VALÈNCIA. Sobrevivir instalados en una era de existencias líquidas, una era en la que todo lo que pasó hace cinco minutos se considera prehistórico y en la que la fugacidad es moneda de curso local tiene un catálogo de efectos secundarios más extenso que el de las píldoras anticonceptivas. Uno de los daños colaterales de adscribirse al turbogalope cotidiano es dejarse olvidados en los cajones del anteayer a los conciudadanos más longevos. Porque parece que, al salir de la rueda de producción, muchos de esos vecinos que acumulan décadas desaparecen también de la esfera pública. Existen sí, pero a menudo dejan de ser tomados por agentes activos con inquietudes específicas, por interlocutores válidos en la conversación colectiva. Esta transformación en personajes secundarios se da también en los recintos culturales, donde les cuesta sentirse representados.
Ahora, el proyecto La Merienda busca trazar un nuevo mapa de coordenadas para que las personas mayores redescubran el Centre del Carme Cultura Contemporània (CCCC), sí, pero también para que el propio museo les redescubra a ellos. Una apuesta por la experiencia artística compartida como espacio para la charla, el intercambio intergeneracional y la puesta en marcha de otras rutas creativas. ¡Y bien de café con leche y bizcocho para todos!
Para conocer el origen de la iniciativa, damos un minúsculo salto al pasado y nos plantamos en 2019 (solo han transcurrido 2 años, aunque nos hayan parecido 102). Por aquel entonces, la pedagoga Alba Cacheda cursaba el máster PERMEA (Programa experimental de Mediació i Educació a través de l’Art). En ese marco lanzó El Almuerzo, una investigación sobre el tipo de público que iba al Centre del Carme “detecté que, a pesar de que en ese barrio viven muchas personas mayores, no solían visitarlo. Así que decidir organizar un encuentro con esos individuos para que me contaran por qué no iban y qué les gustaría que tuviera el espacio para ir más”, expone.
Y de El Almuerzo a La Merienda. A partir de las conclusiones obtenidas en esa primera aproximación, la mediadora diseñó un proyecto a largo plazo en el que la coca de llanda y el cafetito ejercieran como hilo conducor. Porque a ver, ¿a quién no le gusta quedar para darse una buena merendola (y lo que surja) con las amigas? “Siempre me han interesado las prácticas relacionales, las conversaciones que surgen a partir de compartir mesa. Por ello me apetecía partir de ahí: invitar a comer y hablar. En concreto, en este caso se trataba de juntarse por las tardes, y, mientras merendábamos, poder abordar de temas de interés para las personas mayores y de cómo esos temas pueden vincularse con la programación del museo”, explica.
Las sesiones estaban a punto de empezar en marzo de 2020 cuando nuestro mundo entró en ese limbo viscoso y preñado de incertidumbre que ha sido y es la vida pandémica. “Al avisar de que debíamos paralizar el proyecto por la cuarentena, me di cuenta de que bastantes participantes vivían solos, así que decidimos hacer una versión telefónica. Hablábamos de cómo estábamos, compartimos recetas...”, cuenta Cacheda. A base de llamadas y trucos para las torrijas o el chocolate a la taza, se fue generando un vínculo que cristalizó el pasado otoño cuando se retomaron las primeras reuniones presenciales de La Merienda. La iniciativa en la que participan personas de entre 70 y 90 años de distintos barrios de València, ha seguido desarrollándose a lo largo de este semestre y aspira a convertirse en un programa estable en los próximos años. Las restricciones COVID de momento han impedido que se compartan croissants y ensaimadas, transmutados aquí en mascarillas de obligado uso. Pero ya están imaginando las sesiones de torta y café con leche que han ido aplazando en estos meses tan complejos. Y no se trata aquí de plantear a estos mayores un catálogo de actividades, sino de que sean ellos mismos quienes diseñen propuestas para diferentes públicos que puedan ser adaptadas por la institución. En ocasiones esas charlas surgen a través de temas que presenta la mediadora o algunos de los artistas invitados a las sesiones y, en otras, surge a través de la visita guiada a las exposiciones. No en vano, Cacheda defiende la necesidad de que las voces de las personas mayores “estén presentes en el CCCC y que puedan sentirse identificadas con lo que allí se muestra. Se sienten felices de que se piense en ellas en los centros culturales”. Uno de los integrantes de La Merienda es Jesús: “más allá de las exposiciones, pienso que es importante ayudar a darle alma a un edificio que ha sobrevivido a tantos siglos, convertirnos en su familia. Queremos ser los ‘iaios’ del museo y hacer proselitismo para que más personas mayores lo acojan como algo propio”.
Y es que, no importa la edad que tengas, de una merienda rodeada de experiencias creativas solo pueden surgir cosas buenas. Al menos, si se cumplen los anhelos de Jesús, que aspira a fomentar “una sociedad más participativa y comunicativa. No pretendemos solamente recibir, sino también ayudar contando lo que hemos vivido”. “Muchas vivimos solas y nos va genial poder juntarnos a charlar, pero además, intentamos aportar lo que podemos, dar ideas”, señala Pura, ‘merendeadora’ entusiasta.
Entre los temas tratados hasta la fecha por este grupo, el predominante es el de la memoria, una travesía a los recuerdos de estos vecinos con tantísima trayectoria vital en las pupilas, en las manos, en los surcos de la frente. Para Maite, participante de La Merienda, resulta “un placer enorme poder juntarse para recordar cosas del pasado. Algunas son divertidas, otras no tanto, pero lo pasamos estupendamente. Y además, es estupendo hacerlo en un espacio con tanta historia y que se ha modernizado tanto. Yo intento no faltar a ninguna sesión”.
