CASTELLÓ. En los últimos años han surgido un buen número de iniciativas que desarrollan proyectos de agroecología en las comarcas de Castellón. Un modelo que se basa en criterios de sostenibilidad y en procesos artesanales de producción que cada vez tienen más adeptos. Fruto de la colaboración entre ellas se han empezado a tejer redes para dinamizar el mundo rural y preservar los paisajes rurales a partir de la transformación de los modelos agrícolas. Un ejemplo de ello es Saborita, un proyecto que surge en el Alto Palancia hace ahora 10 años y que se presenta como una iniciativa clara de desarrollo rural.
"No solo se trata de trabajar la componente medioambiental, es un error, los territorios han de estar vivos, el medio rural no es un parque de atracciones. Estamos en una espiral muy peligrosa de despoblación y desertificación que puede llevar a la erosión de la biodiversidad y de los suelos. Y para frenar esta tendencia tiene que haber gente en el territorio". Así de claro lo tiene David Moya, quien explica que la velocidad a la que se abandonan estas tierras de cultivo "pone en peligro nuestro patrimonio natural al provocar el deterioro de las terrazas, la frecuente aparición del fuego en los pseudo bosques de pino y la pérdida de suelo por erosión".
David es biólogo medioambiental y empezó su carrera trabajando en proyectos de desarrollo rural en Alemania y Francia y cuando regresó tenía claro que quería diseñar su proyecto aquí. Su hermano Noel se unió a Saborita en 2015, una iniciativa que inició su camino cuando David decidió hacerse cargo de las fincas de olivos que su familia tenía en Algimia de Almonacid. Posteriormente, se han añadido al proyecto otros campos de Jérica y Viver. El producto estrella de de la firma del Alto Palancia es el aceite, aunque también produce almendras de la variedad marcona. En total, la empresa gestiona ahora un total de 44 hectáreas de terreno.
"En los últimos cinco años hemos recuperado una veintena de hectáreas dispersas que estaban en estado de abandono", explica David. Y es que Saborita se ha comprometido con la custodia del territorio, "estableciendo contratos de larga duración con los propietarios de la tierra para mantenerla y cuidar de sus olivos haciéndolos productivos de nuevo".
La idea inicial de David fue crear una agrupación de consumidores, pero quedó truncada por la falta de costumbre local. "Conceptos como soberanía alimentaria que han empezado a sonar aquí hace pocos años, en países como Francia estaban asumidos en los años 40 y 50. Es en ese momento cuando empiezo a gestionar las tierras y me pongo a trabajar en ellas y en pocos años me convierto en agricultor profesional", explica. Las buenas cosechas de 2015 y 2017 dieron un empujón al proyecto y aceleró el proceso de convertirse en un centro de desarrollo rural.
El segundo escalón del proyecto es su faceta como comercializador, que realiza con productos propios, como son el aceite y las almendras marconas, a través de la que también vende las creaciones de otros productores como miel de Montanejos, mermelada del Palancia, avellanas de Benassal, jamón de Segorbe o arroz de la Albufera que se seca en el Alto Palancia, explica David. Todos ellos son kilómetro 0, de la zona y ecológicos.
La venta de los productos se realiza al consumidor final, ya sea a través de agrupaciones de consumidores, donde se va el 85-90% de las ventas, o a restaurantes. "La mayor parte del producto de Saborita se va a Francia, donde hay varios restaurantes Estrella Michelin de París que tienen nuestro aceite", asegura David, quien remarca: "Querríamos vender aquí, pero nuestro proyecto no sería viable; no podemos ser competitivos, ya que hay muchas grandes empresas productoras a nivel industrial y nosotros tenemos unos costes de producción más grandes".
La idea de David es diseñar un proyecto a nivel comarcal, vertebrar las zonas de influencia del río Palancia, y crear una bioregión. "Al final se trata de articular territorio, la Calderona y Espadán y expandirse hacia la costa", mantiene.
La tercera pata del proyecto está en el periodo inicial. Es la creación de un centro de formación e innovación "que queremos que sea una incubadora de proyectos, un laboratorio de sabores y saberes", asegura Moya. El primer objetivo es la recuperación de árboles frutales de la zona en peligro de extinción. Para ello, Saborita se ha asociado con otros colectivos para impartir la formación a través de especialistas experimentados En este contexto, el proyecto forma parte de la red impulsada por Connecta Natura denominada Xarxa de Guardians de Varietats i Coneixements Tradicionals.
El proyecto ha crecido en los últimos años y ya son más de once las iniciativas asociadas para gestionar las tareas de producción, comercialización y centro de formación... y en la actualidad están buscando personas que se sumen al equipo. El gerente de Saborita explica que la principal finalidad "es generar red, cambiando mentalidades, trabajando con todo el mundo, por lo que estamos realizando reuniones con los productores de la zona del Palancia, con todos, no queremos encasillarnos ni asustar a nadie con nuestra filosofía sino sumar. Nuestros espejos son entre otros, territorios como la Campagne francesa o la Toscana italiana".
"El objetivo final es llevar el proyecto a la vía de la experimentación, de la investigación, de la transmisión del ecoturismo, a través de una especie de grupo de desarrollo rural que vertebre el territorio", concluye.