, en su constante intento para captar la manera en la que usamos la ciudad y disfrutamos o nos duelen sus espacios”.     

Para Clara Sáez, directora de Flat Magazine, la plaza de Los Pinazo tiene una misión principal: esperar. “Es una de las cosas que más se hace allí. Espera la gente, muchísima, que utiliza ese lugar como punto de encuentro (‘quedamos en ruinas’); también espera la gente para cruzar los semáforos, en pleno cogollo comercial de la ciudad, y espera la gente al autobús en la parada. Una de las bocas de metro más concurridas de la ciudad está justo ahí, tragando y escupiendo pasajeros a la superficie. El trasiego es constante”.

Foto: KIKE TABERNER

Retoma Sáez esa idea de informalidad que rescataba Pinazo. “Parece la ‘no plaza’ hecha plaza por los propios ciudadanos en un espacio que, pese a su nombre, no parece pensado para comportarse como tal. (…) Las plazas, normalmente, están concebidas dentro de los espacios urbanos como zonas de esparcimiento y encuentro de sus habitantes. No deja de ser curioso que, en este caso, la plaza de Los Pinazo, con esa fisonomía tan particular y enrevesada, tan pequeña, tan poco fácil y con tanto ruido visual, cumpla igualmente la función que se le presupone a esos lugares”.

Una de esas capas que la sobrecargan de información está formada por los restos arqueológicos del Portal dels Jueus, restos de una de las doce puertas de la muralla cristiana (salieron a la luz con las obras del Metro). “Una acertada actuación del arquitecto Julián Esteban que acabaría caracterizando este nuevo espacio”, cree Casar Pinazo. “Por esa puerta -recupera Sáez- entraban a la ciudad los productos que venían de las huertas y era un punto importante de acceso. También de espera (otra vez)”.

Foto: KIKE TABERNER
Su diseño, muy dependiente de la estación de metro, supuso el hito de que “por una vez el transporte público robara espacio urbano al transporte privado y lo devolviera a los ciudadanos”, señala Casar Pinazo. Resultado de esa configuración subsidiaria de la infraestructura, no acaba de ser “amable, ni especialmente accesible, ni cómoda”, cree Sáez. “Pero, pese a todo, las dinámicas urbanas la han convertido en la no-plaza que es hoy”. 

Y ahí está una de sus enseñanzas. No ha necesitado regularse en exceso, ni concebirse como un espacio previsible, sino que más bien sirve de bisagra social a partir de una condición tan modesta como esencial: ser útil.

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