“Sabemos poco de los jóvenes y ellos poco nosotros”
En ese afán por el intercambio y el aprendizaje, La Merienda tiene en su lista de objetivos establecer vínculos con grupos de distintas edades que realicen actividades en el museo. De esta manera, la iniciativa busca impulsar un diálogo que trascienda épocas y clichés colectivos, que vibre en las frecuencias que habitan tanto los nacidos en el siglo XX como los que conquistan con su juventud XXI. Que acerque almanaques y trayectorias vitales que quizás no sean tan distintos como pueda parecer en una lectura superficial.
“Las generaciones están muy separadas, sabemos poco de los jóvenes y ellos poco de nosotros”, lamenta Jesús, para quien La Merienda favorece ese contacto entre personas de distinta edad “que no es fácil de establecer de otras formas... Además, al reunirnos cubrimos esa necesidad de sociabilidad que a veces tanto echamos de menos”.
Bajo ese prisma, una de las actividades que más recorrido ha tenido es ‘Els jocs de la meua infància’, desarrollado en el Claustro Gótico del recinto. Allí, los participantes de La Merienda propusieron a un grupo de niños y niñas que participaran en distintos divertimentos su infancia. “Empezamos hablando de los juegos con los que nos divertíamos en la calle cuando éramos pequeños: el sambori, el corro, birles... Cada uno eligió uno para enseñárselo a los niños que venían, lo aprendieron rápido y pasamos todos una mañana estupenda jugando”, explica Pura, devota del escondite.
Entre los asuntos que han tratado, Pura recuerda especialmente las charlas sobre cómo vivieron la devastadora Riada de 1957. En esa ocasión, los participantes compartieron sus recuerdos de esa tragedia a los artistas Claudia Campos y Claudio Burguez dentro de la residencia artística Túria el loco. Esos testimonios se llevaron a un colegio para que el alumnado dibujaran a partir de esas memorias. “Fue una experiencia preciosa, porque, aunque las personas mayores y los niños y niñas de ese centro escolar no pudieron conocerse en persona, sí que trabajaron juntos y generaron un lazo especial”, indica la mediadora. La sostenibilidad o la evolución de los barrios son otros asuntos tratados. Por ejemplo, colaboraron con El Hueco, que buscaba resignificar espacios del Carmen y generar un relato coral sobre sus calles. En los próximos capítulos, planean centrarse en hablar del cine, de las películas que más les han marcado y de sus rituales tradicionales de consumo fílmico.
Para la coordinadora de La Merienda, varios motivos explican esa ausencia hasta ahora de personas mayores en el CCCC: “por una parte, no existían programas concretos que pudieran atraer a gente de esa edad. Pero también creo que directamente muchos no tienen acceso a información sobre ese espacio, no lo conocen o no saben qué se está realizando allí. Claro, gran parte de esa comunicación se realiza por Internet, la vemos por redes sociales... y muchas de estas personas mayores no se mueven en ese medio. Es necesario poner en marcha herramientas específicas para llegar a ellas”. El propio Jesús, a pesar de ser vecino del barrio de toda la vida, hasta que comenzó con esto de merendar arte no había visitado jamás sus claustros, ya que “conocía el edificio, pero no sabía lo que se hacía allí”.
Con esa senda emprendida, Cacheda defiende que es imprescindible no dejar de lado a ese sector de la población con tantos años a sus espaldas, pues “son memoria vida. Hay muchos temas sobre los que tienen conocimientos y es algo que debemos aprovechar. Además se trata de personas con ganas de hacer cosas y expresarse. Y este año se han quedado sin actividades de ocio y socialización”.
Contra el “tu abuela no eso no lo va a entender”
Entre los topicazos que aún persisten se encuentra esa visión de que la gente mayor ni valora ni entiende ni aprecia el arte contemporáneo. Que las novísimas oleadas creativas que alcanzan las salas expositivas de la ciudad les resulta completamente indescifrables e indiferentes. Merendar también está sirviendo para dinamitar ese prejuicio de “tu abuela esas cosas raras no las va a entender”. Como si muchas abuelas no llevaran toneladas de sabiduría bajo la piel.
“Al principio, tenía el temor de que quizás no les interesaba la programación del Centre del Carme. Pero al contrario: están encantadas de ver las muestras y establecer coloquios al respecto. Conectan con muchas vivencias suyas y nos permite abordar cuestiones de actualidad con las que el museo está comprometido, como la emergencia climática”, explica la responsable de La Merienda. "Una no puede quedarse solo con Goya o Sorolla, hay que vivir en tu tiempo. A mí me gusta el arte contemporáneo y me aporta mucho aprender y ponerme al corriente de las nuevas modas”, resalta Maite participante del proyecto y que recuerda con especial emoción la reciente muestra de Dulk, Rondalla del fang. Precisamente a través de esa exposición se generó una tertulia sobre la evolución de L’Albufera y qué hacían allí. De igual modo, la muestra Cultura Online les sirvió para trabajar la idea de archivo y, en especial, la idea del archivo personal, comparando sus propias fotografías con las imágenes expuestas
A ver si estamos aquí calentándonos la cabeza y en realidad lo que hace falta para cambiar el mundo (a mejor) es juntarnos más para merendar.