Przemyśl (POLONIA). El bus fletado por Consultia Travel para el operativo encabezado conjuntamente por el empresario Juan Manuel Baixauli y la fundación Juntos por la Vida se encuentra ya en Przemyśl (Polonia), a 14 kilómetros de la frontera con Ucrania. Actualmente, Polonia es el país que más refugiados ha acogido desde el acelerado éxodo poblacional que se está produciendo a consecuencia del conflicto ruso-ucraniano. Hoy, sobre las 13:00, el vehículo se llenará de tantos refugiados ucranianos como asientos libres haya para dirigirse de vuelta a València.
El equipo recién llegado al pequeño pueblo fronterizo estuvo realizando las labores de descarga del material humanitario en el antiguo centro comercial Tesco, ahora rehabilitado y acondicionado para la acogida de los ciudadanos ucranianos, quienes colman los pasillos, salones y almacenes del edificio.
No hay rastro de las antiguas tiendas, muy pocas conservan su cartelería. La mayoría son habitáculos cuyo interior es fácilmente accesible desde los vestíbulos. Algunos, como el de Juntos por la Vida, están decorados con la bandera de España. Según afirma el fotógrafo Benito Pajares, son de los pocos que coordinan labores de evacuación hacia un país concreto e identificable. Muy cerca, justo en frente, hay otro de esos pocos, con la bandera de los Países Bajos recibiendo a quienes entran.
El interior de Tesco es, en palabras de varios voluntarios españoles y extranjeros con los que Valencia Plaza pudo hablar, un "caos". Ni rastro de lo que antaño fue, las puertas, vigiladas por militares polacos, conducen a un sinfín de corredores donde las camas plegables, sacos de dormir y mochilas lo ocupan casi todo. Junto a todo ello, los refugiados se sientan o esperan de pie. Muchos niños juegan con los carritos de transporte vacíos. Otros lloran o se muestran más tímidos al paso de la gente.
Sergio, un voluntario español, narra un momento que le llamó especialmente la atención: "Hace nada sentaron a unos niños en unas mantas y les pusieron un proyector. A su vez, pasaron al lado militares con armas". Este contraste también lo confirma Fran, a quien lo inesperado de la situación le ha hecho aprender que las cosas se van organizando "a medida que algo nuevo aparece".
Muchas mascotas también han sido traídas desde Ucrania y, o están sueltas junto a sus dueños, o descansan en sus cajas de transporte. Incluso fuera del edificio, en la vasta explanada donde se estacionan los vehículos y los puestos de comida se suceden, algún que otro furgón de rescate animal se puede ver. "Hay gente que se trae a sus animales pero, al no poder llevarlos en medios como el avión, tienen que confiárselos a estas organizaciones", apunta una compañera de Juntos por la Vida.
La presidenta, Clara Arnal, no se detiene. Cuando la ves sentada en el espacio decorado con la bandera de España y giras la cabeza un segundo, ya no está, anda por un pasillo cercano atendiendo a los nuevos refugiados que van llegando en buses desde la frontera polaco-ucraniana. Porque no, el bus que llegó anoche a Przemyśl no es el único del que disponen. Tampoco el que llegó la madrugada del lunes a València.
Se están coordinando más y más autocares y, precisamente, un par de horas después de la llegada de Svetlana, Anastasia y compañía, uno llegó a las puertas del centro comercial. La labor de la fundación y de las dos voluntarias ucranianas se multiplicó, pues atendían a todos al momento, tanto a la bajada del bus como en el interior del espacio, para recoger toda la documentación y facilitar el futuro traslado.
La fundación Juntos por la Vida sigue siendo la única española en el pueblo polaco y, aunque poco a poco van sumando opciones a su plan de acción - Baixauli confirmó a este medio que consiguió más financiación gracias a la empresa Atesa Enterprise, así como la posibilidad de fletar dos buses más -, no han recibido respuesta de sus intentos de contactar con figuras como el president de la Generalitat, Ximo Puig.
Más allá de la impresión que causaban las personas presentes yendo de un lado para otro, el primer objetivo estaba claro: mover los kilos y kilos de paquetes que abarrotaban el bus al almacén. Misión difícil fue, al principio, conseguir dos o tres carritos con los que realizar el traslado, e igual de complicado fue para los voluntarios que allí se encontraban y las que llegaron en el bus atravesar todas las salas hasta la 'warehouse', el almacén de la trastienda.
Pañales, comida en lata, juguetes, medicamentos... Todo fue depositado con éxito y mediante la ayuda de los pocos voluntarios que hablaban español. Todo, menos la ropa. El espacio destinado a guardar todas las prendas se encuentra relativamente lejos de Tesco, como afirmó Arnal.
La ropa que se dejaba en los alrededores del punto de acogida se amontonaba una encima de otra. Las pilas de cajas se sucedían y la pequeña carpa improvisada acabo cediendo con el tiempo. Los recién llegados ayer por la noche, de hecho, ni la vieron: la ropa estaba a la intemperie, a merced de las inclemencias del tiempo que pudieran estropearlas.
La presidenta de la fundación valenciana fue clara con todo este asunto. Sus respuestas a esta cuestión seguían las mismas líneas. "Por el momento, no traigáis la ropa, no hay donde ubicarla", aseveraba. Incluso decía que seguir dejando la ropa al aire libre, en el suelo y arrugada no era la mejor opción, como si los ucranianos tuvieran que aceptar esa "falta de dignidad" que suponía el depender del abrigo dejado en el barro, mojado y sucio.
