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¡Guerra a la mesa de novedades literarias!

Frente a la oleada de títulos recién publicados que inundan estos días las librerías, hablamos de esos libros que no lograron en su momento el éxito que merecían… pero que todavía pueden experimentar una segunda vida

22/04/2024 - 

VALÈNCIA. Cualquier tunante que se deje caer habitualmente por esos lugares llamados ‘librerías’ se habrá topado inevitablemente con una tendencia que lleva años atravesando el mercado editorial: la dictadura de la novedad. Cada pocas semanas las estanterías se ven inundadas de títulos recién salidos de imprenta que desplazan sin piedad a aquellos parientes que vieron la luz unos meses antes. Este fenómeno recorre todo el calendario, pero resulta especialmente fácil de identificar alrededor del 23 de abril, Día del Libro. Es entonces cuando la sed por lo inmediato que rige tantas parcelas de nuestra vida se muestra en todo su esplendor también en el universo lector.

Y es que, este encabalgamiento constante de títulos rima a la perfección con la velocidad de la existencia contemporánea: todo tiene que suceder ya, todo queda obsoleto en poco tiempo, todo debe deglutirse (y desecharse) lo más rápidamente posible. Cuanto más y cuanto antes, mejor. En el caso de la galaxia-libro, esta voracidad está marcada por un ecosistema dominado por grandes grupos editoriales que lanzan al mercado volúmenes sin cesar. Frente a ese conglomerado frenético, las editoriales independientes tratan de encontrar rendijas para garantizar la visibilidad (y viabilidad) de sus propios títulos. Con este tablero de juego, desde Culturplaza nos preguntamos si es posible plantar cara a la mesa de novedades. Y también, si aquellos libros que se despeñaron injustamente por los barrancos de la amnesia colectiva pueden tener una segunda vida. 

Ramon Llull (Foto: EVA MÁÑEZ)

Abre fuego, Óscar Brox, librero en Ramon Llull. Y lo hace hablando de “darwinismo editorial”, pues las publicaciones compiten entre sí para posicionarse tanto en los anaqueles de las librerías “como en la agenda de los lectores”. Y, claro, sobreviven los más fuertes. 

“Como librero, da bastante pena ver a esos tomos nacer, acumular polvo y morir”, admite Manuel Garrido, de Bartleby. Respecto a ese canibalismo libresco, apunta a “la sobreabundancia de títulos publicados al año, que en España alcanza la desorbitada cifra de 90.000. Las estanterías de las librerías son finitas, lo que provoca una rotación de ejemplares que puede reducirse a unas pocas semanas”. Otros factores que influyen en esa fugacidad pueden ser la coincidencia de dos piezas con el mismo tema “en la que el autor más conocido seguramente vencerá” o el atractivo “de una portada o edición y su impresión”.

Al aparato Pepe Miralles, de la Librería Primado, quien señala a la estacionalidad del sector como una de las culpables: “todas las editoriales suelen publicar sus apuestas literarias en unas épocas muy determinadas (marzo y octubre), y es tan inmenso el bosque que los árboles no se ven”. Precisamente por ello, sale a colación esa apisonadora llamada ‘grandes grupos editoriales’ “que bombardean publicitariamente tanto a las librerías como a los clientes. Y las pequeñas editoriales que son innovadoras y de gran calidad desaparecen en el dichoso bosque editorial”.

Por su parte, Brox pone la lupa en un sospechoso habitual cuando hablamos de las coordenadas turbocapitalistas: el tiempo. O más bien, su ausencia. “Cada vez somos más impacientes con la novedad y quizá deberíamos pensar más en el extraordinario esfuerzo que implica la edición y en el trabajo de descubrimiento o redescubrimiento de autores y lecturas”, sostiene.

Librería La Rossa

Alodia Clemente, librera de La Rossa, reconoce sus sentimientos contradictorios ese mantra “de que se publica demasiado. Estoy de acuerdo y no estoy de acuerdo a la vez. Es cierto que el ritmo editorial hace inasumible que el público pueda estar al día. Al mismo tiempo, tenemos un mercado extenso, rico y prolífico de pequeñas editoriales independientes con obras fantásticas”. 

Quizás por ello, reivindica la importancia de todas esas piezas que no son “el gran lanzamiento de una gran editorial y no cuentan una gran apuesta económica detrás, funcionan de otra forma”. Es en esos caladeros sin vocación maximalista donde encontramos “joyitas que pasaron desapercibidas y logran una segunda vida cuando la gente consigue llegar a ellas: en unos seis meses o un año tenemos un revival de estos títulos”. 

María García en la librería Nöstlinger (Foto: MARGA FERRER)

La librería Nöstlinger abrió sus puertas en noviembre de 2023 y cuenta con María García Cabrera al frente. Recién estrenada en el oficio, García apunta a que en esa fugacidad libresca “tiene que ver mucho el tipo de librería y el público al que se dirige. No creo que se venda igual el mismo volumen en una librería como la mía, pequeña, con una selección muy específica, con mucha editorial independiente, que en una librería enfocada a vender sellos de grandes grupos y best-sellers”. Habla por experiencia propia: “he tenido que devolver superventas por no venderlos y, en cambio, otros títulos minoritarios que pensaba que no tendrían mucho tirón, han sido un éxito en mi librería”.

Llegados a este punto, queda claro que la dictadura de la inmediatez gobierna con puño de hierro. Pero seguro que hay trucos de abrir grietas en sus cadencias hipervitaminadas, métodos para hacer rebrotar esas obras que se marchitaron demasiado rápido.

