El proyecto de Miguel Arraiz y David Moreno no regresará a tiempo a Valencia para integrarse en Intramurs y todavía tiene por definir su futuro
VALENCIA. El sueño de quemar la falla que hace unas semanas brilló en el desierto de Nevada (Estados Unidos) podría quedar en eso, un sueño, si las partes implicadas no llegan a un acuerdo económico para llevar a cabo la cremà en Valencia. El proyecto impulsado por el arquitecto Miguel Arraiz y el artista fallero David Moreno, que forman el colectivo Pink Intruder, vuelve, tal y como estaba previsto, a la ciudad donde se construyó aunque, eso sí, más tarde de lo esperado y con las dudas sobre su futuro sobrevolando el gigante de cartón. A pesar de que la idea inicial era convertir Renaixement, nombre de la obra, en la pieza estrella de la nueva edición del festival urbano Intramurs, lo cierto es que si hay algo seguro es que no llegará para formar parte de programa del evento, que se presenta esta misma semana. Aun así, en el momento de la redacción de este artículo, el hito fallero forma parte de su calendario colgado ya en la web oficial.
El festival llevará a cabo su próxima edición entre el 20 y el 30 de octubre en el centro histórico, fechas para las que el contenedor que transporta la falla no habrá desembarcado en Valencia, una obra que actualmente está cruzando el Atlántico. La intención de los organizadores del festival es que, teniendo en cuenta que llegará a final de mes, se integre en un 'post-Intramurs' generado específicamente para la exhibición y posterior quema de la pieza, que iría acompañada de otra obra expuesta en el Burning Man en años anteriores. Algo parecido se hizo el año pasado con 'Ejercicios para crecer', de la artista Monique Bastiaans, que pudo visitarse hasta el 8 de noviembre. Esta fue la primera instalación no religiosa en la plaza de la Virgen, compuesta por 4.000 espigas de cebada de arcilla sustentadas en una recreación de una celosía de una de las puertas de la Alhambra para ofrendar a la cultura y al pasado árabe de la ciudad.
A pesar del ajuste de calendario, el problema real radica en la financiación. Aunque la ayuda del Ayuntamiento de Valencia, a través de la concejalía de Cultura Festiva, de 10.000 euros costeó el traslado a Estados Unidos, la vuelta no estaba asegurada, un viaje que finalmente ha sido financiado por los propios creadores de la falla. Con un valor situado entre 20 y 25.000 euros (dependiendo de la implicación de las instituciones públicas en cuestiones como la cremà o su limpieza), la búsqueda de un patrocinador que se hiciera cargo del traslado e instalación ha sido infructuosa pues, a pesar de que desde Intramurs habían conseguido un aumento en la participación de uno de sus principales patrocinadores, la cantidad no es suficiente para cumplir con lo deseado por sus impulsores. La respuesta ha sido 'no'.
De esta forma, si el retraso en la llegada del contenedor ha truncado los planes iniciales que planteaba ubicar Renaixement en la plaza Doctor Collado a partir del viernes 28 de octubre, la falta de acuerdo económico complica las cosas para el futuro inmediato de la falla del Burning Man. Con la negativa a la oferta actual y el tiempo en su contra, en caso de que no se llegue a un acuerdo más provechoso para las partes, se abre la puerta a la venta de la pieza por otras vías y a la posibilidad de que, a pesar de lo anunciado, nunca llegue a prender en la calles de Valencia.
Tras una primera visita al desierto de Nevada, el proyecto ideado por Miguel Arraiz y David Moreno fue uno de los becados por la propia organización del festival, que dotó con aproximadamente 21.000 euros para su creación, la máxima aportación que el festival estadounidense da a un proyecto artístico. Desde entonces han logrado el apoyo del Ayuntamiento de Valencia con 10.000 euros, que recibieron a través de Intramurs, que además de la posibilidad de plantar la falla ha generado otros proyectos de la mano del festival americano, y otros 5.000 euros destinados al Gremio de Artistas Falleros, que recibieron en concepto de colaboración en la creación de la falla, pues fueron los encargados de hacer las máscaras a través de moldes tradicionales que vistieron los muros de la pieza. Del mismo modo recibieron 2.000 euros del Ayuntamiento de Torrent, otros 2.500 de la Agència Valenciana de Turisme y, finalmente, 4.000 euros del área de Turismo de la Diputación de Valencia.
A este montante se suman otras pequeñas aportaciones de carácter privado, que han llegado a pesar de que la campaña de crowdfunding impulsada desde la plataforma Verkami cerrara sin éxito, alcanzando aproximadamente 3.000 euros del objetivo de 12.500. Con el desembarco previsto para finales de octubre, una vez llegado el contenedor a Valencia se inicia la nueva aventura de la falla del Burning Man, cuyo destino queda en al aire. Fue en 2015 cuando empezó todo para Miguel Arraiz y David Moreno, con una primera expedición a Black Rock, espacio que acoge la celebración del Burning Man, una visita que resultó en una beca que fue el billete dorado para la primera falla plantada en el contexto del festival americano.
Con el punto de partida puesto algo más atrás, en la Ekklesía de Nou Campanar, fue esta la casilla de salida para generar un proyecto que, a pesar de la estética innovadora, supone un homenaje a la tradición valenciana. El primero es el de aquellas máscaras históricas cubiertas de pan de oro que cubren los lados del cubo, un cubo que se convirtió en una versión 2.0 de La Lonja. Unos grandes paneles imitaban los ventanales del único inmueble de Valencia declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO título que, precisamente, se espera recibir en noviembre para las Fallas. El dibujo del suelo es un homenaje al mosaico de Nolla, la base de una construcción pensada para soportar vientos de 160 km/hora y para que los visitantes la puedan escalar.