VALÈNCIA. Si buscan en internet Halt and catch fire verán aparecer frases del estilo “la mejor serie que no están viendo”, “una joya desconocida” o “no se la pierdan”. En esta columna no vamos a ser muy originales, avisados quedan, porque ese va a ser exactamente el mensaje. Corran a verla, que se están perdiendo una gran serie.
Halt and catch fire es una serie de la cadena ABC, creada por Christopher Cantwell y Christopher C. Rogers, que comenzó en 2014 y este año ha finalizado tras cuatro magníficas temporadas. Su enigmático título, que solo reconocerán quienes se dedican a la informática y que literalmente significa ‘detener y prender fuego’, es, en realidad, una referencia a los orígenes de los ordenadores, una mítica instrucción en código máquina no documentada que llevaba a la computadora a estar fuera de control e incluso a la autodestrucción. Y es que de eso va la serie. De informática. También de estar fuera de control, pero luego hablamos de ello. Es la historia de un grupo de personas que, allá por principios de los ochenta del siglo pasado, cuando todo estaba por inventarse, protagonizaron el boom de los ordenadores y la informática. El relato llega hasta 1994 y por él pasan la aparición del ordenador personal, de los videojuegos, de los chats, de internet y las redes sociales o de la venta online.
Claro que si la serie hablara solo de informática no comentaríamos lo de “la mejor serie que no están viendo”. Es algo así como si dijéramos que Mad Men va sobre publicidad. Que sí va, pero no es lo principal. Aquí, la informática y los inicios de ese gran negocio sin el que ahora no podemos vivir son el hábitat de un puñado de buenos personajes, muy bien trazados e interpretados, cuyas relaciones e historias componen la ficción. Son visionarios que ven el futuro o incluso lo inventan; personas creativas, ambiciosas y audaces cuyas peripecias explican el pasado al mismo tiempo que nos enganchan y nos reflejan.
La referencia a Mad Men no es azarosa, porque sin ella Halt and catch fire no existiría y no solo por el hecho de pertenecer a la misma cadena de televisión, AMC. Sin el éxito de la obra de Matthew Weiner tampoco existirían otras dos buenas series como The Americans o ya la cancelada Masters of sex, aunque la evolución de esta última fue más bien decepcionante. Todas ellas comparten el estar ambientadas en el pasado y ofrecer un retrato histórico, con una muy cuidada ambientación, de épocas que explican muchas cosas de nuestro presente. Y hacerlo mediante personajes complejos, que rompen clichés y estereotipos, ofreciendo visiones muy adultas y nada esquemáticas del mundo y de la Historia.
Los primeros capítulos no lo ponen fácil, no porque no sea interesante lo que cuenta o porque los personajes no nos atrapen o porque la ambientación no sea certera, sino porque utiliza la jerga informática sin compasión con la audiencia, en forma de diálogos rápidos mientras la acción se centra en cómo se fabrica un PC o como se construye un determinado código de lenguaje. Pero la dinámica entre los protagonistas y el modo en que se cuenta la revolución informática, el proceso de creación o la durísima competencia entre empresas pero también entre creadores; el ver cómo se va configurando una comunidad de usuarios cada vez mayor y el reto a la creatividad que ello supone ante la frustración de que la tecnología no pueda ir tan rápido como los deseos o necesidades de la gente, además del desafío a las leyes de copyright, acaban siendo apasionantes. Y en todo ello, en este relato tan complejo, comprendemos el modo en que la informática y la tecnología han acabado siendo tan importante en nuestro mundo y en nuestras vidas.
Joe (Lee Pace) un oportunista carismático sin código ético alguno que ve la oportunidad de negocio antes que nadie; Cameron (MacKenzie Davis), una geek que no tiene donde caerse muerta aunque es una programadora superdotada y tremendamente creativa; Gordon (Scoot McNairy), un brillante ingeniero de software, taciturno y sin carisma, y su mujer Donna (Kerry Bishé), en principio una ama de casa en funciones de madre y esposa que resulta ser una ingeniera de primera, componen el cuarteto protagonista. Sus vidas, relaciones y emociones responden también a lo que el título sugiere. Ese ‘detener y prender fuego’ no es solo un código más o menos imaginario, es, de hecho, una forma de vida entre quienes lo arriesgan todo, fortuna, estatus, futuro, cerebro y corazón, en un ecosistema naciente que se reinventa constantemente, de la autodestrucción a la regeneración y vuelta a empezar.
Los protagonistas y otros de los personajes que aparecen nos recuerdan a algunos de los grandes nombres de la historia de la informática, convertidos hoy en día en modelos de triunfador capitalista, como Bill Gates, Steve Jobs o Steve Wozniak. En la serie aparecen citadas empresas y productos reales y la mayoría de las grandes líneas argumentales, además de algunas situaciones concretas, se inspiran en hechos sucedidos en aquellos años: la presentación de los nuevos modelos de PC, la filosofía de Apple, la piratería, las luchas por el código abierto, etc. Y es que otro de los temas principales de la serie es la empresa y el mundo laboral puesto que se trata de la historia de aquellas empresas creadas entre amigos en un garaje y su evolución hasta convertirse en grandes compañías que mueven millones de dólares y mucho poder.
Aunque en origen la serie parece tomar a Joe como el eje central, pronto dará un giro inteligente y se hará aún más interesante al colocar a las dos mujeres, Cameron y Donna (especialmente este personaje tiene un gran arco narrativo) en el primer plano, para asistir a su batalla por llevar adelante sus creaciones y su empresa. Ambas son muy distintas y sus vidas no se parecen en nada, por ello han de aprender a respetarse y a colaborar, y serán amigas y enemigas. Son, de hecho, dos de los mejores personajes femeninos que podemos encontrar en las series actuales. Mejor dicho, son dos de los mejores personajes que podemos encontrar en las series actuales. Así, sin adjetivación de género. Y si quieren comprobarlo, no tienen más que ver la serie, esas cuatro temporadas, nada menos que cuarenta magníficos capítulos para disfrutar.