Un estudio demuestra lo que ya intuíamos: estamos cansados de aparentar y de vivir cara a la galería. ¿Qué viene ahora?
La expresión Postureo, para entendernos, define (es un neologismo aceptado) cualquier tipo de actitud impostada, guiada más por el aparentar y el “dárselas de” que por el placer más sincero y más hedonista, y tiene (cada vez más) un sentido despectivo. Posturear es vivir cara la galería. Posturear es todo lo contrario a disfrutar.
Digo que es oficial (la muerte del postureo) por culpa de un estudio sobre el ocio de los españoles que han realizado las consultoras Best Relations, Simbyosi y Two Much. En concreto, el estudio gira en torno a las tendencias que condicionan y definen nuestro ocio.
La pregunta de fondo no puede ser más simple —que no sencilla: ¿Qué es lo que de verdad nos hace felices?
Algunos datos curiosos: La mitad de los españoles se consideran más bien felices (52%) a los que habría que sumar los que se consideran claramente felices (17%). Sin embargo, más de un tercio de españoles no se consideran felices (29%). Datos todavía más curiosos: un 60,8% de los entrevistados (800 entrevistas, ojo) considera importante vivir en pareja para ser feliz; pero más que importante, un 54,4% considera imprescindible tener cerca buenos amigos. Asociamos la felicidad al ocio con los amigos, mucho más que a una relación de pareja.
Lo que está claro (profundizando en el artículo) es que la felicidad está más lejos de la exposición constante y la marabunta de las redes sociales (el ámbito natural del postureo) y más cerca de la libertad, la amistad y lo verdadero. Es lo que ellos llaman re-conexión: el ocio “hacia adentro” como espacio de “reencuentro” para ser uno mismo, ese que nos permite parar y re-conectarnos con nosotros mismos, sentirte bien: de verdad. Dedicar(te) a vivir auténticos #unpluggedmoments. Salir temporalmente del aluvión de las notificaciones y el qué-pensará-quien. ¿Qué más dará qué piense nadie?
Y eso, para qué engañarnos, es una buena noticia. Quizá, todavía, queda esperanza para esta generación confusa y agobiada. Quizá hemos aprendido la lección y andamos intentando el camino del regreso a nosotros mismos (ahí se esconde la única brújula para ser feliz); quizá, después de todo, hemos aprendido qué es lo importante y qué es lo que no. Quizá, como Borges, sabemos al fin que no hay día en el que no podamos pasar al menos unos instantes en el paraíso.