De hecho, para Garrido, lograr esa ansiada segunda vida tras una primera no demasiado triunfal no es tan complicado “si entra en juego algún factor exógeno, como un premio importante o muy publicitado que haga que el libro o el autor pase de ser conocido entre sus seguidores a ser famoso por ‘el gran público’. Las ediciones conmemorativas aprovechando una efemérides, la coincidencia de un argumento con algo que efectivamente está sucediendo en el mundo o, por alguna razón que se me escapa, la muerte del autor también relanza sus ventas”. Otra oportunidad para el renacimiento de una obra sería la llegada al mercado de una nueva edición ilustrada, “que añade a los seguidores del texto los seguidores del ilustrador y hace que las piezas se adapten  a nuevas corrientes o sensibilidades. Es el caso de la colección de política para niños Libros para mañana, de Media Vaca, que traen al presente títulos publicados en la década 1970 por otra editorial ya desaparecida y magníficamente ilustrados por autores actuales de toma pan y moja”.

Foto: DANIEL GARCÍA-SALA

Preguntado por su catálogo íntimo de tomos que merecían más, el librero de Bartleby confiesa que se dispone a “hacer trampa” porque, si entendemos por éxito el número de ventas, “de los volúmenes que me gustan siempre creo que deberían venderse más”. Y justo por eso, hay ejemplares que siempre están presentes en los estantes de su librería, pues, independientemente de que se vendan mucho o no, “de algún modo nos definen y recomendamos a menudo, aunque se hayan bajado hace tiempo de la rueda de hámster de las novedades”. Sucede con volúmenes como ¿Y si nos replanteamos el canibalismo?, con texto de Albert Pijuan e ilustraciones de Clara-Iris Ramos (Libros del Zorro Rojo) o Palicaire, pinyol, pruna, tió i un altre cop palicaire, con texto de Vojtech Masek e ilustraciones de Chrudos Valousek (Barrett). 

¿La fórmula de Nöstlinger para luchar contra la exigencia de la última hora? Ignorarla: “si hay una obra que me fascina y quiero que la gente la compre, la destaco; me da igual que lleve 5 años, 5 meses o 5 días publicada, aunque sé que no es lo habitual. El hype por lo nuevo hace un tanto tirano al sector del libro”.

Prescriptores contra el olvido literario

Entre las estrategias para que un tomo alcance ese ansiado renacer, Miralles habla de la relación entre libreros y clientes: “ayuda a descubrir lecturas que la gente pasee por las librerías, y que no se dejen llevar por el algoritmo de ventas amazónico”. Una postura que respalda Brox: “buscamos contagiar ese entusiasmo por el libro, compartir ese descubrimiento. Poner su valor por encima del factor tiempo y saber cómo transmitirlo al lector”. Preguntado por el inventario de ejemplares a los que desea un mayor recorrido, indica que los relatos de Gueorgui Gospodínov en Acerca del robo de historias (Impedimenta) “no están teniendo el protagonismo que deberían; más aún, si tenemos en cuenta que su autor ganó unos cuantos premios internacionales hace apenas tres años con Las tempestálidas (Fulgencio Pimentel) y que, probablemente, sea el escritor europeo más original del momento”. También defiende que habría que hablar más de James Baldwin “y de esa maravilla que es El cuarto de Giovanni (Sexto Piso)”.  

El responsable de Primado también lanza un breve registro de esos títulos que no han tenido “la vida y los lectores que merecían al haberse visto arrollados por el aluvión de novedades mediocres infladas por el marketing de los grandes sellos editoriales”. En su lista aparecen Pequeñas desgracias sin importancia, de Miriam Toews (Sexto Piso); Identitti, de Mithu Sanyal (Cosonni):  “todo el mundo debería leer este libro para enterarse de lo que pasa a nuestro alrededor”; El informe Penkse, de Jaime Rubio Hancock (Altamarea): “humor inteligente, mucho mejor de lo que anda por ahí”, y La vergonya. Un sentiment revolucionari, de Frédéric Gros (Angle Editorial): “un ensayo quirúrgico sobre todo lo que no sabíamos que mueve nuestra ética y lo que sabemos que la mueve, pero lo encerramos en el silencio social”.

En este punto, la fundadora de La Rossa introduce una derivada inesperada: el papel de los pódcasts literarios y los booktokers como prescriptores literarios e impulsores de ciertos booms librescos. “Gracias a esos espacios se ha creado un clima de amor hacia la lectura y la cultura; mucha gente escucha estos programas porque con ellos sienten esa sensación de charlar con amigas sobre libros. De pronto, en un episodio comentan un título que les ha llegado por azar o porque es una editorial se lo ha enviado específicamente. Hablan de esa obra, quizás seis meses o un año después de su publicación, y su audiencia lo tiene en cuenta”, explica.

Algo similar ocurre, narra Clemente, con redes sociales como Goodreads, donde quizás hay una comunidad lectora “compartiendo sus gustos. Viene gente pidiendo ejemplares que salieron hace una década y que se han puesto de moda porque en Goodreads los están reseñando”. En su caso, destaca el revival de Tan poca vida, de Hanya Yanagihara (Lumen): “salió en 2016, me encantó y, de pronto, la gente lo está pidiendo una barbaridad. Es una lectura compleja, aunque escrita con mucho gusto”El cielo de la selva, de Elaine Vilar Madrugaes (Lava), y Ritos Funerarios, de Hannah Kent (Alba): “cuando llegó a la librería no funcionó, pero el año pasado empezaron a preguntarme por él porque alguien en redes lo había recomendado”.  

Frente a las ansiedades del ahora, frente a la abrumadora sensación de estar ‘llegando tarde’ a tal título del que todo el mundo habla, quizás la única solución sea amotinarse contra esa tierra prometida llamada ‘mesa de novedades’ y buscar itinerarios lectores disidentes.

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