No obstante, por las necesidades que ha creado el conflicto, las dos grandes montañas de ropa que había en los caminos exteriores, cerca de los puestos de comida, eran puntos concurridos por no pocas familias que, como mínimo, se acercaban a observar el interior de los paquetes.
Como respuesta a este contratiempo inesperado, parte de la ropa sigue guardada en el maletero del bus, mientras que el resto sí se llevó a esos puntos con la esperanza de que quien lo necesitase pudiera recoger lo que considerase antes de que se estropearan sobremanera.
Por lo demás, el resto de donativos que no dio tiempo a entregar dadas la dificultad de maniobras de los carritos y el horario límite del almacén también se encuentran en el bus a la espera de poder ser depositados a lo largo de esta mañana, pudiendo así hacer hueco a las decenas de refugiados que partirán este mediodía hacia València.
Tesco estaba abarrotado, sí, pero no únicamente por refugiados. Mucha gente tanto dentro del centro como en la explanada exterior acude en colaboración con ONG o por iniciativa propia a la llamada de auxilio de la población ucraniana. Con sólo dar un breve paseo por los aledaños de Tesco, es imposible no entablar conversación con algún inglés, polaco, español o francés que ha conducido no pocas horas hasta el punto principal de los traslados.
Matthias es uno de ellos. Natural de Dresde (Alemania) se considera un "hippie viajero" prestado a lo que haga falta. Y lo de "hippie viajero" no lo dice en alemán, ni siquiera en inglés: tiene un muy buen uso del español, pues estuvo tiempo viviendo en el sur de España. Su plan es sencillo, ha venido con su turismo, donde está durmiendo desde hace 3 días, y planea traerse a los ucranianos que pueda.
Dispone de una casa a su estilo, como a él le gusta, un poco más distanciada del bullicio urbano. No obstante, le gustaría que el gobierno de su Land (divisiones territoriales alemanas) promoviese políticas para acoger a estas personas en edificios públicos o en desuso.
A la luz de una fogata improvisada descansaba otro voluntario local de Przemyśl. Explicaba cómo es la correcta pronunciación del pueblo donde reside y que tan famoso se ha hecho recientemente, algo que se le resiste a los hispanófonos. Más allá de estas charlas desenfadadas, comentó sentirse como una "navaja suiza multiusos", ya que, entre otras cosas, ayuda con la traducción a los regentes de los puestos de comida del exterior. Según afirmó, habla polaco, inglés, alemán, ruso y ucraniano.
Esos 'food stands' improvisados al lado de la hoguera donde se calentaba este voluntario políglota atienden sin descanso a refugiados, colaboradores y equipos de prensa que deambulan por la zona. Ofrecen café y empanadas en uno, mientras que el otro, regentado por voluntarios de la India, sirve opciones vegetarianas y veganas, además de té para ayudar a combatir el frío viento que azota el lugar
Toda esta zona, un poco más alejada del interior de Tesco, ofrece esa otra cara del panorama. Mientras dentro hay un mayor ajetreo y la gente está pendiente de llamadas, colas y encontrar un espacio donde dormir, fuera es posible escuchar simultáneamente" Quina hora és?", "Woher kommst du?" o "Let`s go back inside". Un mix de idiomas que representan la pluralidad de la ayuda que está llegando desde todos los rincones de Europa, de gente que se termina con calma el café que les sirve una familia polaca y se dirige de nuevo al interior a ayudar en lo que puedan.
A la ciudad fronteriza llegaron voluntarias y conductores cerca de las 20:30. Pero antes tuvieron que recorrer Polonia de punta a punta desde bien temprano, tras pasar la frontera con Alemania sobre las 11. Breslavia o Cracovia fueron algunos de los puntos de referencia para el trayecto hasta Przemyśl, y en las áreas de servicio donde el autocar se detuvo también hubo algún que otro ciudadano que también quiso mostrar su solidaridad con las víctimas de la guerra.
Ellos son Oskar, polaco, y Markus, alemán. Dos personas paradas con su furgoneta en el parking de una gasolinera entre Dresde y Breslavia. Al ver el cartel de ayuda humanitaria y la bandera de Ucrania en los laterales del bus, se acercaron a los pasajeros y, en inglés, enseñaron todo lo que llevaban en el maletero, aún más material humanitario.
Nadie se lo pensó dos veces y, con la colaboración de todos, se trasladaron las cajas y bolsas de la furgoneta al interior del bus. Al fin y al cabo, cuatro o cinco paquetes más no marcaban ninguna diferencia ya. Tras esto, se despidieron con una sonrisa en la cara y el vehículo prosiguió su camino hasta el corazón de Polonia.
En palabras de Svetlana, muchas personas "como ellos" se pueden ver en las carreteras y gasolineras polacas cargando donativos. Sin embargo, recalca el "miedo" que algunas sienten al acercarse a la frontera con Ucrania, por lo que confían a aquellos que sí van todos los paquetes que consideren necesarios, si es que se aceptan.
Un solo día ha bastado para mostrar las diferentes dimensiones que tiene esta crisis migratoria. Por un lado, la desesperación y el caos de acoger a un número creciente de refugiados en un lugar que no da más de sí. Y, por el otro, la solidaridad de cientos de europeos que, sin preocuparse por el precio de la gasolina, pisan el acelerador para no dejar solos a quienes se han encontrado en medio de un conflicto que, pese a llevar activo menos de dos semanas, ya ha supuesto un esfuerzo inesperado para los países vecinos a Ucrania.